EL PROCESO DE LA OBRA
EDIFICADORA DE DIOS
EN LOS ESCRITOS DE JUAN
Hemos señalado repetidas veces que el resultado de la obra de Dios a través de los siglos es que Él obtiene una ciudad, la Nueva Jerusalén. Esto se afirma claramente en los escritos de Juan. Juan escribió su evangelio, también escribió sus epístolas, y al final escribió el Apocalipsis. Los mensajes que transmiten estas tres secciones están vinculados y no pueden separarse. Por consiguiente, si queremos entender los escritos de Juan, no podemos leer simplemente su evangelio, ni solamente sus epístolas y, del mismo modo, tampoco podemos leer solamente su libro de Apocalipsis. Tenemos que leer estas tres partes de sus escritos juntas para ver un cuadro completo.
Al comienzo Juan dice que Dios se hizo carne y fijó tabernáculo entre los hombres (Jn. 1:14). Más tarde, dice que este tabernáculo edificado por medio de la encarnación era un templo, la casa de Dios (2:21). Satanás quiso destruir este templo, pero el Señor lo levantó por medio de la resurrección (v. 19). Después de esto, también nos dice que el que tiene la novia es el novio (3:29). El Señor, quien se encarnó, quien fijó tabernáculo entre los hombres, quien edificó el templo, es el Novio.
Ahora podemos ver que tenemos el tabernáculo, el templo (que es la casa) y al Novio, quien viene por la novia. ¿Qué es este tabernáculo? ¿Qué es esta casa? ¿Quién es esta novia? Al comienzo es difícil entender esto. Sin embargo, si continuamos leyendo, llegaremos al versículo en el que el Señor dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (15:4). Esto tiene un significado doble. Por un lado, nos habla de que nosotros y el Señor permanecemos mutuamente; esto tiene que ver con la casa. Por otro, nos habla de la unión mutua que existe entre nosotros y el Señor; esto tiene que ver con la novia y el Novio. Tengan presente que Juan 14, 15, 16 y 17 hablan de estos asuntos. Después que el Señor resucitó de los muertos y se infundió en los discípulos mediante Su soplo, o sea, cuando el Espíritu Santo entró en ellos, el Señor mismo entró en ellos. Entonces el Señor obtuvo en realidad una morada en los discípulos. Desde entonces, la casa llegó a existir.
En la primera epístola escrita por Juan, él dice: “Os anunciamos la vida eterna [...] para que también vosotros tengáis comunión [...] con el Padre, y con Su Hijo” (1:2-3). “La unción que vosotros recibisteis de Él permanece en vosotros [...] así como ella os ha enseñado, permaneced en Él [el Señor]” (2:27). “En esto conocemos que permanecemos en Él [Dios], y Él en nosotros, en que [Dios] nos ha dado de Su Espíritu” (4:13). “Esta vida [eterna] está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (5:11-12). “El Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer a Aquel que es verdadero; y estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios” (v. 20). Este verdadero Dios implica la historia completa de Dios en Su encarnación, muerte, resurrección, el haber entrado en el hombre como Espíritu y el llegar a ser la vida del hombre. En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios simplemente era Dios. Sin embargo, en los tiempos del Nuevo Testamento este Dios se hizo carne, murió y resucitó, y también entró en nosotros como Espíritu para unirse a nosotros. Todos estos pasos están implícitos en “el verdadero Dios”. Ahora podemos entender esto claramente.
Cuando leemos hasta el final de Apocalipsis, vemos que aparece una ciudad. Esta ciudad es el tabernáculo que Dios ha edificado entre los hombres. Esta ciudad también es la novia del Cordero. Ahora hemos encontrado todo aquello de lo que Juan nos habla de principio a fin. Él dice que el que tiene la novia es el novio. ¿Quién es la novia? La novia es la ciudad. La ciudad también es el tabernáculo. Al mismo tiempo, esta ciudad es el templo, porque Juan nos dice: “No vi en ella templo” (Ap. 21:22). La ciudad es el agrandamiento del templo. Además, Apocalipsis nos muestra al Dios Triuno que mora plenamente en el pueblo redimido. De este modo, al final de Apocalipsis ustedes ven que las cosas que Juan menciona al comienzo se han cumplido plenamente. La Nueva Jerusalén es el tabernáculo edificado por Dios. Ella es la morada de Dios, la casa de Dios y la novia de Dios. Éste es el tema central de los escritos de Juan.
(
Base para la obra edificadora de Dios, La, capítulo 8, por Witness Lee)