Base para la obra edificadora de Dios, La, por Witness Lee

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EL SEÑOR ESTÁ EN EL PADRE PARA QUE NOSOTROS TAMBIÉN PODAMOS ESTAR EN EL PADRE

“Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo” (v. 3). Es difícil traducir de manera precisa el significado de las palabras griegas traducidas “vendré otra vez”. “Y si me voy [...] vendré” significa “Mi ida es Mi venida”. Ciertamente, la ida del Señor era Su venida. En otras palabras, el que el Señor se fuera a morir equivalía a que iba a ser resucitado. Desde la perspectiva de la muerte, era Su ida; pero desde la perspectiva de la resurrección, era Su venida. Hermanos y hermanas, no sé si entienden lo que les digo. Su ida era Su venida. Les ruego que tengan esto presente.

Lo que el Señor estaba diciendo era: “Mi ida es Mi venida”. ¿Cuál era el motivo de Su venida? Era venir a tomarnos “a [Sí] mismo”. Él no dijo “os llevaré adonde Yo estoy”, pues eso se refiere a un lugar, sino: “Os tomaré a Mí mismo”, es decir iba a introducirles en una persona. Por lo tanto, no se trata de ir a un lugar, sino de entrar en una persona. El Señor no tenía ninguna intención de llevarnos a un lugar; Su intención era tomarnos a Sí mismo.

Luego el Señor dijo que esto era “para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. ¿Dónde está el Señor? ¿Está en el cielo? Ustedes tendrán esto claro después de leer el versículo 20. Allí el Señor dijo: “Yo estoy en Mi Padre”. Por lo tanto, la intención del Señor es introducirnos en el Padre. Él está en el Padre para que nosotros también podamos estar en el Padre. Puesto que el Señor se fue para entrar en la muerte y que esto tenía como fin quitar las barreras que existían entre nosotros y Dios, es decir, preparar el camino para que pudiésemos estar conectados con Dios, unidos a Dios, y también morar en Dios, después que el Señor se fue y terminó la obra de preparación, vino para tomarnos a Sí mismo. En aquel día Él estaba en el Padre, y nosotros también estamos en el Padre, lo cual hizo que se cumpliera lo dicho por Él: “Para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”.

El versículo 4 dice: “Y a dónde Yo voy, ya sabéis el camino”. ¿Adónde iba el Señor? Muchos dirían: “Iba al cielo”. Sin embargo, es maravilloso el hecho de que el Evangelio de Juan no nos dice que el Señor ascendió al cielo. Hermanos, ¿ven ustedes adónde iba el Señor? Creo que ahora debemos entender que Él iba al Padre. En Su encarnación Él salió del Padre; ahora Él iba a entrar en la muerte y la resurrección para regresar al Padre. Es por ello que repetidas veces he dicho que en Juan no se habla de un lugar, sino de una persona.

El Señor dijo: “Y a dónde Yo voy, ya sabéis el camino”. ¿Cuál es el camino? Entre los discípulos estaba Tomás, una persona que dudaba, que le hizo una pregunta al Señor, diciendo: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?”. ¿Creen ustedes que Tomás hizo una pregunta disparatada? Lo extraño es que hoy muchas personas parecen ser más listas que Tomás y están seguras de que el Señor iba al cielo. ¡Hoy todo el mundo parece saber lo que Tomás en ese entonces no sabía! Pero lamentablemente tal presunción que muestran al decir que saben les impide saber lo que realmente quiso decir el Señor.

¿Cuál es exactamente el camino? El Señor Jesús dijo: “Yo soy el camino” (v. 6). Así que ustedes pueden ver que esto está enteramente relacionado con una persona, es decir, no hay un camino físico; el camino es Aquel que es tanto Dios como hombre. No hay un lugar propiamente dicho; el “lugar” es Dios mismo.

“Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí” (v. 6). El Señor no dijo: “Nadie viene a donde el Padre está”, sino: “Nadie viene al Padre”. El significado de las palabras del Señor era: “Nadie puede entrar en el Padre, sino por medio de Mí, Aquel que se encarnó”. El Señor no estaba hablando de ir a donde el Padre está, sino de ir al Padre mismo. No tiene que ver con ir a un lugar, sino con entrar en una persona.

Por lo tanto, ustedes pueden ver que en el Evangelio de Juan tanto el camino como el lugar son una persona. El camino es el Hijo de Dios, y el lugar es Dios mismo. Nadie viene a Dios, sino por medio del Hijo de Dios. Eso es lo que el Señor quiso decir. Tal vez ustedes pregunten cómo sabemos que eso es lo que el Señor quiso decir. Esto nos queda claro cuando leemos el versículo 20. El versículo 20 dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. ¿No es esto claro? Lo que Él logró en aquel día no fue llevarnos al cielo, sino introducirnos en Dios. Él mismo es el camino a fin de darnos entrada en Dios. Él nos salva a nosotros, que estamos fuera de Dios, al introducirnos en Dios para que experimentemos una unión con Dios y moremos en Él. Éste es el significado de Juan 14.

“Si me conocieseis, también a Mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (vs. 7-8). Una persona es muy insensata antes que Dios le abra sus ojos internos. Felipe no sabía que el Señor con quien hablaba era el Padre. Por esa razón, el Señor le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?” (vs. 9-10). Hermanos y hermanas ¿dónde está el Señor? Él dijo claramente que estaba en el Padre. Pero en el momento en que el Señor habló estas palabras, todavía no había quitado las barreras que había entre nosotros y Dios, ni había resuelto los problemas entre nosotros y Dios, ni tampoco había abierto el camino a Dios. Por esa razón, en aquel entonces los discípulos aún no podían entrar en el Padre. Así que, el Señor fue a la muerte para que nosotros pudiéramos estar juntamente con Él en el Padre. De ese modo se cumpliría lo dicho por el Señor: “Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”.

(Base para la obra edificadora de Dios, La, capítulo 3, por Witness Lee)