Reino, El, por Witness Lee

El REINO ES EL SEÑOR JESÚS COMO EL ESPÍRITU

Podemos afirmar que el reino es el Señor Jesús, pero tiene que ser el Señor Jesús como el Espíritu, y no el Señor Jesús en la carne. El reino es el Señor Jesús como el Espíritu. Él le dijo a los fariseos: “Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mt. 12:28). Este versículo nos dice que el reino es simplemente la realidad del Espíritu de Dios. Cuando el Espíritu de Dios es hecho real a nosotros, esto es el reino. El Señor Jesús dijo que debido a que Él echaba fuera demonios por el poder del Espíritu de Dios, esto era una indicación de que el reino de Dios estaba allí. Así pues, el reino consiste en que el Señor Jesús sea hecho real a nosotros espiritualmente. Cuando Él es hecho real a nosotros espiritualmente, entonces tenemos el reino.

El Espíritu de Dios es la realidad del Señor Jesús. El Espíritu es Su persona, y Su persona es Su realidad. Así como la realidad de un ser humano es su persona, la realidad del Señor Jesús es Su persona, y Su persona es el Espíritu. Él tenía el Espíritu consigo y el Espíritu era Su persona. Esta Persona, el Espíritu, era la realidad del Señor Jesús. En aquel tiempo, Su realidad se manifestaba en plenitud al echar fuera demonios; por tanto, eso era el reino de Dios. Ahora podemos ver que el reino no es solamente una dispensación o una esfera, sino que el reino es la manifestación de la realidad del Señor Jesús.

Colosenses 1:13 hace el contraste entre dos cosas: la potestad de las tinieblas y el reino de Cristo. Nosotros estábamos bajo la potestad de las tinieblas, pero un día fuimos trasladados al reino de Cristo. A veces, hacer un contraste nos permite entender las cosas más claramente. Considerar el lado negativo nos permite conocer el lado positivo. El reino de Dios está en contraste con la potestad de las tinieblas. No se trata meramente de una dispensación o una esfera; sino que el reino es algo muy real y concreto, es la manifestación de la realidad del Señor Jesús.

A muchos de ustedes se les ha dicho que habiendo estado en Adán, un día Dios los trasladó de Adán a Cristo. Ahora deberán comprender algo más; puesto que están en Cristo, también están en el reino, porque Cristo es el reino. Tomemos como ejemplo un jovencito que sea muy inquieto, el cual ha nacido en Adán. Un día él oye el evangelio, invoca el nombre del Señor y es trasladado de Adán a Cristo. Él nació en Adán, pero ahora está en Cristo. Aunque este joven hermano ha sido trasladado a Cristo, probablemente carezca de la experiencia apropiada de la persona de Cristo. Desde el punto de vista doctrinal, puesto que él está en Cristo, él también está en el reino. Sin embargo, en términos de su experiencia, puede que él haya estado en Cristo durante cinco años, pero todavía no esté en el reino. Él ha sido trasladado al interior de Cristo, pero todavía es desobediente. Antes él era un jovencito muy inquieto; pero ahora es un hermano inquieto. No podríamos decir que él no está en Cristo, ni tampoco que no es un hermano; pero en términos de su experiencia, él no está en el reino porque no se da cuenta de la realidad del Señor Jesús. Cuando se de cuenta de la realidad del Señor Jesús, él no solamente estará en Cristo, sino también en el reino.

Estar en el reino significa darnos cuenta por completo de la realidad del Señor Jesús. El Señor Jesús dijo que si Él echaba fuera demonios por el Espíritu, entonces el reino de Dios había venido a ellos. Un demonio es un espíritu maligno, impuro e inmundo, pero el principio subyacente a ser un demonio denota simplemente rebelión. Originalmente los demonios eran una especie de ser creado. Cuando Satanás se rebeló contra Dios, ellos le siguieron y se convirtieron en demonios. Por tanto, los demonios denotan rebelión. Si en vuestro diario andar hay algunas cosas que no están sujetas al gobierno de Dios, que aún permanecen en rebelión contra Dios, tales cosas en principio son demonios. Es necesario que tales cosas sean echadas fuera por el Señor Jesús. Tenemos que orar: “¡Señor Jesús! Ven y echa fuera mis demonios. Incluso hoy en día, todavía soy rebelde”. Tal vez usted sea rebelde cuando hace compras. Tal vez usted vaya a una tienda a la que el Señor le dijo que no fuera. Una vez dentro de la tienda, usted escogió un artículo pese a que el Señor Jesús le dijo que lo dejara; probablemente usted haya comprado ese artículo y todavía lo tiene en casa. Esto es rebelión, el principio subyacente a un demonio.

¿Está usted siempre sujeto al gobierno de Cristo? Es posible decir que le amamos y, no obstante, no aceptar ser gobernados por Él. Podemos afirmar que Cristo es nuestra vida, pero Cristo como nuestra vida tal vez no sea muy real para nosotros. Podría ser simplemente un término, no una realidad. Es posible que no nos demos cuenta debidamente de la realidad de Cristo como vida para nosotros. La vida del Señor Jesús es una vida reinante, una vida que gobierna. En toda clase de vida existe un elemento rector; este elemento rector es la ley que rige esta vida y la regula. Es posible que tengamos la vida de Cristo en nuestro interior y, aun así, no estemos sujetos al gobierno de Su vida. Por tanto, en cierto sentido, es posible que todavía estemos poseídos por muchos demonios. Necesitamos que el Señor Jesús los eche fuera. Entonces estaremos verdaderamente en el reino. El reino es la plena aprehensión de la realidad de Cristo. Aunque fuimos trasladados de las tinieblas al reino de Cristo, es posible que en nuestra vida diaria carezcamos de la realidad del reino. La realidad del reino es simplemente la plena aprehensión de la realidad del Señor Jesús. Cuando nos damos cuenta por completo de la realidad del Señor Jesús, esa aprehensión es el reino.

(Reino, El, capítulo 2, por Witness Lee)