Base para la obra edificadora de Dios, La, por Witness Lee

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EL ESPÍRITU SANTO VIENE COMO EL SEÑOR EN OTRA FORMA PARA ENTRAR EN NOSOTROS

Los versículos del 10 al 17 dicen: “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras. Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí; y si no, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque Yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré. Si me amáis, guardaréis Mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. Esta sección nos dice que el Espíritu Santo estará con nosotros.

El versículo 18 dice: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Es sorprendente ver como aquí las palabras del Señor dan un giro. Los versículos 16 y 17 dicen que el Espíritu Santo vendría, pero el versículo 18 dice que el Señor mismo vendría. Tengan presente que el Espíritu Santo es el Señor mismo. El Señor que dice “vengo”, en el versículo 18, es el Espíritu que “permanece”, en el versículo 17. Por lo tanto, el Espíritu Santo es la transfiguración del Señor, el Señor que cambia de forma. Podemos comparar esto al vapor que se convierte en agua cuando está a cierta temperatura, cambiando de forma, de modo que podemos afirmar que el agua es la transfiguración del vapor. Si la temperatura desciende al punto de congelación, el agua se congelaría convirtiéndose en hielo, el cual es la transfiguración del agua, puesto que tiene otra forma. Por lo tanto, ya sea que hablemos de vapor, agua o hielo, hablamos de una misma cosa. Éste es un buen ejemplo para explicar el hecho de que Dios es tres y a la vez uno. El Hijo es la corporificación del Padre, y el Espíritu es la transfiguración del Hijo. Por un lado, tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu; por otro, el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno solo.

Tengan presente que aunque el Señor Jesús era Dios hecho carne, Él sólo podía estar entre los hombres; es decir, no podía entrar en el hombre. Necesitaba ser transfigurado en el Espíritu Santo a fin de entrar en el hombre. Una vez que fue transfigurado en el Espíritu Santo, no sólo pudo estar entre los hombres y con ellos, sino también pudo entrar en ellos y morar dentro de ellos. Es por ello que en el capítulo 15 el Señor dijo repetidas veces que Él estaría en ellos y ellos en Él. Mientras aún estaba en la carne, Él sólo podía decir: “Yo estoy en medio vuestro”, mas no: “Yo estoy en vosotros”. Fue sólo después que resucitó de los muertos y fue transfigurado en el Espíritu Santo que Él pudo entrar en el hombre. Esta transfiguración Suya es el “otro Consolador” enviado por Dios. Esto es como el agua derretida del hielo que a la vez sigue siendo hielo. Aunque podemos decir que el hielo y el agua son dos cosas, una vez que el hielo se derrite, es agua. De la misma manera, aunque podemos afirmar que el Señor Jesús y el Espíritu Santo son dos, en realidad son uno solo.

Ser transfigurados, transformados, es cambiar de una forma a otra. Anteriormente, el Señor estaba en la carne, pero por medio de la muerte y la resurrección Él fue transfigurado en el Espíritu. Por lo tanto, en realidad el “otro Consolador” no es otra persona, sino la misma persona que ha sido transfigurada y ha adquirido otra forma. Por lo tanto, el Espíritu mencionado en los versículos 16 y 17 es el Señor mismo que en el versículo 18 dice: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”.

Es difícil traducir de manera precisa la palabra “vengo” en este versículo. Cuando el Espíritu Santo inspiró la Biblia, usó palabras muy particulares en estos pasajes. El significado en el idioma original es: “No os dejaré huérfanos; Mi ida es Mi venida”. Por lo tanto, este versículo puede traducirse apropiadamente como: “Vengo a vosotros”, pues la ida del Señor no significaba que los iba a abandonar; no, Su ida era Su venida. Además, Él no venía al lugar donde ellos estaban, sino que más bien venía a entrar en ellos. Esto una vez más no tiene que ver con un lugar, sino con una persona.

(Base para la obra edificadora de Dios, La, capítulo 3, por Witness Lee)