ESPINOS Y CARDOS
Génesis 3:18 menciona otras dos palabras de connotación negativa: espinos y cardos o abrojos. El Señor Jesús preguntó: “¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mt. 7:16). Los espinos y los cardos vinieron a causa de la caída. No existían antes de la caída. En la creación de Dios no había espinos ni abrojos. Que la tierra produjera espinos y abrojos después de la caída significa que, a los ojos de Dios, todos los hijos de Adán se habían convertido en espinos y abrojos. Independientemente de que usted sea el gerente de un banco o un asaltante de banco, un jugador en los casinos o el predicador de una catedral, a los ojos de Dios su naturaleza está constituida de espinos y abrojos. Así, al llamar a los fariseos serpientes el Señor Jesús no hablaba con ligereza, Él tampoco se refirió a los espinos y abrojos sin que ello encerrase un significado profundo. Cuando Jesús usó el término serpiente, ciertamente tenía en mente a la serpiente de Génesis 3; del mismo modo, cuando se refirió específicamente a los espinos y los abrojos, también hacía referencia a Génesis 3.
La Biblia nos dice que el Señor Jesús es la vid (Jn. 15). Cuando fuimos regenerados, nos convertimos en pámpanos de esta vid. En Adán éramos espinos y abrojos; pero en Cristo somos pámpanos de la vid verdadera.
Dios creó al hombre a Su imagen y le dio Su autoridad para que éste pudiera expresarlo y representarlo. Pero en lugar de ello, Satanás entró en el hombre, lo usurpó y se apropió de la vida del hombre. Satanás incluso saturó el cuerpo del hombre con su propio elemento venenoso, convirtiéndolo en la carne. Aunque el Señor le puso límites a fin de resguardar el espíritu del hombre, Satanás corrompió su mente y se apropió de su cuerpo. Como resultado vemos que el hombre se ha convertido en un ser serpentino, y también en espinos y cardos.
(Reino, El, capítulo 7, por Witness Lee)