A SU REGRESO
Pero surge la pregunta: ¿Cómo fueron pastoreados e instruidos estos nuevos conversos? ¿Cómo fueron establecidas las iglesias recién fundadas? Al estudiar la Palabra encontramos que la jira misionera de los apóstoles consistió en un viaje de ida y otro de regreso. En su viaje de ida su interés primordial era fundar iglesias. En su viaje de retorno su ocupación principal era edificarlas.
“Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (14:21-22). Aquí vemos que Pablo y Bernabé regresan para hacer obra de construcción en las iglesias ya fundadas; pero como antes, en su viaje de ida, así ahora, en el de regreso, nunca se arraigan en un solo lugar.
Está claro entonces que los apóstoles no se movían de lugar en lugar simplemente fundando iglesias; también hacían obra definida de construcción. El simple hecho de fundar iglesias sin establecerlas sería como dejar a los niños recién nacidos a sus propios recursos. El punto a notar aquí es que, mientras que la instrucción de los nuevos conversos y la edificación de las iglesias era una parte vital de la obra de los apóstoles, ellos no lo hacían arraigándose en un lugar, sino más bien visitando los lugares donde habían estado antes. Ni en la obra inicial de la predicación del evangelio, ni en su obra subsecuente de establecer las iglesias, se radicaban los apóstoles permanentemente en un solo lugar.
Antes de irse de un sitio en donde había sido fundada una iglesia y se había realizado alguna obra de construcción, nombraban ancianos para que tomaran la responsabilidad allí (14:23). Esta es una de las partes más importantes de la obra de un apóstol. (Este asunto será considerado más a fondo en un capítulo posterior).
Así trabajaron los primeros apóstoles, y la bendición del Señor reposaba sobre sus labores. Bien haremos si seguimos sus pasos, pero debemos comprender claramente que, aun cuando adoptemos métodos apostólicos, a menos que tengamos una consagración apostólica, una fe apostólica, y poder apostólico, no veremos los resultados apostólicos. No nos atrevemos a menospreciar el valor de los métodos apostólicos —son absolutamente esenciales si vamos a tener frutos apostólicos— pero no debemos pasar por alto la necesidad de la espiritualidad apostólica, y no debemos temer la persecución que recae sobre los apóstoles.
(Vida cristiana normal de la iglesia, La, capítulo 2, por Watchman Nee)