Vida cristiana normal de la iglesia, La, por Watchman Nee

EL MINISTERIO, LA OBRA Y LAS IGLESIAS

En los anteriores capítulos de este libro ya hemos visto lo que son el ministerio, la obra y las iglesias locales. En este capítulo hemos visto la conexión que existe entre el ministerio y la iglesia local, y también la diferencia entre la iglesia y la obra. Ahora podemos considerar de manera más minuciosa la relación entre el ministerio, la obra y las iglesias, a fin de ver claramente cuál es su posición, cómo funcionan, cuáles son sus esferas respectivas, y cómo se relacionan entre si.

En Hechos 13 vimos que Dios había establecido una de Sus iglesias en cierta localidad; luego, El dio dones a unos cuantos individuos en esa iglesia para equiparlos a fin de que ministraran allí como profetas y maestros, con el propósito de que la iglesia fuera edificada. Estos profetas y maestros constituían el ministerio en esa iglesia. Cuando estos ministros alcanzaron cierto grado de madurez espiritual en vida y en dones, Dios envió a dos de ellos a laborar en otros lugares, y la historia se repitió en las iglesias establecidas por esos dos apóstoles.

¿No ve usted aquí la relación entre las iglesias, el ministerio y la obra? (1) Dios establece una iglesia en una localidad. (2) El levanta hombres dotados en la iglesia para el ministerio. (3) El envía a la obra a algunos de estos hombres especialmente equipados. (4) Estos hombres establecen iglesias en diferentes lugares. (5) Dios levanta otros hombres dotados de entre estas iglesias para el ministerio de edificarlas. (6) Algunos de éstos, a su vez, son lanzados a laborar en otros campos. De este modo, la obra produce directamente las iglesias, y las iglesias producen indirectamente la obra. Así que, las iglesias y la obra progresan, moviéndose en un ciclo continuo en el cual la obra siempre da por resultado directo la fundación de iglesias, y las iglesias siempre dan por resultado indirecto la extensión de la obra.

Tocante a los hombres dotados levantados por Dios para el ministerio, ellos laboran tanto en las iglesias como en la obra. Cuando están en su propia localidad, ellos procuran edificar a la iglesia. Cuando están en otros lugares, llevan la carga de la obra. Cuando están en la iglesia local, son profetas y maestros. Cuando son enviados a otros lugares, son apóstoles. Los hombres son los mismos, en el lugar de origen o en otras partes, pero sus ministerios cambian según la esfera de su servicio. Los profetas y los maestros (y los pastores y los evangelistas), cuya esfera es local, más los apóstoles, cuya esfera es extra-local, constituyen el ministerio. Aquéllos sirven a las iglesias y éstos a la obra, así que el ministerio ha sido diseñado por Dios para satisfacer la necesidad espiritual en ambas esferas. En esto vemos de nuevo la relación entre las iglesias, el ministerio y la obra. La obra es producida por las iglesias, las iglesias son fundadas como resultado de la obra, y el ministerio sirve tanto a las iglesias como a la obra.

En el capítulo cuatro de Efesios vemos que la esfera del ministerio es el Cuerpo de Cristo, el cual puede ser expresado localmente como una iglesia, o extra-localmente como la obra. También es por esta razón que los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los maestros están ligados, aun cuando en realidad la esfera de la obra de un apóstol es muy diferente a la de los otros tres. Pero todos pertenecen al único ministerio, cuya esfera de servicio es el Cuerpo de Cristo. Estos dos grupos de hombres son responsables de la obra del ministerio, los de un grupo son dotados por el Espíritu para ser capacitados a fin de servir a la iglesia local, y los del otro, son llamados de entre aquellos dotados para servirle a El en lugares distintos y reciben un oficio además de sus dones. Aquellos que han sido dotados usan sus dones para servir a la iglesia por medio de servir a la iglesia en su localidad. Los que tienen tanto dones como comisión apostólica sirven a la iglesia por medio de servir a las iglesias en diferentes localidades.

Dios usa a estos hombres para impartir Su gracia a la iglesia. Sus diversos dones les capacitan para transmitir la gracia de la Cabeza al Cuerpo. El ministerio espiritual no es otra cosa que ministrar a Cristo a Su pueblo. La intención de Dios al dar estos hombres como dones a Su iglesia fue que el Cristo conocido y experimentado personalmente por ellos fuera ministrado a Su pueblo mediante los dones del Espíritu. Ellos fueron dados a la iglesia “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.

Por consiguiente, en el ministerio tenemos los profetas y otros ministros, quienes usan sus dones para servir a la iglesia local, mientras que los apóstoles, mediante su oficio y sus dones, sirven a todas las iglesias. El ministerio de estos dos grupos de hombres es de gran importancia, porque toda la obra de Dios —local y extra-local— está en manos de ellos. Esa es la razón por la cual la Palabra de Dios declara que la iglesia de Dios se edifica sobre el fundamento de los apóstoles y profetas.

En los oficios instituidos por Dios vemos que los ancianos ocupan el lugar principal en la iglesia local, mientras que los apóstoles no tienen ningún cargo allí. Los apóstoles, por otra parte, tienen el oficio principal en la obra, mientras que los ancianos no tienen lugar allí. Los apóstoles tienen la primacía en la iglesia universal y los ancianos ocupan el primer lugar en la iglesia local. Cuando veamos la diferencia entre los respectivos oficios de apóstol y anciano, entenderemos por qué los dos siempre se mencionan juntos (Hch. 15:2, 4, 6, 22-23). Los apóstoles y los ancianos son los más altos representantes de la iglesia y de las iglesias. Los apóstoles ocupan el oficio más alto en la obra, pero en la iglesia local ellos —como apóstoles— no ocupan ningún cargo en absoluto; los ancianos, por otra parte, ocupan el oficio principal en la iglesia local, pero como ancianos no tienen ningún lugar en la obra.

En la iglesia local hay dos departamentos de servicio, uno relacionado con el manejo administrativo, y el otro con el ministerio espiritual. Los cargos están relacionados con el manejo administrativo de la iglesia y son ocupados por los ancianos y los diáconos. Los dones están relacionados con el ministerio de la iglesia y son desempeñados por los profetas y los maestros (y los evangelistas). Los ancianos y los diáconos son responsables del manejo de la iglesia, mientras que los profetas y los maestros se encargan principalmente de las reuniones de la iglesia. Si los diáconos y los ancianos son también profetas y maestros, entonces ellos pueden manejar los asuntos de la iglesia y al mismo tiempo pueden ministrar a la iglesia en las reuniones. Debemos diferenciar entre los ancianos y los ministros. En la vida cotidiana, son los ancianos quienes gobiernan la iglesia, pero en las reuniones para la edificación, son los ministros los que han sido ordenados por Dios para servir a la iglesia. Debe repetirse aquí que los ancianos, como tales, son nombrados para el gobierno de la iglesia y no para las reuniones de edificación de la iglesia. En 1 Corintios 14, donde se trata de las reuniones, los ancianos no se mencionan para nada. Pero los ancianos, para ser eficientes, también deben tener el don para ser profeta, maestro, pastor o evangelista. Sin embargo, debe recordarse que cuando ministran en las reuniones, lo hacen, no en calidad de ancianos, sino como profetas, maestros u otros ministros. Es como profetas, maestros u otros ministros que los ancianos tienen parte en el ministerio. En 1 Timoteo 5:17 pone en claro que la esfera regular de su servicio es gobernar, pero algunos de ellos podrían (no necesariamente todos) también enseñar y ministrar.

Así que el ministerio, la obra y las iglesias son muy diferentes en función y en esfera, pero realmente están coordinados y relacionados entre sí. En el capítulo cuatro de Efesios se habla del Cuerpo de Cristo, pero no se hace distinción allí entre las iglesias, la obra y el ministerio. Los santos de las iglesias, los apóstoles de la obra y los diversos ministros del ministerio, son considerados a la luz del Cuerpo de Cristo y en relación con el mismo. Esto se debe a que, trátese de la iglesia local, del ministerio o de la obra, todos están en la iglesia. En realidad, son uno; de manera que, aunque es necesario distinguir entre ellos para entenderlos mejor, realmente no podemos separarlos. Aquellos que están en las diferentes esferas de la iglesia necesitan ver la realidad del Cuerpo de Cristo y actuar coordinadamente como un cuerpo. No deben, por las diferencias de sus responsabilidades, acomodarse en compartimientos herméticos. ‘La iglesia, la cual es Su cuerpo’, incluye las iglesias, el ministerio y la obra. Las iglesias son el Cuerpo expresado localmente, el ministerio es el Cuerpo en función, y la obra es el Cuerpo procurando crecer. Los tres son diferentes manifestaciones del único Cuerpo, así que todos son interdependientes y están relacionados entre sí. Ninguno puede moverse, ni siquiera existir, por sí solo. De hecho, su relación es tan íntima y vital que ninguno puede estar correcto en sí sin estar correctamente ajustado a los otros. La iglesia no puede avanzar sin recibir la ayuda del ministerio y sin dar ayuda a la obra; la obra no puede existir sin la solidaridad del ministerio y el apoyo de la iglesia; y el ministerio puede funcionar sólo cuando existen la iglesia y la obra.

Esto es de suma importancia. En los capítulos anteriores hemos procurado mostrar las funciones y esferas respectivas del ministerio, de la obra y de las iglesias; ahora el peligro está en que, no habiendo entendido la naturaleza espiritual de las cosas de Dios, tratemos no sólo de distinguir entre ellos, sino de dividirlos en unidades separadas, perdiendo así la correlación del Cuerpo. Por muy claras que sean las distinciones entre ellos, debemos recordar que todos están en la iglesia. Por lo tanto, deben moverse y actuar como uno, porque no obstante sus funciones y esferas específicas, todos están en un solo Cuerpo.

De manera que por una parte diferenciamos entre ellos a fin de entenderlos, y por otra, debemos tener en cuenta que todos están relacionados como un cuerpo. No es que unos cuantos hombres dotados, reconociendo sus propias habilidades, se encarguen de ministrar con los dones que poseen, ni que algunas personas, conscientes del llamamiento, se unan como una asociación de trabajo, y tampoco que un grupo de personas que tengan la misma opinión se unan y digan que son una iglesia. Todo debe hacerse basado en el Cuerpo. La iglesia es la vida del Cuerpo en miniatura; el ministerio es el funcionamiento del Cuerpo en servicio; la obra es la extensión del Cuerpo en crecimiento. Ni la iglesia, ni el ministerio, ni la obra pueden existir como una entidad separada. Cada uno tiene que obtener su existencia del Cuerpo, encontrar su lugar en el Cuerpo, y laborar por el bien del Cuerpo. Los tres son del Cuerpo, están en el Cuerpo, y existen para el Cuerpo. Si este principio de relación con el Cuerpo y correlación entre sus miembros no es reconocido, no puede haber iglesia, ni ministerio, ni obra. La importancia de este principio no puede enfatizarse lo suficiente, porque sin él todo es obra de hombres, no creación de Dios. El principio básico del ministerio es el Cuerpo. El principio básico de la obra es el Cuerpo. El principio básico de las iglesias es el Cuerpo. Hoy en día, el Cuerpo es la ley que gobierna la vida y la obra de los hijos de Dios.

(Vida cristiana normal de la iglesia, La, capítulo 9, por Watchman Nee)