EL SEÑOR ES LA VIDA DEL HOMBRE
PARA SATISFACER TODAS SUS NECESIDADES
Y RESOLVER TODOS SUS PROBLEMAS,
A FIN DE QUE EL HOMBRE SEA EDIFICADO
COMO CASA DE DIOS
Ahora prestaremos atención al punto principal de cada capítulo del Evangelio de Juan. Primero prestaremos atención a la primera mitad del libro, los capítulos del 1 al 13. El capítulo 1 es un bosquejo general, que nos dice de forma resumida que el Señor era la Palabra en el principio. Las palabras de una persona son su explicación; por lo tanto, el Señor es la explicación de Dios, la expresión de Dios. Nadie ha visto a Dios jamás; solamente Él le ha dado a conocer (v. 18). En Él estaba la vida (v. 4). Un día Él se hizo carne y fijó tabernáculo entre los hombres para traer vida al hombre (v. 14).
Los capítulos del 2 al 13 nos muestran cómo Él satisface todas las necesidades del hombre y resuelve todos sus problemas. Debemos ver que en el universo Dios desea edificarse en el hombre y edificar al hombre en Sí mismo. Dios quiere que el hombre sea Su morada, y también quiere que el hombre le tome como su morada. Sin embargo, el hombre a quien Dios desea edificar como Su morada tiene toda índole de necesidades y problemas. Quisiera pedirles hermanos y hermanas que consideren lo siguiente: Dios quiere morar en ustedes tomándolos como Su morada, y también quiere que ustedes moren en Él tomándolo como su morada. Sin embargo, ¿qué clase de personas eran ustedes antes? Creo que todos tendremos que decir de corazón que antes de ser salvos, nuestra verdadera condición era miserable. Éramos materiales inservibles. Recuerden que después que Juan nos da un bosquejo general en el capítulo 1, continúa describiéndonos en los capítulos del 2 al 13 cómo el hombre a quien Dios desea edificar se halla en una condición miserable y está lleno de necesidades y problemas. Él también dice cómo Dios llegó a ser la vida del hombre para satisfacer todas sus necesidades y resolver todos sus problemas.
El capítulo 2 habla acerca de la primera señal que hizo el Señor, la cual consistió en cambiar el agua en vino. Aquí la fiesta de bodas representa el deleite de la vida humana, y el vino representa la vida humana. Así como el deleite de la fiesta de bodas depende del vino, igualmente el deleite de la vida humana depende de la vida. Así como el vino se acabó, también la vida humana llegará a su fin y se acabará. Por lo tanto, Juan 2 nos dice que el primer aspecto de la condición humana es que su vida se acabará y llegará a su fin. Si ustedes observan todos los acontecimientos que ocurren entre los hombres, comprenderán que lo más lamentable es que la vida del hombre se acabe. ¿Tiene usted un doctorado? Un día su doctorado todavía estará aquí, pero usted se habrá ido. Tal vez usted sea un millonario; un día sus riquezas todavía estarán aquí, pero usted se habrá ido. ¡Oh, la vida humana tiene un final! Tal vez usted tenga hijos e hijas, y muchos nietos, pero un día su vida se acabará y llegará a su fin. Éste es el primer aspecto de la condición humana. Antes de ser salvos, el primer aspecto de nuestra condición era que éramos hombres cuya vida se acaba.
Una costumbre en mi ciudad natal era que los ricos casi siempre tenían al menos un ataúd de la mejor calidad en la sala de su casa, preparado para los mayores en la familia. Cuando yo era niño, los ataúdes eran lo que más miedo me causaba, así que no me gustaba ir a las salas de otras casas. No logro imaginarme los pensamientos de los que habían preparado un ataúd para sí mismos al ver el ataúd todos los días. Es como si el ataúd estuviera esperándolos cada día a que ellos vengan y se acuesten allí.
Ésta es la condición de nuestra vida humana. El hombre come, bebe y disfruta de la tierra, asistiendo a una “fiesta de bodas”, pero él mismo se halla en muerte, es decir, su vida acabará. Por lo tanto, el Señor Jesús vino para satisfacer esta necesidad del hombre, para resolver este problema. Él usó la señal de cambiar el agua en vino para revelar que Él es el Señor de vida. Él puede cambiar el agua de muerte en el vino de vida. Él es vida, y ha venido para que el hombre tenga vida (10:10). Por lo tanto, cuando Dios viene para ser la vida del hombre, Él primero resuelve el problema de que la vida humana se acaba.
El capítulo 3 habla acerca de un hombre moral, un hombre honorable, que temía a Dios y se esforzaba por hacer el bien para agradar a Dios. Éste es otro aspecto de la condición humana. Creo que muchos hermanos y hermanas eran más o menos así antes. Se esforzaban por ser virtuosos y se empeñaban en hacer el bien. Aunque inevitablemente pecaban, al mismo tiempo se complacían en hacer el bien para agradar a Dios. Sin embargo, el Señor que viene a ser la vida del hombre nos muestra que este esfuerzo por hacer el bien es inútil. El problema del hombre delante de Dios no tiene que ver con hacer el bien, sino con ser regenerado, es decir, con recibir a Dios como vida en su interior.
Por consiguiente, independientemente de cuán buena sea una persona, todavía necesita recibir la vida de Dios a fin de ser regenerada. Esto no tiene que ver con el comportamiento, sino con la vida. No se trata de hacer el bien o el mal, sino de si hemos recibido o no a Dios como vida a fin de ser regenerados. Lo que al hombre le falta no es un buen comportamiento, sino la vida. El problema del hombre no estriba en su comportamiento, sino en la vida que posee. Por lo tanto, Dios viene a ser la vida del hombre a fin de resolver el problema que él tiene en cuanto a la vida.
El capítulo 4 nos muestra un cuadro relacionado con la sed. Vemos a un Señor sediento que pide que le den de beber, y a una pecadora sedienta que viene a sacar agua para beber. El Señor está sediento, y la pecadora también. Éste es otro aspecto de la condición humana que revela que el hombre que Dios desea edificar es una persona sedienta.
Todos coincidirían en que la vida humana es una vida en la que se experimenta sed. Creo que todos hemos tenido la experiencia de estar sedientos. De no haber estado sediento, usted no habría buscado al Señor. En Juan 4 el Señor nos revela que Él es la fuente viva. Él no es el pozo de Jacob. El agua del pozo de Jacob no puede calmar la sed; todo el que beba de ese pozo volverá a tener sed. El Señor es la fuente de agua viva, y el que beba de Él no tendrá sed jamás (vs. 13-14). Dios viene a ser la vida del hombre a fin de que los que Él edifique no tengan sed jamás, sino que el agua que Él les dé sea en ellos una fuente de agua viva que brote para vida eterna (v. 14).
Ahora llegamos al capítulo 5. En este capítulo vemos a un hombre que por treinta y ocho años había estado enfermo, acostado y sin poder moverse. Éste era un hombre imposibilitado que quería moverse, pero no tenía la fuerza, por lo que no conseguía hacer lo que deseaba. Esto nos muestra lo imposibilitado que se encuentra el hombre. Creo que todos reconocemos que éramos así en el pasado. En verdad deseábamos hacer el bien, pero no podíamos hacerlo. Realmente queríamos movernos, pero no podíamos. Sin duda éramos personas que estaban paralizadas; éramos paralíticos que por mucho tiempo habían estado enfermos. Éste es otro aspecto de la condición humana. Sin embargo, Dios entra en el hombre para ser su vida, y de ese modo hace que el que es débil llegue a ser fuerte, y que el que no puede moverse se pueda mover. Anteriormente, estábamos en nuestro lecho y nos llevaban en él, pero ahora nosotros llevamos nuestro lecho y vamos camino a casa.
¿Cómo recibimos al Señor como vida? Lo recibimos como vida por medio de Su palabra. El Señor dijo: “Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán” (v. 25). Recibir la palabra del Hijo de Dios es recibir al propio Hijo de Dios. Quienquiera que reciba al Hijo de Dios pasará de muerte a vida. Esto hace que los débiles se vuelvan fuertes. Puesto que la muerte es la mayor debilidad que existe, cuando la vida entra, la debilidad desaparece.
El capítulo 6 habla de una multitud que deseaba ser alimentada. Este cuadro claramente nos muestra que la condición humana es una de hambre. El Señor dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre” (v. 35), “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57), y “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63). Estas palabras nos dicen que si el hombre recibe al Señor y le disfruta, será satisfecho con alimento.
El capítulo 7 habla acerca de la religión. Los judíos iban a celebrar la Fiesta de los Tabernáculos, y en el último día de la fiesta, el Señor Jesús alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (v. 37). Esto nos muestra que la religión no puede calmar la sed del hombre para siempre. Mientras el hombre tenga una religión, una creencia, y participe gozosamente de las fiestas religiosas, tarde o temprano habrá un último día en la fiesta, habrá un final. En el último día de la fiesta, al final de la fiesta, el hombre todavía estará sediento. Por esta razón, el Señor dijo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (vs. 37-38). No sólo el hombre deja de estar sediento, sino que incluso puede saciar la sed de otros. Éste es otro aspecto de la condición humana y la solución que Dios provee al venir a ser la vida del hombre.
Algunos hermanos y hermanas quizás hayan sido religiosos que celebraban festividades religiosas como la Navidad y las Pascuas. Probablemente usted llegó a estar muy gozoso mientras celebraba la fiesta, pero cuando ésta acabó, en ese momento sintió que la religión no podía calmar su sed. Únicamente el Dios que viene a ser la vida del hombre puede calmar la sed en su interior e incluso hacer que él llegue a ser ríos de agua viva, agua viva que desborda para satisfacer a otros e impartirles un suministro.
El capítulo 8 nos presenta el relato de una mujer pecaminosa que había cometido el pecado más inmoral y deshonroso. Los judíos dijeron que según la ley de Moisés, ella debía ser apedreada. Esto nos muestra que la ley condena a muerte a los pecadores. Sin embargo, este Dios que viene a ser la vida del hombre es capaz de salvar a los pecadores de la esclavitud del pecado. Éste es otro aspecto de la condición humana y la solución que el Señor provee.
El capítulo 9 nos muestra otro aspecto de la condición del hombre: la ceguera. Hermanos y hermanas, ustedes tienen que confesar que en el pasado estaban ciegos (no creo que esto los ofenda). Cada uno de nosotros vivía a ciegas y daba tumbos en este mundo pecaminoso. No conocíamos a Dios ni tampoco las cosas eternas. Sin embargo, desde que entró en nosotros el Dios que entra en el hombre para ser su vida, Él alumbró nuestros ojos interiores.
Cuando el Señor abrió los ojos del hombre ciego, lo hizo ungiendo sus ojos con saliva y lodo y mandándolo a que se lavara en el estanque de Siloé, y él se lavó y regresó viendo. En el pasado cuando leía este pasaje no entendía su significado; me parecía todo ello como un juego de niños. Pero poco a poco, a medida que fui entendiendo la mezcla de Dios con el hombre, entendí el significado. El lodo nos representa a nosotros los seres humanos, porque los seres humanos fuimos hechos de barro; todos nosotros somos un terrón de barro, un terrón de lodo. Lo que sale de la boca del Señor son Sus palabras, las cuales son el Señor mismo. Así que, el Señor viene a mezclarse con nosotros, hombres de barro, lo cual nos muestra la mezcla de Dios con el hombre. Esta mezcla hace que nosotros, que estamos ciegos, podamos ver.
Hermanos y hermanas, si interiormente ustedes no se mezclan con Dios, permanecerán ciegos para siempre. Pero cuando Dios se mezcla con ustedes, hombres de barro, por medio de las palabras que salen de Su boca, sus ojos son abiertos. Por lo tanto, otro aspecto de la condición humana es que el hombre es ciego por nacimiento. Es necesario que el Dios que viene a ser la vida del hombre entre en él y se mezcle con él, a fin de que los ojos del hombre sean abiertos y alumbrados.
Ahora llegamos al capítulo 10. El capítulo 10 y el capítulo 9 se relacionan con la condición humana en dos aspectos. Uno es el aspecto de estar ciego, y el otro es el aspecto de estar perdido. Los que están ciegos son aquellos que están perdidos; son ovejas sin pastor. El Señor de vida es el buen Pastor, y el buen Pastor pone Su vida por las ovejas para que ellas reciban Su vida. Él vino para que las ovejas tengan vida. Toda oveja que le recibe como vida, por un lado, experimenta que sus ojos son abiertos, que puede ver y, por otro, que regresa al rebaño para estar bajo Su mano, bajo Su pastoreo.
Me gusta mucho el himno #44 del himnario chino. La primera estrofa dice que bendecimos el nombre de nuestro Padre como hijos que han sido enseñados por la gracia, y que nos regocijamos porque gracias a Su vida fuimos traídos de regreso al rebaño. Esto es exactamente lo que dice Juan 10. Una vez que Su vida entra en nosotros, ésta nos hace regresar al rebaño. Anteriormente éramos ovejas perdidas; pero debido a que Su vida entró en nosotros, llegamos a ser ovejas que pertenecen al rebaño y que están siendo pastoreadas bajo la mano del buen Pastor.
El capítulo 11 nos habla acerca de un hombre que estaba enfermo y que después murió, fue puesto en un sepulcro e incluso hedía. Sin embargo, el Señor que vino a ser la vida del hombre hizo que él resucitara de los muertos, saliera del sepulcro y fuera liberado de toda atadura. Esto nos muestra que el hombre que Dios desea edificar anteriormente estaba en muerte y en un sepulcro, pero que ahora ha sido vivificado al entrar Dios en él.
El capítulo 12 no menciona ningún aspecto particular de la condición humana. El punto principal en este capítulo es lo dicho por el Señor: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (v. 24). Cuando el Señor dijo esto quería decir que tenía que pasar por la muerte y la resurrección a fin de impartirle al hombre Su vida, es decir, a fin de impartirse a Sí mismo en el hombre como vida, y de ese modo satisfacer todas sus necesidades mencionadas anteriormente.
Ahora llegamos al capítulo 13. El capítulo 13, que es una conclusión a la primera mitad del Evangelio de Juan, nos muestra que el Señor, quien viene para ser la vida del hombre a fin de resolver todos sus problemas y satisfacer cada una de sus necesidades, ama a los que son Suyos y reciben Su suministro, y cuida de ellos a lo sumo. De este modo, ellos pueden llegar a ser los materiales con los cuales Dios puede construir Su edificio como Su Cuerpo y Su morada.
Este capítulo empieza diciendo que el Señor, habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (v. 1). Esto significa que Él está preparado para asumir todas las responsabilidades de ellos. Luego el capítulo 13 procede a contar la historia de cuando el Señor lavó los pies de los discípulos. Esta historia revela que Él cuida de aquellos que amó, redimió, regeneró, ganó y está edificando, y asume la responsabilidad por ellos hasta el fin. Si una persona está dispuesta a lavarle a usted los pies, ello indica que no hay nada que ella no esté dispuesta a hacer por usted. Este Dios que viene para ser la vida del hombre cuida de usted y asume toda la responsabilidad por usted. Éste es el contenido del capítulo 13.
Demos ahora un breve repaso. El capítulo 2 nos dice que la vida del hombre se acaba; el capítulo 3 dice que el hombre necesita nacer de nuevo; el capítulo 4 dice que el hombre está sediento; el capítulo 5 dice que el hombre está imposibilitado; el capítulo 6 dice que el hombre está hambriento; el capítulo 7 dice que la religión no puede saciar la sed del hombre; el capítulo 8 dice que el hombre vive en pecado; el capítulo 9 dice que el hombre está ciego; el capítulo 10 dice que el hombre está perdido; el capítulo 11 dice que el hombre está muerto; el capítulo 12 dice que el Señor tiene que impartirle al hombre Su vida; y el capítulo 13 dice que el hombre necesita del cuidado del Señor y que el Señor cuida del hombre a lo sumo. Todo esto nos revela las condiciones en que se halla el hombre a quien Dios desea edificar y sus necesidades.
Puesto que el hombre a quien Dios desea para Su edificación se halla en tal condición, Dios necesita resolver todos sus problemas y satisfacer todas sus necesidades. Damos gracias al Señor porque al venir a ser la vida del hombre, Él satisface todas sus necesidades y resuelve todos sus problemas. Él puede cambiar la vida que se acaba por otra que no se acaba. Una vez que Él entra en el hombre, hace que el hombre sea regenerado. Únicamente Él es el agua viva que hace que el hombre no tenga sed jamás. Él también es el pan de vida que hace que el hombre no tenga más hambre. Si un hombre vive por Él, Él hace que ríos de agua viva fluyan de su interior para regar y satisfacer a otros. Él puede hacer fuerte al débil. Él rescata y libera al hombre del pecado para que no sea más esclavo del pecado. Él da vista a los ciegos y trae al perdido de regreso al rebaño que Él pastorea. Él resucita a los muertos y los libera. Él puede hacer todas estas cosas al impartir Su vida al hombre, y cuida al hombre hasta lo sumo, asumiendo todas las responsabilidades por el hombre.
En síntesis, la primera mitad del Evangelio de Juan nos dice que Dios vino para estar entre los hombres a fin de ser edificado con los hombres. Cuando el Señor se hizo carne, en efecto, Él fijó tabernáculo entre los hombres. El cuerpo del Señor era el tabernáculo. Más tarde, el Señor mismo dijo que Su cuerpo era un templo, y aunque el hombre lo destruiría, Él lo levantaría otra vez por medio de Su muerte y resurrección. De este modo, el templo sería agrandado, y no estaría limitado sólo a Él. En resurrección Él entra en muchas personas para mezclarse con ellas; en esto consiste la edificación del templo. Sin embargo, puesto que las personas a quienes Él está edificando están llenas de toda clase de problemas, Juan nos muestra, empezando a partir del capítulo 3, cómo el Señor resuelve todos los problemas de ellas y satisface todas sus necesidades al entrar en ellas para ser su vida.
(
Base para la obra edificadora de Dios, La, capítulo 2, por Witness Lee)