APOSTOLES Y ANCIANOS
Los ancianos eran hombres locales nombrados para cuidar de los asuntos de la iglesia local. Su jurisdicción estaba limitada por la localidad. Un anciano en Efeso no era anciano en Esmirna, y un anciano en Esmirna no era anciano en Efeso. En las Escrituras no hay apóstoles locales, ni tampoco ancianos extra-locales; todos los ancianos son locales, y todos los apóstoles son extra-locales. En ningún punto habla la Palabra de Dios de que los apóstoles atendían los negocios de una iglesia local, y en ningún lado nos dice que los ancianos estaban manejando los asuntos de varias iglesias locales. Los apóstoles eran los ministros de todas las iglesias, pero no controlaban ninguna. Los ancianos estaban limitados a una iglesia y ellos controlaban los negocios en ella. El deber de los apóstoles era fundar iglesias. Una vez que era establecida una iglesia, toda la responsabilidad era entregada a los ancianos locales, y desde aquel día los apóstoles no ejercían control alguno en sus asuntos. Toda la administración estaba en manos de los ancianos, y, si lo creían correcto, hasta se podían rehusar a que un apóstol entrara en su iglesia. Si tal cosa ocurriera, el apóstol no tendría autoridad para insistir en ser recibido, puesto que toda la autoridad local ya había pasado de sus manos a las manos de los ancianos.
¿Cómo trató Pablo con el creyente fornicario en Corinto? El no notificó a la iglesia que hubiera excomulgado al hombre. Lo más que podía hacer era instruir a sus miembros con relación a la gravedad de la situación y tratar de amonestarlos para que quitaran al hombre perverso de en medio de ellos (1 Co. 5:13). Si la iglesia estaba espiritualmente sana, ellos le pondrían atención a Pablo; pero si hacían caso omiso de sus exhortaciones, aunque ellos estarían errados espiritualmente, no lo estarían legalmente. En el caso de que ellos menospreciaran su consejo, Pablo sólo podría afirmar su autoridad espiritual en la situación. En el nombre del Señor Jesús él podría hacer que “el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne” (v. 5). No tenía él autoridad oficial alguna para disciplinarle, pero tenía autoridad espiritual para enfrentar el caso. Tenía su “vara” espiritual.
Los asuntos de la iglesia local son totalmente independientes de los apóstoles. Una vez que los ancianos han sido nombrados, todo control pasa a las manos de ellos, y aunque todavía pueda un apóstol instruir y persuadir, nunca puede intervenir. Mas esto no le impedía a Pablo hablar con autoridad a los corintios. Aun un lector casual ha de notar cuán autoritarias son sus declaraciones en ambas epístolas. Era completamente de su competencia juzgar en cuanto a las cuestiones doctrinales y morales, y al hacerlo Pablo era muy enfático; pero la ejecución de tales juicios no era de su competencia; era completamente un asunto de la iglesia local.
Un apóstol puede enfrentarse a los desórdenes en una iglesia siempre que se busque su consejo y ayuda, como fue en el caso de Pablo y la iglesia en Corinto. Fue debido a sus preguntas que él podía decirles: “Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere” (1 Co. 11:34). Pero el punto a notar aquí es que las demás cosas que Pablo se proponía poner en orden a su llegada a Corinto, serían atendidas de la misma forma que las tratadas en su epístola, y éstas habían sido tratadas doctrinalmente. De la misma manera que en su epístola él los había instruido en relación con ciertos asuntos, a su arribo los instruiría sobre los asuntos restantes; pero serían los mismos corintios, y no Pablo, quienes tendrían que enfrentarse con la situación.
Puesto que Pedro y Juan eran apóstoles, ¿cómo sucedió que ellos eran ancianos de la iglesia en Jerusalén? (1 P. 5:1; 2 Jn. 1; 3 Jn. 1). Ellos eran ancianos lo mismo que apóstoles porque no sólo eran responsables de la obra en diferentes lugares, sino que también eran responsables de la iglesia en su propio lugar. Cuando salían, ministraban en calidad de apóstoles, teniendo la responsabilidad de la obra en otras partes. Cuando regresaban a casa, ejecutaban las tareas de ancianos, teniendo la responsabilidad de la iglesia local. (Sólo los apóstoles que no viajan mucho pueden ser ancianos de la iglesia en su propia localidad). Cuando Pedro y Juan estaban fuera de su propia iglesia, eran apóstoles, y cuando regresaban, eran ancianos. No era sobre la base de que eran apóstoles que eran ancianos en Jerusalén; eran ancianos allí sólo sobre el fundamento de que ellos eran hombres locales de mayor madurez espiritual que sus hermanos.
No hay precedente en las Escrituras para que un apóstol visitante se arraigue como anciano en alguna iglesia que visite; pero si las circunstancias le permiten estar en casa frecuentemente, él podría ser un anciano en su propia localidad, basado en que es un hermano local. Si el carácter local de las iglesias de Dios ha de ser preservado, entonces, el carácter extra-local de los apóstoles también tiene que ser preservado.
Pablo fue enviado de Antioquía y fundó una iglesia en Efeso. Sabemos que él no ocupó el oficio de anciano en ninguna iglesia, pero le hubiera sido posible ser anciano en Antioquía, no en Efeso. El estuvo tres años en Efeso, pero allí laboró en calidad de apóstol, no de anciano: es decir, no asumió responsabilidad alguna ni ejerció autoridad alguna en cuestiones locales, sino que, sencillamente, se entregó a su ministerio apostólico. Observemos cuidadosamente el hecho de que no hay ancianos en la iglesia universal ni hay apóstoles en la iglesia local.
(
Vida cristiana normal de la iglesia, La, capítulo 3, por Watchman Nee)