DE CORAZÓN PURO
Además del problema relacionado con nuestro espíritu, hay otro problema con nuestro corazón. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). La pureza del corazón guarda estrecha relación con nuestros motivos. No debemos tener otra meta que no sea Dios mismo. Ser de corazón puro es buscar únicamente a Dios. Nuestros deseos, pensamientos y decisiones tienen que estar dedicados a buscar únicamente a Dios mismo. Todos tenemos que orar: “Señor, concédeme un corazón puro. Purifica mis motivos hasta que tenga una sola meta y todo mi ser esté completamente centrado en Ti”. No debiéramos preocuparnos por ninguna otra cosa ni tampoco debiéramos buscar ninguna otra cosa. La paz, el gozo y las bendiciones materiales o espirituales no deben ser lo único que nos importe, por lo que no debemos tratar de buscarlas. Nuestro corazón debe estar fijo en Dios. Dios es nuestra meta y nuestra motivación. Quiera el Señor purificar nuestros corazones hasta hacerlos sencillos y simples, y estén absolutamente centrados en Dios mismo al grado que no busquemos ninguna otra cosa.
Si usted quiere recibir a Cristo, tiene que orar: “Señor, hazme pobre en espíritu y de corazón puro. Señor, vacía mi espíritu y purifica mi corazón. Concédeme un corazón sencillo entregado a Ti”. Si nuestro espíritu y corazón son preparados de tal modo, estaremos listos para recibir al Señor en nuestro ser. De inmediato, el Señor Jesús entrará en nuestro ser. Primero Él vendrá a nuestro espíritu y, después, se propagará desde nuestro espíritu a nuestro corazón. Además de entrar en nuestro ser como semilla del reino, crecerá dentro de nosotros. A medida que crece, todo el tiempo Él se propagará y aumentará en nuestro interior. En esto consiste el crecimiento del reino y esto es la venida gradual del reino.
(Reino, El, capítulo 6, por Witness Lee)