Arbol de la vida, El, por Witness Lee

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ESPEJOS QUE MIRAN Y REFLEJAN LA GLORIA DEL SEÑOR

El segundo cuadro presentado en 2 Corintios 3 nos muestra que somos espejos y como tales, miramos y reflejamos la gloria del Señor. Somos espejos y miramos a Cristo y le reflejamos, pero el problema yace en que a veces nuestro corazón no está fijo en el Señor. Por consiguiente, tenemos que volver nuestro corazón a El. Cuando nuestro corazón se vuelve al Señor, el velo se quita (2 Co. 3:16). El Señor está esperando para que nosotros volvamos nuestros corazones a El. El mora en nuestro espíritu, y nuestro espíritu es el hombre interior escondido en nuestro corazón. Tenemos que volver nuestro corazón al Cristo que mora en nosotros. Entonces le miraremos y le reflejaremos. Tenemos que volver nuestros corazones a El todo el tiempo, al amanecer y al atardecer, día y noche. Incluso mientras trabajamos o manejamos nuestros automóviles, debemos volver nuestros corazones a El. Cuanto más nos volvamos a El y le miremos, más le reflejaremos y seremos transformados a Su imagen.

Cuando abrimos nuestro ser para mirarle, El como Espíritu viviente se imparte a Sí mismo en nosotros. Cuando miramos al Señor, regresamos al espíritu. Necesitamos apartar los ojos de todo lo que no sea Jesús y mirarle a El, quien es el Espíritu viviente en nuestro espíritu. Cuando le miramos, El tiene la base y la oportunidad para impartirse en nosotros. Cuando se imparte en nosotros, nos transforma.

Cuando el té se añade al agua pura, se mezcla con el agua y transforma el agua en cuanto a su color, su expresión y su sabor. El agua está en el té, y el té está en el agua. De la misma manera Cristo está en nosotros, y nosotros estamos en Cristo. Así como el té y el agua se mezclan, nosotros y Cristo nos mezclamos. El Señor está haciendo una obra en nosotros de mezclarse con nosotros y de transformarnos. La obra del Señor no es calibrar, corregir o mejorar nuestra conducta, sino impartirse a Sí mismo en nuestro ser desde nuestro interior. Cuanto más se imparte en nosotros, más se mezcla con nosotros y más nos transforma.

Somos transformados por el Espíritu viviente. Nos dice 2 Corintios 3:18 que somos transformados en la misma imagen de gloria en gloria como por el Señor Espíritu. El es el Espíritu viviente y está en nosotros, así que debemos prestar atención al Espíritu todo el tiempo. Debemos aprender a abrir nuestro ser a El. Si abrimos nuestro ser, El podrá purificarnos, limpiarnos, saturarnos, impregnarnos, llenarnos, mezclarse con nosotros y transformarnos. La transformación sucede cuando esta Persona viviente se imparte en nosotros cada vez más. El se imparte en nosotros cuando le bebemos, comemos e inhalamos. Comerle, beberle e inhalarle equivale a permitir que El se escriba en nosotros al tener nuestra mirada puesta en El. El es el Espíritu viviente y está esperándonos; por eso, necesitamos aprender a volvernos al Espíritu y abrirle nuestro ser. Entonces El nos saturará, y nosotros seremos transformados.

(Arbol de la vida, El, capítulo 15, por Witness Lee)