COMO CONSERVAR EL CARACTER LOCAL
DE LAS IGLESIAS
Puesto que las iglesias de Dios son locales, debemos tener cuidado en conservar su carácter local, su esfera local, y sus límites locales. Una vez que una iglesia pierde éstos, deja de ser una iglesia bíblica. Dos cosas requieren atención especial si ha de salvaguardarse el carácter local de una iglesia.
En primer lugar, ningún apóstol debe ejercer control en calidad oficial alguna sobre una iglesia. Eso es contrario al orden de Dios, y destruye su carácter local al poner el sello de un ministro extra-local sobre ella. Ningún apóstol tiene autoridad para establecer una iglesia privada en ningún lugar. La iglesia pertenece a la localidad, no al obrero. Cuando la gente es salva por mediación de algún hombre, ellos pertenecen a la iglesia del lugar en donde viven, no al hombre a través del cual fueron salvos, ni a la organización que él representa. Si una o más iglesias son fundadas por determinado apóstol y ese apóstol ejerce autoridad sobre ellas como si pertenecieran a él o a su sociedad en un sentido especial, entonces esas iglesias se convierten en sectas, porque no se separan de otros cristianos (que hayan sido salvos por medio de otros apóstoles) sobre el terreno de la diferencia de la localidad, sino sobre el terreno de la diferencia de los medios de su salvación. Así los apóstoles se convierten en jefes de diferentes denominaciones, y su esfera resulta ser la esfera de sus denominaciones respectivas, mientras que las iglesias sobre las cuales ejercen control se convierten en sectas, cada una llevando la característica especial de su líder, en vez de la característica de una iglesia local.
La epístola a los Corintios arroja luz sobre este tema. Había división entre los creyentes en Corinto sencillamente porque ellos no comprendían el carácter local de la iglesia e intentaban hacer a diferentes apóstoles —Pablo, Apolos y Cefas— el terreno de su comunión. Si hubieran entendido la base ordenada divinamente para la división de la iglesia, nunca hubieran podido decir: “Yo soy de Pablo” o “yo soy de Apolos”, o “yo de Cefas” porque, a pesar de su amor especial hacia ciertos líderes, ellos hubieran comprendido que no pertenecían a ninguno de ellos sino a la iglesia en la localidad en donde vivían.
Ningún obrero puede ejercer control sobre una iglesia ni darle su nombre a ella, o el nombre de la sociedad que él representa. La desaprobación divina siempre estará sobre “la iglesia de Pablo” o “la iglesia de Apolos” o “la iglesia de Cefas.” En la historia de la iglesia ha sucedido con frecuencia, cuando Dios ha dado una luz o una experiencia especiales a algún individuo, que esa persona ha acentuado la verdad especial revelada o experimentada, y ha reunido en torno suyo gente que ha apreciado su enseñanza, con el resultado de que el líder, o la verdad que ha hecho resaltar, se ha convertido en el terreno de la comunión. Así se han multiplicado las sectas. Si el pueblo de Dios pudiera solamente ver que el objeto de todo ministerio es la fundación de iglesias locales y no el agrupamiento de cristianos alrededor de alguna persona, verdad o experiencia particulares, ni bajo alguna organización particular, entonces la formación de sectas se evitaría. Nosotros que servimos al Señor debemos estar dispuestos a soltar nuestros lazos sobre todos aquellos a quienes hemos ministrado, y permitir que todos los frutos de nuestro ministerio pasen a las iglesias locales gobernadas totalmente por hombres locales. Debemos ser escrupulosamente cuidadosos en no permitir que el colorido de nuestra personalidad destruya el carácter local de la iglesia, y siempre debemos servir a la iglesia, nunca controlarla. Un apóstol es siervo de todos y amo de nadie. Ninguna iglesia pertenece al obrero; pertenece a la localidad. Si los hombres utilizados por Dios durante toda la historia de la iglesia, hubieran visto claramente que todas las iglesias de Dios pertenecen a sus respectivas localidades y no al obrero u organización utilizados en su fundación, no tendríamos hoy tantas diferentes denominaciones.
Otra cosa es esencial para la conservación del carácter local de la iglesia: su esfera no debe ampliarse más que la esfera de la localidad. El método actual de vincular grupos de creyentes de diferentes lugares que mantienen los mismos conceptos doctrinales, e incorporarlos en una iglesia, no tiene fundamento bíblico. Lo mismo sucede con la costumbre de considerar a una misión como centro, uniendo a todos los salvos o auxiliados por ellos para constituir una “iglesia” de esa misión. Tales “iglesias” en realidad son sectas, porque están circunscritas por los límites de un credo particular o una misión especial, no por los límites de la localidad ni dentro de ella.
La razón por la cual Dios no aprueba el establecimiento de iglesias que combinen grupos de creyentes de diferentes lugares, es que así se destruye la base ordenada divinamente para la formación de iglesias. Cualquier “iglesia” formada con una misión como su centro está destinada a ser otra cosa que una iglesia local, porque dondequiera que hay un centro hay también una esfera, y si el centro de la iglesia es una misión, entonces obviamente su esfera no es la esfera bíblica de localidad sino la esfera de la misión. Claramente carece de la característica de una iglesia y sólo puede ser considerada como una secta. En el propósito de Dios, Jesucristo es el centro de todas las iglesias, y la localidad es la esfera de ellas.
Siempre que un líder especial, o una doctrina específica, o alguna experiencia, credo u organización, llega a ser un centro para reunir a los creyentes de diferentes lugares, entonces, debido a que el centro de tal federación eclesiástica no es Cristo, se entiende que su esfera no será la esfera local. Y en dondequiera que la esfera de localidad divinamente designada es desplazada por una esfera de invención humana, no puede reposar la aprobación divina. Los creyentes dentro de tal esfera tal vez amen verdaderamente al Señor, pero tienen otro centro aparte de El, y es natural que el segundo centro se convierta en el que controla. Es contrario a la naturaleza humana hacer hincapié en lo que tenemos en común con otros; siempre ponemos énfasis a lo nuestro en particular. Cristo es el centro común de todas las iglesias, pero cualquier grupo de creyentes que tenga un líder, una doctrina, una experiencia, un credo o una organización como centro de comunión, encontrará que ese centro se convierte en el centro, y es aquel centro por el cual determinan quiénes pertenecen a ellos y quiénes no. El centro siempre determina la esfera, y un segundo centro creará una esfera que divide los que se adhieran a ese centro de los que no.
Cualquier cosa que llegue a ser un centro para unir a los creyentes de diferentes lugares, creará una esfera que incluye a todos los creyentes que se adhieran a ese centro y excluirá a todos los que no lo hagan. Esta línea divisoria destruirá el límite de localidad señalado por Dios y, en consecuencia, destruirá la naturaleza misma de las iglesias de Dios. Así que los hijos de Dios deben cuidarse de tener otro centro de unión aparte de Cristo, porque cualquier unión extra-local de creyentes alrededor de un centro que no sea el Señor amplía la esfera de comunión más allá de la esfera de localidad perdiéndose así la característica específica de las iglesias de Dios. ¡No hay otras iglesias en las Escrituras sino las iglesias locales!
(
Vida cristiana normal de la iglesia, La, capítulo 4, por Watchman Nee)