DEBEMOS ABRIR NUESTRO CORAZON AL SEÑOR
ARREPINTIENDONOS Y CONFESANDONOS
Hemos visto que el Señor quiere sembrarse en nosotros como la semilla de vida. Somos la tierra, el suelo, el terreno vivo. El espíritu está encerrado por el corazón, por eso, si el Señor va a entrar en nosotros, tenemos que abrir nuestro corazón arrepintiéndonos y confesándonos. La palabra “arrepentimiento” en el idioma griego significa tener un cambio en el modo de pensar. Anteriormente, nuestra mente no estaba inclinada al Señor sino a algo diferente, y estaba fija. Ahora tenemos que arrepentirnos, lo cual significa que debemos cambiar nuestro modo de pensar. Esto significa que la mente está abierta al Señor. Después de nuestro arrepentimiento, siempre confesaremos. Debemos confesar todos nuestros fracasos, pecados y defectos al Señor. La confesión es el ejercicio de la conciencia. Cuando nos arrepintamos cambiando nuestro modo de pensar, inmediatamente confesaremos al ejercitar nuestra conciencia. Entonces nuestro corazón se abrirá. Cuando realmente nos arrepentimos ante el Señor y confesamos todos nuestros fallos delante de Dios, inmediatamente nuestras emociones serán conmovidas. Diremos al Señor: “Señor Jesús, te amo”. Cuando se conmueven nuestras emociones, nuestra voluntad toma la decisión de entregarlo todo al Señor. Diremos: “Señor, desde ahora no quiero nada aparte de Ti. Quiero que Tú seas mi objetivo, mi meta y mi único deseo. Sólo deseo ir en pos de Ti”. La mente del corazón tiene un cambio, la conciencia del corazón se abre, y las emociones y la voluntad del corazón responden. De esta manera, todo el corazón llega a estar abierto al Señor, y El puede entrar en nuestro corazón. Al arrepentirnos y confesarnos abrimos nuestro corazón al Señor. Esto se revela en las Escrituras y se comprueba con nuestras experiencias.
Lo triste es que muchos de nosotros, poco después de que el Señor entró en nosotros, le cerramos a El nuestro ser. Por consiguiente, el Señor fue encarcelado en nuestro espíritu y no ha podido hacer Su hogar en nuestro corazón. Después de ser salvos, es posible que nuestras emociones, nuestra voluntad, nuestra mente y nuestra conciencia empezaran a cerrarse ante El. Como resultado, el Señor fue encarcelado en nuestro espíritu. Es por esto que en el Antiguo Testamento así como en el Nuevo el Señor siempre nos llama a arrepentirnos. En las siete epístolas a las iglesias, en Apocalipsis 2 y 3, el Señor les dice a los santos una y otra vez que se arrepientan. Día por día, en las mañanas y las noches, debemos arrepentirnos. Arrepentirnos significa volver nuestra mente al Señor, abrir nuestra mente. Después, nuestra conciencia se ejercitará y hará una confesión cabal de nuestros pecados. Luego nuestras emociones responderán y amarán al Señor y nuestra voluntad lo escogerá. Como resultado nuestro corazón estará completamente abierto al Señor, y el Señor podrá llenarnos consigo mismo. Esta es la manera de resolver los problemas de nuestro corazón para hacer de él la buena tierra donde el Señor como semilla de vida pueda crecer.
Si nos relacionamos con el Señor de esta manera, todas nuestras preocupaciones serán removidas de nuestro ser. Las rocas y los espinos de nuestro corazón serán quitados y nuestro corazón quedará bueno y puro. El enemigo siempre busca las oportunidades para convertir nuestro corazón en el lugar junto al camino. Muchas veces permitimos que algo pise la tierra de nuestro corazón lo cual lo endurece. Tal vez estemos preocupados con nuestra esposa, nuestros hijos o nuestros padres. A veces podemos estar en una reunión escuchando la palabra de Dios, pero ésta no puede penetrarnos. Esto se debe a que nuestro corazón está preocupado. Nuestro corazón puede ocuparse con las cosas terrenales, con las cosas que no son Cristo mismo. Nos puede parecer que cierto hermano o hermana realmente está entregado al Señor, pero no nos damos cuenta que en sus corazones hay rocas escondidas, imposibilitando así que la semilla de vida se arraigue en ellos. También, los espinos, que son las preocupaciones de esta edad, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas, pueden crecer juntamente con la semilla y ahogar el crecimiento. El Señor está listo y disponible, pero nuestro corazón no está tan disponible. Nuestro corazón no es puro. Es por esto que debemos prestar atención a la condición de nuestro corazón. El corazón tiene que ser purificado.
Hebreos 10:22 nos dice que nuestros corazones necesitan ser purificados de mala conciencia mediante la aspersión de la sangre. Necesitamos una conciencia sin acusación u ofensa. Nuestra conciencia debe ser purificada y limpiada. Entonces nuestro corazón será liberado de toda cosa que le preocupe para que pueda ser la buena tierra del Señor. Todas las cuatro partes de nuestro corazón tienen que ser tocadas. La mente siempre debe volverse al Señor. Las emociones siempre tienen que amar al Señor y ser fervientes y mostrar celo por el Señor. La voluntad debe ser sumisa y flexible y al mismo tiempo fuerte. Finalmente, la conciencia debe ser purificada y no debe tener ninguna ofensa. Entonces tendremos un corazón recto. Debemos tratar de aprender estas lecciones de vida y ayudar a los hijos de Dios a aprenderlas. Estas son las lecciones necesarias con las cuales disfrutamos al Señor.
(
Arbol de la vida, El, capítulo 13, por Witness Lee)