COMO SER LIBRES DE LA LEY
Ya vimos que primero necesitamos ser libertados de la ley, pero ¿cómo podemos serlo? Sólo por medio de la muerte ya que mientras vivamos, la ley pesará sobre nosotros. Una persona que está viva no quebranta la ley por temor al castigo que le sobreviene. A esto se refiere el apóstol cuando dijo que mientras el esposo vive, la ley exige ciertas cosas de la esposa. Sin embargo, si él muere, el poder de la ley no le exige a ella esas cosas. Por tanto, para ser librado de lo que exige la ley, se requiere la muerte. Mientras vivamos, la ley seguirá haciéndonos exigencias.
En esta ocasión, no discutiremos la manera en que la ley de Dios nos exige que hagamos o no hagamos ciertas cosas; solamente examinaremos las exigencias que nos hacemos a nosotros mismos. ¿Cuándo hacemos esto? Si nos levantamos tarde hoy, decidimos que mañana nos levantaremos temprano. Decidimos vencer cuando nos hemos contaminado o cuando luchamos noche y día contra el pecado, cuando estamos en la corriente turbulenta del mundo o cuando percibimos que nuestra conducta está mal. Pensamos que podemos obtener la victoria. En tales circunstancias, todavía nos contamos como vivos. Pero si hacemos esto, no veremos la obra de Cristo en nosotros. Si verdaderamente conocemos a Dios, nos daremos cuenta de que El ya abandonó toda esperanza en nosotros. Por eso no tuvo otra opción que clavarnos en la cruz. Si pudiéramos ver que sólo somos dignos de muerte, terminarían todas nuestras resoluciones. Esta también es mi condición. Muchas veces decido que jamás volveré a hacer algo, pero inmediatamente me pregunto de nuevo: ¿Acaso no soy digno de muerte? Si lo soy, ¿por qué he de seguir tomando decisiones? Por consiguiente, debemos ver que la manera de vencer no es tomar resoluciones ni abrigar la esperanza de que la próxima vez será diferente, sino permanecer en el lugar en donde Dios nos ha puesto. Debemos dejar de tomar resoluciones y de confiar en mejorarnos. No debemos luchar para vencer, porque sabemos que todo ello es obra de la vieja vida de Adán. Debemos dejarlas en la muerte y olvidarlas. Si verdaderamente permanecemos en la muerte, venceremos y experimentaremos liberación de todas estas cosas. Así que, la muerte es nuestro único camino y la única manera de ser salvos. Ni el mundo ni el pecado ni el yo pueden tocar a una persona muerta. Si consideramos todas estas cosas muertas, no nos tocarán jamás.
(Vencedores que Dios busca, Los, capítulo 5, por Watchman Nee)