SUS RESPONSABILIDADES
La responsabilidad de todo hombre salvo es servir al Señor de acuerdo con su capacidad y en su propia esfera. Dios no nombró a los ancianos para que llevaran a cabo la obra en lugar de sus hermanos. Después del nombramiento de los ancianos, igual que antes, todavía es el deber y el privilegio de los hermanos servir al Señor. Los ancianos también son llamados obispos (Hch. 20:28; Tit. 1:5, 7). El vocablo “anciano” se refiere a su persona; el término “obispo”, a su tarea. Obispo significa sobreveedor, y un sobreveedor no es uno que trabaja en lugar de otros, sino uno que supervisa a otros mientras ellos laboran. La intención de Dios era que cada cristiano fuera un “obrero cristiano”, y El nombró a algunos para que se encargaran de la supervisión de la obra a fin de que ésta se ejecutara eficientemente. Nunca fue Su intención que la mayoría de los creyentes se dedicaran exclusivamente a asuntos seculares y dejaran los negocios de la iglesia en manos de un grupo de especialistas espirituales. Este punto no puede enfatizarse suficientemente. Los ancianos no son un grupo de hombres contratados para realizar la obra de la iglesia a nombre de sus miembros; ellos únicamente son los que vigilan los asuntos. Es su tarea alentar a los retraídos y restringir a los más atrevidos, nunca haciendo el trabajo en lugar de ellos, sino simplemente dirigiéndolos en la ejecución del mismo.
La responsabilidad de un anciano se relaciona con los asuntos temporales y los espirituales. Ellos son nombrados para “gobernar”, y también para “instruir” y “pastorear”. “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5:2-3).
La Palabra de Dios usa el término “gobernar” con respecto a las responsabilidades de un anciano. El ordenamiento del gobierno de la iglesia, la administración de los asuntos prácticos, y el cuidado de las cosas materiales, están bajo su control. Pero debemos recordar que una iglesia bíblica no consiste en un grupo activo y un grupo pasivo de hermanos, el primero controlando al segundo, y el segundo simplemente sometiéndose a dicho control, o el primero llevando toda la carga mientras que el segundo se sienta con toda comodidad a gozar de los beneficios del trabajo del primero. “Que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” es el propósito de Dios para Su iglesia (1 Co. 12:25). Toda iglesia que sea conforme al corazón mismo de Dios tiene en toda su vida y actividad el sello: “los unos por los otros”. La mutualidad es su característica sobresaliente. Si los ancianos pierden de vista esto, entonces su gobierno de la iglesia pronto cambiará al señorío sobre la iglesia. Aun mientras los ancianos ejerzan control en los asuntos de la iglesia, deben recordar que son solamente co-miembros con los otros creyentes; sólo Cristo es la Cabeza. Ellos no fueron nombrados para ser señores de sus hermanos, sino ejemplos. ¿Qué es un ejemplo? Es un modelo que otros pueden seguir. Puesto que ellos debían ser un modelo para los hermanos, entonces es obvio que no era la intención de Dios que ellos hicieran todo el trabajo y los hermanos ninguno, ni tampoco que los hermanos hicieran el trabajo mientras que ellos simplemente estuvieran al lado y mandaran. Que los ancianos fueran un ejemplo para los hermanos, implicaba que los hermanos trabajaban y que los ancianos también trabajaban. Además, implicaba que los ancianos laboraban con diligencia y cuidado especial, para que los hermanos tuvieran un buen ejemplo a seguir. Ellos eran sobreveedores, pero no eran señores de sus hermanos estando aparte y mandando; y es cierto que dirigían la obra, pero lo hacían más por ejemplo que por mandato. Tal es el concepto bíblico del gobierno de los ancianos.
Pero su responsabilidad no se refiere solamente al lado material de los asuntos de la iglesia. Si Dios los ha equipado de dones espirituales, entonces ellos también deberían tener responsabilidad espiritual. Pablo escribió a Timoteo: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). Es responsabilidad de todos los ancianos controlar los asuntos de la iglesia, pero aquellos que tienen dones especiales (como profecía o enseñanza) están libres para ejercitarlos para la edificación espiritual de la iglesia. Pablo escribió a Tito que un anciano debe poder “exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:9). La predicación y la enseñanza en la iglesia local no es tarea de los apóstoles, sino de los hermanos locales que están en el ministerio, especialmente si son ancianos. Como ya hemos visto, la administración de una iglesia es un asunto de responsabilidad local; así también la enseñanza y la predicación.
Del lado espiritual de la obra, los ancianos ayudan a edificar la iglesia, no solamente por medio de enseñar y predicar sino por la obra pastoral. Apacentar al rebaño es especialmente la tarea de los ancianos. Pablo dijo a los ancianos de Efeso: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor” (Hch. 20:28). Y Pedro escribió en el mismo tono a los ancianos entre los santos de la dispersión: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros” (1 P. 5:2). El concepto actual de “pastores” está muy lejos del pensamiento de Dios. El pensamiento de Dios era que hombres escogidos de entre los hermanos locales pastorearan el rebaño, no que hombres provenientes de otras partes predicaran el evangelio, fundaran iglesias, y luego se establecieran allí para cuidar de esas iglesias. Un entendimiento claro de las responsabilidades respectivas de los apóstoles y ancianos despejaría muchas de las dificultades que existen en la iglesia hoy en día.
(Vida cristiana normal de la iglesia, La, capítulo 3, por Watchman Nee)