EL DISFRUTE Y LA EXPERIENCIA DE CRISTO
El sistema religioso de hoy nos ha distraído del disfrute de Cristo. La religión tiene enseñanzas, reglas y ritos con los cuales adorar y servir a Dios. Las enseñanzas de la religión tratan de cómo calibrar el carácter de una persona y cómo mejorar su conducta. En el cristianismo de hoy hay muchas enseñanzas y muchos dones, pero lo triste es que hayan pasado por alto el pensamiento central de Dios revelado en las Escrituras y aun lo hayan perdido. El pensamiento central de Dios consiste en que Dios quiere ser nuestro disfrute. Tenemos que participar de El y disfrutarle, no sólo debemos conocerle con cierta cantidad de conocimiento objetivo, sino que debemos conocerle en nuestra experiencia subjetiva. Tenemos que probarle como David nos manda en Salmos 34:8: “Gustad, y ved que es bueno Jehová”. En el salmo 36 se nos dice que necesitamos saciarnos abundantemente de la grosura de la casa del Señor, disfrutando el manantial de la vida en la luz del Señor. Esto describe el disfrute y la experiencia que tenemos del Señor mismo. No es suficiente obtener algún conocimiento objetivo acerca del Señor y aprender muchas doctrinas y enseñanzas con respecto a El. Debemos experimentarle y gustarle.
La que buscaba en Cantar de Cantares dijo: “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar” (2:3). Esto indica cuán precioso es el Señor para la que le busca. El es como el manzano que provee de sombra y del rico fruto a la que le busca. Podemos descansar bajo Su sombra y disfrutar Su fruto, el cual es todas Sus riquezas disponibles para nosotros. El fin del manzano no es el estudio científico de la que le busca, sino proveerle manera de descansar bajo su sombra y de disfrutar su fruto. Necesitamos experimentar y disfrutar al Señor de semejante manera.
Por muchos años he recibido las enseñanzas, la ayuda y aun la fortaleza para disfrutar al Señor de tal manera. Es por esto que no debemos centrarnos en las doctrinas, en las enseñanzas ni en los dones, sino que debemos concentrar todo nuestro ser en el Señor mismo. Debemos aprender a disfrutarle, tocarle, comerle y participar de El. El Señor dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Tenemos que aprender a conocer al Señor en nuestra experiencia, día tras día gustándole y saciándonos de El. Necesitamos saciarnos de la grosura de Su casa, y ser saturados e impregnados con Su dulzura.
(Arbol de la vida, El, capítulo 4, por Witness Lee)