LA SIEMBRA CON MIRAS A LA PROPAGACIÓN
Es relativamente fácil sembrar una semilla en la tierra porque ésta no tiene voluntad propia; ni tiene sus propios deseos, conceptos, pensamientos o ideas. Debido a que la tierra está desprovista de vida, es bien fácil sembrar una semilla en ella. Sin embargo, no es fácil para el Señor Jesús sembrarse en nuestro ser debido a que no somos tan sencillos; más bien, somos bastante complicados, y tenemos principalmente dos problemas: el primero se relaciona con nuestro espíritu, la parte más profunda de nuestro ser; el segundo concierne a nuestro corazón, el cual rodea o envuelve nuestro espíritu. Si leemos cuidadosamente el Nuevo Testamento y reunimos todas las piezas del rompecabezas, contemplaremos un cuadro bastante claro que nos muestra que nuestro corazón rodea nuestro espíritu. El espíritu se halla en el centro del corazón. Nuestro corazón es bastante complejo, pues está compuesto por nuestra mente, el órgano que piensa; nuestra parte emotiva, el órgano que ama; nuestra voluntad, el órgano que toma decisiones; y nuestra conciencia. Nuestro espíritu escondido dentro de nuestro corazón incluso es llamado el “hombre interior escondido en el corazón” (1 P. 3:4). Para que Cristo se siembre en nuestro ser, Él primero tiene que entrar en nuestro espíritu y, de allí, propagarse a todas las partes de nuestro corazón. De este modo, Él tomará plena posesión de nuestro ser. Así pues, Cristo no solamente se sembrará en nuestro espíritu, sino que también crecerá dentro de nuestras partes internas: nuestra mente, voluntad, parte emotiva y consciencia. Entonces, todo nuestro ser interior estará lleno de Él.
(Reino, El, capítulo 6, por Witness Lee)