Base para la obra edificadora de Dios, La, por Witness Lee

Más extractos de este título...

LA MORADA ETERNA DE DIOS Y EL HOMBRE ES LA EDIFICACIÓN PRODUCIDA POR LA MEZCLA DE DIOS Y EL HOMBRE

Creo que después de leer estos mensajes todos ustedes pueden ver claramente que con respecto a nosotros los que somos salvos, nuestra morada eterna no está en ninguno de estos lugares del universo: en el cielo, en la tierra o debajo de la tierra. Muchas veces decimos que la tierra es donde nosotros moramos como peregrinos. Incluso la gente del mundo confiesa que la vida humana es un peregrinaje. La tierra es el lugar donde el hombre transita en su viaje como peregrino. Debajo de la tierra está el Hades, y en el Hades está el Paraíso, el lugar del seno de Abraham, donde las almas de los santos que han fallecido son consoladas. Este lugar tampoco es la morada eterna de los que son salvos. Cuando el Señor regrese, las almas de los santos que han muerto se levantarán del Paraíso en el Hades, serán revestidas de un cuerpo resucitado y transfigurado, y luego serán arrebatadas al aire junto con los santos que viven y aún quedan, para ir al encuentro del Señor. Más tarde, la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, descenderá del cielo, y luego Dios morará con nosotros para siempre. De manera que ni siquiera el cielo es la morada eterna de los santos. Nuestra morada eterna es la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén descenderá del cielo para el tiempo del cielo nuevo y la tierra nueva.

Muchos de los himnos del cristianismo dicen que el cielo es nuestro hogar. Éste es un concepto erróneo. Desde el tiempo de nuestra resurrección y arrebatamiento hasta que descienda del cielo la Nueva Jerusalén, transcurrirán, cuando mucho, mil años. El concepto humano es que la intención de Dios es salvar al hombre y llevarlo a cierto lugar. Pero cuando leemos la palabra de Dios, nos damos cuenta de que Dios no tiene como meta llevarnos a un lugar, sino que la meta es Él mismo. La intención de Dios es salvar al hombre para introducirlo en Dios mismo. Dios tiene esto como la meta de Su salvación.

Esto no sólo tiene que ver con la salvación que Dios nos otorga, sino también con el propósito eterno de Dios. El propósito eterno de Dios es que el hombre se mezcle con Él. Es por ello que siempre decimos que Dios está forjándose en el hombre y forjando al hombre en Sí mismo. Esto no tiene que ver con el tiempo o el espacio, sino con personas. Por lo tanto, la Biblia nos muestra repetidas veces que Dios desea mezclarse con el hombre y tomar al hombre como su morada. Dios dice: “El cielo es Mi trono, / y la tierra estrado de Mis pies. / ¿[...] dónde está el lugar de Mi reposo?” (Is. 66:1). Lo que Dios desea en Su corazón y lo que procura obtener es aquel de espíritu contrito y que tiembla a Su palabra (v. 2). Por esta razón, ni el cielo ni la tierra es el lugar de Su reposo; el lugar de Su reposo es el hombre. No obstante, los que conocían a Dios en los tiempos del Antiguo Testamento revelaron sus anhelos por medio de su gemir y sus oraciones. Ellos deseaban morar en la casa de Dios todos los días de su vida (Sal. 23:6; 27:4). Ellos comprendieron que no había ningún lugar en el universo donde pudieran morar. Sólo Dios era su morada.

Todos los versículos anteriores nos revelan que el deseo que Dios tiene es tomar al hombre como Su morada y que el hombre le tome como su morada. Es por ello que en el Nuevo Testamento vemos que se repite tantas veces la preposición en, sobre todo en el Evangelio de Juan: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (14:20). Con esto vemos que Dios mora en el hombre para que el hombre more también en Dios. Por lo tanto, cuando llegamos a 1 Juan, leemos lo siguiente: “En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros, en que nos ha dado de Su Espíritu” (4:13). El hecho de que Él nos dé del Espíritu equivale a que Él derrame aceite sobre nosotros como las piedras que somos (Gn. 28:18-19a). Esto es Bet-el, la casa de Dios. Cuando el Espíritu entra en nosotros, Dios mora en nosotros y nosotros moramos en Él. En esto consiste la casa de Dios.

(Base para la obra edificadora de Dios, La, capítulo 7, por Witness Lee)