Vida cristiana normal de la iglesia, La, por Watchman Nee

EL NOMBRAMIENTO

Hemos visto que los apóstoles mismos no podían quedarse con los nuevos creyentes para pastorearlos y tomar la responsabilidad de la obra localmente. Entonces, ¿cómo se cuidaba de los nuevos conversos y cómo se efectuaba la obra? Los apóstoles no pidieron que se enviara hombres desde Antioquía para pastorear los rebaños, ni se quedó uno de ellos para llevar la carga de las iglesias locales. Lo que hicieron fue sencillamente esto: “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído” (v. 23). Dondequiera que fundaron una iglesia en su viaje de ida, nombraron ancianos en su viaje de regreso. Ellos no esperaron hasta que se alcanzara una norma arbitraria antes de nombrar ancianos en una iglesia, sino que “en cada iglesia” escogieron a algunos de los miembros más maduros para cuidar de sus compañeros en la fe.

El procedimiento apostólico era muy sencillo. Los apóstoles visitaban un lugar, fundaban una iglesia, dejaban aquella iglesia por un tiempo, y luego regresaban para establecerla. En el intervalo, ciertos desarrollos naturalmente ocurrirían. Al salir los apóstoles, algunos de los creyentes confesos saldrían también. Otros continuarían asistiendo a las reuniones, y se evidenciaría que eran verdaderamente del Señor pero sin lograr ningún progreso apreciable. Otros además proseguirían con ahínco en el conocimiento del Señor y mostrarían consideración verdadera en cuanto a los intereses del Señor. Aquellos que tenían más vida espiritual que otros, espontáneamente vendrían al frente y tomarían responsabilidad por sus hermanos más débiles. Era porque se había evidenciado que ellos eran ancianos que los apóstoles les nombraron para ocupar el oficio de ancianos, y era su deber pastorear e instruir a los otros creyentes, así como dirigir y controlar los asuntos prácticos de la iglesia.

Los apóstoles no fijaron residencia en ningún lugar ni asumieron la responsabilidad de la iglesia local, sino que en cada iglesia que fundaron escogieron de entre los creyentes locales personas fíeles a quienes se les pudiera confiar tal responsabilidad. Cuando habían escogido ancianos en cada iglesia, los encomendaban al Señor con oración y ayuno, de la misma manera que, con oración y ayuno, ellos mismos habían sido encomendados al Señor por los profetas y maestros cuando fueron enviados para su ministerio apostólico. Si esta entrega de los ancianos al Señor ha de tener valor espiritual, y no ha de ser una simple ceremonia oficial, se necesitará un conocimiento vital del Señor por parte de los apóstoles. Es fácil llegar a estar tan ocupado con los problemas y necesidades de la situación, que uno por instinto toma la carga sobre sí mismo, aunque reconozca la verdad de que el Señor es responsable de Su iglesia. No debemos conocer en una mera forma intelectual a Cristo como Cabeza de Su iglesia, si es que hemos de dejar que toda su administración pase de nuestras manos desde el mismo principio. Solamente una absoluta desconfianza en sí mismos, y una confianza viva en Dios, podían capacitar a los primeros apóstoles a poner los asuntos de cada iglesia local en manos de hombres locales que apenas recientemente habían llegado a conocer al Señor. Todos aquellos que están ocupados en la obra apostólica y están tratando de seguir el ejemplo que los primeros apóstoles nos dieron de dejar el manejo de las iglesias a los ancianos locales, deben estar equipados espiritualmente para la tarea, porque si las cosas salen de las manos humanas y no son entregadas en fe a las manos divinas, el resultado será un desastre. ¡Cómo necesitamos una fe viva y un conocimiento vivo del Dios vivo!

La palabra de Dios aclara el punto de que el cuidado de una iglesia no es tarea de los apóstoles, sino de los ancianos. Aunque Pablo se detuvo en Corinto por más de un año, en Roma por dos, y en Efeso por tres años, con todo, en ninguno de esos lugares asumió él la responsabilidad por la obra de la iglesia local. En las Escrituras leemos acerca de los ancianos de Efeso pero nunca de los apóstoles de Efeso. No encontramos mención alguna de los apóstoles de Filipos, pero sí encontramos referencia a los obispos de Filipos. Los apóstoles son responsables de su propio ministerio, pero no de las iglesias que son el fruto de su ministerio. Todo el fruto de la obra de los apóstoles tenía que ser entregado al cuidado de los ancianos locales.

En el plan de Dios se han proporcionado los medios para la edificación de las iglesias locales, y en ese plan los pastores tienen un lugar, pero nunca fue la idea de Dios que los apóstoles asumieran el papel de pastores. Su propósito era que los apóstoles fueran responsables de la obra en diferentes lugares, mientras que los ancianos tendrían la responsabilidad en un lugar. La característica de un apóstol es ir; la característica de un anciano es permanecer. No es necesario que los ancianos renuncien a sus profesiones ordinarias y se entreguen exclusivamente a sus deberes relacionados con la iglesia. Sencillamente son hombres locales que siguen sus ocupaciones cotidianas y al mismo tiempo tienen responsabilidades especiales en la iglesia. Si llegan a aumentar los asuntos locales, pueden dedicarse por completo a la obra espiritual, pero la característica de un anciano no es que sea “un obrero cristiano a tiempo completo”. Simplemente, como hermano local, tiene responsabilidad en la iglesia local. La localidad determina el límite de una iglesia y es por esa razón que los ancianos siempre son escogidos de entre los creyentes más maduros en el lugar y no son trasladados de otros lugares. Así se preserva el carácter local de las iglesias de Dios, y por consecuencia, también su gobierno independiente y su unidad espiritual.

En conformidad con la concepción general, uno pensaría que seria necesario que pasara un período considerable de tiempo entre la fundación de una iglesia y el nombramiento de ancianos, pero eso no está de acuerdo con el modelo divino. La primera jira misionera de los apóstoles se llevó a cabo en menos de dos años, y durante ese tiempo los apóstoles predicaron el evangelio, condujeron pecadores al Señor, formaron iglesias y nombraron ancianos dondequiera que se había formado una iglesia. Los ancianos fueron escogidos en el viaje de regreso de los apóstoles, no en su primera visita a ningún lugar; pero el intervalo entre ambas visitas nunca fue largo; cuando mucho fue cuestión de meses. En su viaje de regreso los apóstoles naturalmente encontrarían que algunos lugares habían progresado más favorablemente que otros, pero no razonaron que por causa del estado pobre de alguna iglesia ellos harían una excepción y no nombrarían ancianos. Nombraron ancianos en cada iglesia. Algunos podrían preguntar: “Si todos los miembros de una iglesia están en una pobre condición espiritual, ¿cómo es posible nombrar ancianos de entre ellos?” El problema de muchos tal vez sería resuelto si consideran la implicación del vocablo “anciano”. La existencia de un anciano supone la existencia de uno menor o más joven. La palabra “anciano” es relativa, no absoluta. Entre un grupo de hombres de setenta y nueve años de edad se necesita a un hombre de ochenta para que sea su anciano, pero sólo se necesita a un niño de ocho años para que sea “anciano” de un grupo de niños de siete años. Aun entre los que carecen de madurez espiritual debe de haber aquellos que, en comparación con los otros, tienen más madurez y tienen potencial espiritual, que es el único requisito para ser anciano de ellos.

Una iglesia puede estar muy lejos de ser ideal, pero no por eso podemos privarla de su estado de iglesia. Nuestra responsabilidad es ministrarle a ella y así tratar de acercarla más al ideal. Igualmente, aun las personas comparativamente más avanzadas en una localidad quizá no lleguen al ideal de ancianos, pero no por eso podemos privarlos de su estado de ancianos. Comparados con los ancianos en otros lugares ellos pueden parecer muy inmaduros, pero si ellos están más avanzados que los otros creyentes de la misma localidad, entonces, en su propia iglesia, son ancianos. Debemos recordar que conforme a las Escrituras el oficio de anciano está limitado a una localidad. El ser anciano en Nanking no capacita a una persona para que sea anciano en Shangai; pero, aun cuando su estado espiritual diste mucho de lo que debiera ser, siempre que esté más avanzado que sus compañeros en la fe en la misma iglesia, está capacitado para ser un anciano allí. Sólo se puede tener ancianos ejemplares donde se encuentra una iglesia ejemplar. Donde hay una iglesia inmadura, los ancianos naturalmente serán inmaduros; donde hay una iglesia madura también serán maduros los ancianos. Los ancianos modelo del capítulo tres de 1 Timoteo y del primer capítulo de Tito han de encontrarse en las iglesias modelo.

El nombramiento de hermanos comparativamente espirituales para ser ancianos es un principio establecido en la Palabra de Dios, aunque va en contra del concepto moderno. Pero aunque reconocemos este principio, no debemos intentar aplicarlo en ninguna forma legal. Eso significaría la muerte. No debemos forzar nada, sino que debemos estar continuamente dispuestos a seguir la dirección del Espíritu. El indicará el momento oportuno para el nombramiento de ancianos en cualquier iglesia. Si no hubiera dirección del Espíritu Santo, y las circunstancias no permitieran un nombramiento inmediato de ancianos en la segunda visita de los apóstoles, entonces se podría dejar a un Tito para que más tarde se encargara de su nombramiento. Este es el primer asunto tratado en el libro de Tito, y es de suma importancia. Pablo le da órdenes a Tito para que establezca ancianos en cada ciudad en Creta (Tit. 1:5).

En el nombramiento de ancianos, los apóstoles no siguieron sus preferencias personales: nombraron solamente a aquellos que ya habían sido escogidos por Dios. Por eso Pablo podía decir a los ancianos de Efeso: “El Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hch. 20:28). Los apóstoles no tomaron la iniciativa en el asunto. Ellos simplemente establecieron como ancianos a aquellos a quienes el Espíritu Santo ya había hecho sobreveedores en la iglesia. En una organización hecha por hombre, el nombramiento de un individuo a un oficio lo autoriza a ocuparlo; pero no es así en la iglesia de Dios. Allí todo está sobre una base espiritual, y es exclusivamente el nombramiento divino lo que capacita a un hombre para ocupar un oficio. Si el Espíritu Santo no hace a los hombres obispos, entonces nunca podrá hacerlo ningún nombramiento apostólico. En la iglesia de Dios todo está bajo la soberanía del Espíritu; el hombre queda eliminado. Los ancianos no son hombres que se creen capaces de controlar los asuntos de la iglesia, ni hombres a quienes los apóstoles consideren apropiados, sino hombres a quienes el Espíritu Santo ha puesto para ser sobreveedores en la iglesia. A aquellos que el Espíritu escoge para ser pastores del rebaño, a ellos también les da la gracia y los dones para capacitarlos para llevar la dirección espiritual. Es su llamamiento espiritual y su equipo espiritual, no su nombramiento oficial, lo que les constituye ancianos. En un sentido espiritual ya son ancianos antes de tener la posición oficialmente, y es porque son en realidad ancianos que son públicamente nombrados para ser ancianos. En la iglesia primitiva era el Espíritu Santo quien primeramente señalaba Su elección de ancianos; luego los apóstoles confirmaban el escogimiento al nombrarlos para el oficio.

(Vida cristiana normal de la iglesia, La, capítulo 3, por Watchman Nee)