EL PROPÓSITO DE LA ENCARNACIÓN,
MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL SEÑOR,
ES LA EDIFICACIÓN DE LA CASA DE DIOS
Quisiera resaltar y explicar brevemente tres puntos acerca de la lectura bíblica que se halla al comienzo de este capítulo. Primero, Juan 1 empieza diciendo que en el principio era la Palabra, que la Palabra era Dios, que en Él estaba la vida y que un día esta Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre los hombres. Éstas son palabras de gran trascendencia con una connotación profunda y amplia. Necesitamos tener un profundo entendimiento del trasfondo del Antiguo Testamento a fin de entender el significado de estas palabras.
Por ejemplo, Juan 1:4 dice: “En Él estaba la vida”. Al leer este versículo tenemos que conocer el trasfondo del Antiguo Testamento. Al comienzo del Antiguo Testamento, Génesis 2 dice que después que Dios hizo al hombre, lo puso frente al árbol de la vida. ¿Qué es exactamente el árbol de la vida? ¿Cuál es la razón por la cual Dios puso al hombre frente al árbol de la vida? Si usted se detiene en Génesis 2, le resultará difícil contestar estas preguntas. Sin embargo, si continúa leyendo, cuando llegue a Juan 1, encontrará una frase que dice: “En Él estaba la vida”. Esto significa que la vida que estaba relacionada con el árbol de la vida mencionado en Génesis 2, la vida que era misteriosa para el hombre, estaba en Él. En el principio era la Palabra, y en la Palabra estaba la vida.
Un día esta Palabra se hizo carne, o dicho de otro modo, la Palabra que era Dios entró en el hombre. Juan dice que éste era Dios que fijaba tabernáculo entre los hombres. Esto también tiene un trasfondo en el Antiguo Testamento. En los tiempos del Antiguo Testamento, había un tabernáculo entre los israelitas. Por medio del tabernáculo Dios moraba entre los israelitas para suplir todas sus necesidades. El Dios que moraba en el tabernáculo era de quien los israelitas obtenían el suministro para satisfacer todas sus necesidades en el desierto. El Dios que moraba en el tabernáculo era su luz; el Dios que moraba en el tabernáculo era su revelación; el Dios que moraba en el tabernáculo era su guía; el Dios que moraba en el tabernáculo era su suministro; y el Dios que moraba en el tabernáculo era para ellos la fuente de todo. Todos sus problemas eran resueltos por el Dios que moraba en el tabernáculo. Cuando estaban en guerra, el Dios que moraba en el tabernáculo peleaba por ellos. Cuando tenían necesidad de algo, el Dios que moraba en el tabernáculo venía a impartirles el suministro. Por consiguiente, en el desierto los israelitas lo recibían todo del tabernáculo, pues el Dios que estaba en el tabernáculo satisfacía todas sus necesidades. Si no hubiera existido el tabernáculo, o si el Dios que moraba en el tabernáculo se hubiera apartado de ellos, los israelitas no habrían encontrado solución a sus problemas ni habrían recibido el suministro para todas sus necesidades.
Ahora la Palabra se ha hecho carne; Dios ha entrado en el hombre. Juan dice que este acontecimiento era Dios que fijaba tabernáculo entre los hombres. Así como en el Antiguo Testamento el tabernáculo que estaba entre los israelitas era el centro de la unión de Dios con el hombre, de la misma manera este tabernáculo de Dios hecho carne es también el centro de la unión de Dios con el hombre. Así como en el Antiguo Testamento el tabernáculo era la fuente de todo suministro para los israelitas, del mismo modo este tabernáculo de Dios hecho carne es la fuente de todo suministro para el hombre. Por lo tanto, necesitamos tener un buen conocimiento del trasfondo bíblico para entender este punto; de lo contrario, no tendremos una comprensión completa.
En segundo lugar, Natanael se sorprendió cuando habló con el Señor porque el Señor lo vio debajo de la higuera antes de encontrarse con él. Sin embargo, el Señor le dijo: “Cosas mayores que éstas verás [...] Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre” (1:50-51). Creo que a estas alturas, hermanos y hermanas, ustedes ya saben a qué se refería el Señor Jesús aquí. Éste es el sueño de Jacob hecho realidad. Un día Jacob estaba en Bet-el, y en un sueño vio una escalera apoyada en la tierra, y su extremo tocaba el cielo; y los ángeles de Dios subían y descendían por ella (Gn. 28:12). Jacob dijo: “Esto no es otra cosa que la casa de Dios” (v. 17). Cuando él se levantó por la mañana, enseguida tomó la piedra que había puesto debajo de su cabeza, y la erigió como columna y derramó aceite encima de ella (v. 18). Entonces dijo: “Esta piedra que he erigido como columna será casa de Dios” (v. 22). Si ustedes permiten que este cuadro quede grabado en sus mentes y luego vuelven a leer lo que el Señor Jesús dijo, entenderán claramente su significado. Lo que Él dijo es que Él era la escalera que Jacob vio en el sueño. El Señor encarnado iba a unir la tierra con el cielo y a abrir el cielo a la tierra. Además, el resultado de unir el cielo con la tierra es que Dios obtendría una casa en la tierra.
Esto nos muestra que en el Evangelio de Juan, la meta y el resultado de la encarnación de Dios es que Dios se mezcle con el hombre para que sea producida la casa de Dios. Cuando el Señor se encarnó, en efecto Dios estaba fijando tabernáculo entre los hombres. Por lo tanto, el Señor mismo es una edificación producida por la mezcla de Dios y el hombre. El resultado de la encarnación es que el cielo es abierto a la tierra y la tierra se une con el cielo para que Dios pueda unirse con el hombre. Éste es el sueño de Jacob hecho realidad a fin de que Dios pueda obtener una casa sobre la tierra.
En tercer lugar, Juan 2 nos habla de cuando el Señor Jesús limpió el templo. Sabemos que lo que consta en la Biblia no se escribió de manera informal. El Señor Jesús hizo muchas cosas cuando estuvo en la tierra; sin embargo, entre todas ellas, el Espíritu Santo escogió, dejó por escrito y además describió aquellas que de manera especial tenían que ver con la verdad que Dios quiere revelar. Debido a esto, debemos creer que el Espíritu Santo tenía una intención específica al dejar por escrito en Juan 2 aquella ocasión en que el Señor Jesús limpió el templo.
En el versículo 18, después que el Señor limpió el templo, los judíos le preguntaron: “¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?”. El Señor Jesús les respondió y dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (v. 19). Ésta era la única señal que Él les mostraría. ¿No les parece esto extraño? Aquí el Señor Jesús se refirió a Sí mismo como el templo. ¿Qué es este templo? Es Dios hecho carne para entrar en el hombre y para unirse al hombre. Jesús de Nazaret era el templo. El Señor dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Todos sabemos que esto se refiere a la resurrección del Señor. Su encarnación fue la manera en que Él fijó tabernáculo entre los hombres; por lo tanto, Su cuerpo de carne era el templo de Dios. Los judíos lo iban a matar para destruir Su cuerpo, pero por medio de Su resurrección el Señor reedificaría Su cuerpo, el que los judíos destruirían. En otras palabras, Él iba a reedificar el templo que sería destruido por los judíos. Este tabernáculo, este templo, es el que un día haría que el cielo se abriera y que los ángeles de Dios ascendieran y descendieran sobre Él. Por consiguiente, el propósito del relato que hace Juan de estas cosas es mostrarnos únicamente que la encarnación, muerte y resurrección del Señor tenían como fin obtener un tabernáculo, un templo. Además, este tabernáculo, este templo, es la casa de Dios.
Lamentablemente, las personas raras veces prestan atención a estas cosas cuando leen el Evangelio de Juan. Tal vez se enteren al leer el Evangelio de Juan de que en el Señor estaba la vida y de que Él vino para que los hombres tengan vida. Sin embargo, eso no es suficiente. Debemos preguntar entonces: “¿Cuál es el propósito de que la vida esté en Él y de que Él haya venido para que el hombre tenga vida? ¿Qué quiere Él lograr al ser vida y al entrar en el hombre para ser su vida?”. Hermanos y hermanas, no sé si alguna vez hayan tenido esta pregunta. Hemos dicho repetidas veces que Él entró en el hombre en forma de alimento para ser su vida, a fin de que éste le disfrute. Ahora debemos preguntar: “¿Cuál es el propósito de que Él entre en el hombre para ser su vida y para que éste le disfrute? ¿Cuál es el resultado de esto?”.
Anteriormente, dijimos que al nacer nosotros medíamos un poco más de treinta centímetros y pesábamos unas siete u ocho libras, pero que hemos crecido en estatura y tamaño al ser edificados. ¿Cómo fuimos edificados? Al comer pollo, pato, pescado, carne, arroz, fideos y verduras. Al comer y digerir día tras día, fuimos creciendo lentamente hasta ser la persona que hoy somos, altos y pesados. Recuerden que la digestión equivale al crecimiento, a la edificación. Igualmente el hecho de que Dios entre en nosotros en forma de alimento para ser digerido en nosotros y ser nuestra vida tiene como propósito la edificación de Su Cuerpo espiritual.
La Biblia nos muestra que este Cuerpo es una casa. En Efesios el apóstol, por un lado, dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y, por otro, dice que la iglesia es una casa espiritual (1:22-23; 2:19-22). Con respecto a nosotros, nuestro cuerpo es nuestra casa. Hablando con propiedad, nosotros moramos en nuestro cuerpo. En 2 Corintios 5 el apóstol nos dice que nuestro cuerpo es una morada temporal y que un día seremos revestidos con un cuerpo resucitado, el cual es una morada eterna (vs. 1-3). Cuando una persona está próxima a irse de este mundo, solemos decir que va a partir, es decir, que va a dejar su cuerpo. Esto concuerda con lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que un cuerpo es una casa. La iglesia es el Cuerpo de Cristo y también es la casa de Dios. Por consiguiente, la intención de Dios al entrar en el hombre en forma de alimento, al ser digerido en el hombre y al ser vida para el hombre es edificar el Cuerpo de Cristo, esto es, edificar Su casa.
En la encarnación el Señor se vistió de un cuerpo humano, como un solo individuo, y dicho cuerpo era muy limitado. Sin embargo, el Cuerpo que Él edificó después de Su muerte y resurrección no se limita a un solo individuo, sino que incluye a todos los que le pertenecen y han existido a través de los siglos y en toda la tierra. Si usted entiende que la historia del Evangelio de Juan no está limitada por el tiempo ni el espacio, entonces sabrá que hoy el Señor Jesús todavía está aquí “resucitando”. No sé si entienden esta afirmación. Esto significa que hoy el Señor Jesús todavía está realizando la obra de resurrección. El templo que destruyeron los judíos bajo la instigación de Satanás era únicamente el cuerpo del Señor en la carne; pero el templo que Él edificó después de Su resurrección es un templo agrandado que incluye a todos los que creen en Él a través de los siglos y en toda la tierra. Hoy este templo todavía está en el proceso de edificación. Es por ello que dije que el Señor todavía está realizando hoy la obra de resurrección.
Ahora veremos el propósito por el cual el Señor vino a ser vida, según se muestra en el Evangelio de Juan. Él vino para ser vida a fin de que Dios y el hombre puedan unirse para ser un edificio, una casa. Esta casa es el templo de Dios, la casa de Dios. Aunque esto se muestra claramente en Juan, lamentablemente muchos, cuando leen este libro, no lo ven fácilmente. Cuando las personas leen expresiones como tabernáculo, destruid y en tres días levantaré el templo, y el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre, les resulta muy difícil entender el significado. Pero después de haberles explicado esto, creo que ahora todos entienden claramente. Juan nos muestra que cuando Dios se hizo hombre y vino para ser la vida del hombre, Su intención era tener un tabernáculo entre los hombres, y dicho tabernáculo era el templo de Dios. Aunque este templo fue destruido, el Señor por medio de Su resurrección reedificó el templo y también lo agrandó. Este templo está unido al cielo y hace que los cielos sean abiertos. Ésa fue la escena que se vio en Bet-el. Por lo tanto, el que Cristo llegue a ser la vida del hombre tiene como finalidad edificar Bet-el, la casa de Dios.
(
Base para la obra edificadora de Dios, La, capítulo 2, por Witness Lee)