Base para la obra edificadora de Dios, La, por Witness Lee

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EL EDIFICIO DE DIOS ES PRODUCIDO AL SER DIOS LA VIDA DEL HOMBRE QUE CRECE Y MADURA EN EL HOMBRE

Si tenemos luz, podremos ver inmediatamente que la salvación que Dios nos otorga no consiste en salvarnos para que seamos trasladados de la tierra al cielo, sino en salvarnos a nosotros, quienes estamos fuera de Dios, para que seamos introducidos en Dios. Ésta es la obra que Dios ha venido realizando a través de los siglos desde la creación. En la Biblia esta obra es llamada la obra de edificación. Dios desea edificarse en el hombre y edificar al hombre en Sí mismo.

Sabemos que esta obra de edificación que Dios está realizando se cumple cuando Él viene a ser la vida del hombre. Esta edificación se efectúa al ser derramado el aceite sobre las piedras, como mencionamos anteriormente. Las piedras somos nosotros los que hemos sido salvos, y el aceite es el Espíritu de Dios, la transfiguración de Dios, Dios mismo. En la eternidad Dios era el Padre. Cuando se manifestó entre los hombres, Él era el Hijo. Luego, cuando Él entra en el hombre para mezclarse con el hombre y ser su vida, es el Espíritu. Por lo tanto, el Espíritu Santo es Aquel en quien Dios logra tener una relación con el hombre. El aceite derramado sobre las piedras nos hace piedras vivas que son edificadas para ser un edificio vivo.

La Biblia usa otra manera para describir cómo Dios entra en nosotros para ser nuestra vida. Dice que la vida de Dios es la semilla de vida. En 1 Juan 3:9 se nos dice claramente que la simiente de Dios permanece en nosotros. Una simiente o semilla contiene vida. El que Dios sea vida en nosotros es semejante a una semilla. Por esta razón, el Señor Jesús dijo que Él era un grano de trigo. Si Él no caía en la tierra y moría, quedaría solo; pero si moría, llevaría mucho fruto (Jn. 12:24). Por medio de Su resurrección el Señor nos regeneró, lo cual nos avivó en nuestro interior. Desde entonces, somos el trigo de Dios, el cultivo de Dios, que crece en el campo del mundo.

Recuerden que este crecimiento es la edificación. Con respecto a la labranza, es cuestión de crecimiento; y con respecto al edificio, es cuestión de edificación. Ambos asuntos son lo mismo. Si usted no crece, no podrá ser edificado. Si usted crece un poco, entonces podrá ser edificado un poco más en la iglesia. Si usted crece en Cristo, la Cabeza, en cierto asunto, entonces en ese asunto podrá ser edificado con los santos. Cuando todos hayamos crecido y madurado, este edificio de Dios habrá sido completamente edificado.

Quisiera plantearles a ustedes, hermanos y hermanas, esta pregunta: ¿son ustedes la labranza de Dios, la cosecha de Dios? Creo que todos admitirían que sí lo son. Sin embargo, quisiera también preguntarles: ¿son ustedes maduros? Si no han madurado y el Señor viniera hoy, ¿creen que Él los tomaría como parte de la cosecha? Sólo cuando la cosecha haya madurado completamente será segada y llevada al granero. ¿Qué harán ustedes si no han madurado? Hoy el cristianismo les dice a las personas que irán al cielo si creen en Jesús. No sé qué clase de pensamiento o concepto es ése. Ellos dicen que esto se debe a la eficacia de la sangre del Señor. Recuerden que la redención efectuada por la sangre es sólo un aspecto de la salvación que Dios nos otorga. Aún queda otro aspecto, el cual es el aspecto de la vida. Es cierto que la sangre resolvió todos nuestros problemas delante de Dios y nos trajo a Dios. Sin embargo, recuerden que es el crecimiento en vida lo que nos lleva a crecer en Dios. Dios no nos considera vasos de vidrio que serán lo suficientemente buenos si Él simplemente nos lava con la sangre y nos pone delante de Él. Al contrario, Él nos lavó con la sangre, pero además de ello desea entrar en nosotros para ser nuestra vida a fin de que lleguemos a ser una cosecha viva. Esta cosecha viva necesita crecer y madurar.

Permítanme que les haga esta pregunta: ¿habrá algún señor de la mies que siegue la cosecha que todavía está verde en el campo? No, los cultivos tienen que estar maduros a fin de ser recogidos y llevados a la casa. Ahora entendemos que esta casa es la Nueva Jerusalén. La casa es el destino de la mies después que ha madurado plenamente. Esto no se refiere a una mansión celestial, sino a la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es el destino final de los que hemos sido salvos. Sin embargo, los que todavía son inmaduros no podrán ir a la casa.

Por lo tanto, no debemos creer las doctrinas erróneas del cristianismo. Ellos dicen que después que una persona cree en Jesús, es lavada con la sangre e irá al cielo después que muera. Ésta es una afirmación equivocada. Es cierto que si cree en el Señor Jesús, Su sangre lo limpiará de sus pecados, y que cuando muera, su espíritu y su alma podrán ser consolados en el Paraíso en el Hades. No obstante, todavía tendré que preguntarles: ¿han crecido y madurado desde que fueron salvos? Pablo pudo decir que había madurado. En 1 Corintios 9 él dijo: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire [...] no sea que habiendo predicado a otros [es decir, habiéndoles predicado acerca de la madurez, de obtener la recompensa], yo mismo venga a ser reprobado” (vs. 26-27). Cuando él escribió Filipenses, ya era una persona avanzada en años. En aquel entonces se hallaba confinado en una cárcel romana, pero todavía dijo: “Yo mismo no considero haberlo ya asido [...] olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta” (3:13-14). Esta acción de proseguir es el crecimiento, y el crecimiento es la edificación. Como cultivos que somos, nuestra necesidad es crecer; y como edificio que somos, nuestra necesidad es ser edificados. Todos estamos corriendo una carrera en una pista; así que, necesitamos proseguir. Incluso Pablo, a una edad avanzada, dijo que todavía proseguía a la meta.

Sin embargo, en 2 Timoteo 4 él dijo que estaba próximo a sufrir el martirio por el Señor: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia” (vs. 6-8). Él sabía que había madurado. Les pregunto a ustedes, hermanos y hermanas: si hoy partieran ustedes de este mundo y su espíritu fuera a estar en el seno de Abraham, ¿podrían decir lo mismo que Pablo dijo? Pablo pudo decir que había madurado y que estaba esperando la venida del Señor. ¿Pueden ustedes decir lo mismo? Por lo tanto, con respecto a ser lavados con la preciosa sangre, ustedes son personas redimidas; ustedes pueden acercarse a Dios. Sin embargo, deben tener presente que hay otro aspecto; a saber: la vida de Dios necesita crecer en ustedes. Dios tiene que edificarlos como parte de Su edificio. ¿Han madurado? ¿Han sido edificados? Éste es un asunto que reviste gran importancia.

(Base para la obra edificadora de Dios, La, capítulo 7, por Witness Lee)