II. LA NATURALEZA DE LA VICTORIA DE CRISTO
Y LA IGLESIA
Lectura bíblica: Ap. 3:21
Todas nuestras victorias deben basarse en la victoria de Cristo: “Como Yo también he vencido”.
Tres enemigos
La Biblia nos dice que tenemos tres enemigos: (1) la carne, la cual está dentro de nosotros, (2) el mundo, el cual está fuera de nosotros, y (3) Satanás, quien está por encima y por debajo de nosotros, ya que frente a la iglesia ascendida, Satanás se halla debajo.
En el Antiguo Testamento se mencionan tres naciones que tipifican estos tres enemigos: Amalec, que tipifica la carne, a quien debemos vencer con nuestra oración; Egipto, que tipifica el mundo, el cual se debe sepultar en el mar Rojo; los cananeos, que tipifican los poderes de Satanás, a los cuales hay que vencer y eliminar uno por uno.
La carne se opone al Espíritu (Gá. 5:17); el mundo se opone al Padre: “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Jn. 2:15); Satanás se opone a Cristo, y Cristo vino para destruir a Satanás (1 Jn. 3:8). Por lo tanto, al someternos al espíritu obtenemos la victoria sobre la carne; al amar al padre, vencemos al mundo; y al poner la fe en Cristo, derrotamos a Satanás.
Lo primero que se levanta es la carne. Un día, el arcángel, por medio del yo, trató de elevarse hasta ser semejante a Dios, y de esa manera el yo entró en el mundo. Este fue el principio del pecado, del mundo y de Satanás.
Cuando Dios creó al hombre, le concedió la capacidad más maravillosa, la facultad de reproducirse, con la cual puede transmitir su vida a sus descendientes. Originalmente, Dios esperaba que el hombre comiera del fruto del árbol de la vida, para que tuviera la vida de Dios y la transmitiera a sus descendientes, y le prohibió que comiera del árbol del conocimiento del bien y del mal. Pero Satanás intervino y cometió fornicación espiritual con el alma de la primera pareja. Satanás depositó en ellos su semilla venenosa para que la trasmitieran a sus descendientes. Satanás es el padre de la mentira, y su simiente es la mentira; mientras que la simiente de Dios es la verdad. El principio con el cual Satanás engañó a Adán induciéndolo a pecar es el mismo principio que hizo que Satanás pecara al comienzo.
Satanás tiene su familia y su reino. El captura a los hombres para que sean miembros de su casa y ciudadanos de su reino a fin de poder regirlos.
Después de que Satanás engañó al hombre y lo hizo pecar, su obra fue confinada a la tierra y el mundo, y ya no se extendía a todo el universo. Quedó bajo esta maldición: “Sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Gn. 3:14). El quedó limitado a moverse solamente en la tierra y su único alimento era el hombre, el cual procede del polvo. Esta fue una gran derrota para Satanás. La caída del hombre es una gran victoria para Dios.
Satanás estableció un sistema en la tierra, y su organización es el mundo actual. El es el rey de esta organización, y el mundo entero está en sus manos.
La victoria de Cristo
Antes que el Señor Jesús comenzara Su ministerio, fue bautizado, lo cual indica que la obra que realizó durante esos tres años y medio se llevó a cabo, en realidad, después de Su muerte y resurrección. Como resultado, en Su obra no estaba presente la carne. En esos tres años y medio El vivió en la cruz. El Señor Jesús nunca anduvo según Su voluntad, sino de acuerdo con la voluntad del que lo envió. El hizo la voluntad del Padre y también esperó el tiempo del Padre (Jn. 7:6).
Satanás tentó al Señor a actuar fuera de la palabra de Dios al sugerirle que convirtiera los panes en piedras. Pero el Señor respondió que el hombre vivirá de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt. 4:4). Muchas veces dijo que El sólo hablaba lo que había oído, y en Juan 5:30 dijo: “No puedo Yo hacer nada por Mí mismo”. Esto significa que El no consideraba Su yo como la fuente. Satanás siempre quiere que el hombre se justifique a sí mismo aunque Dios ya lo haya justificado. Esto es lo mismo que Satanás hizo al tratar de persuadir al Señor a que declarara que El era el Hijo de Dios pese a que Dios ya lo había afirmado.
La crucifixión del Señor se produjo según la voluntad de Dios. El oró en Getsemaní: “No sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mt. 26:39). “Si no puede pasar de Mí esta copa sin que yo la beba, hágase Tu voluntad” (Mt. 26:42). Y al final dijo: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” Aceptar la cruz es una victoria. Vencer es no tener nada de la carne interiormente, nada del mundo que nos atraiga exteriormente, y nada de Satanás que nos tire hacia abajo. Mientras el Señor vivió en la tierra, nunca le permitió a la carne expresarse. Siempre puso su carne a un lado. El fue el primero del que Satanás no pudo obtener nada. Ni la carne ni el mundo tuvieron lugar en El.
Dios desea que la iglesia
exprese la victoria de Cristo
Dios salvó al hombre para librarlo de la carne, del mundo y de Satanás. El desea que rechacemos todo lo que sea del mundo, de la tierra, del yo, de la carne y de Satanás. Satanás nos ataca valiéndose del mundo y de la carne. Solamente ataca directamente a quienes son absolutamente espirituales, y han rechazado completamente el sistema del mundo y las concupiscencias de la carne.
La cruz de Cristo necesita el Cuerpo de Cristo. Si un pecador acepta la cruz de manera objetiva como un hecho cumplido, él recibirá beneficio, pero si la acepta de manera subjetiva dejando que opere en él, será Dios quien se beneficie. La cruz de Cristo corta como un cuchillo todo lo que pertenece a la vieja creación, mientras que Su resurrección nos conduce a un nuevo comienzo.
La victoria de Cristo se ve en (1) la crucifixión, la cual puso fin a la antigua creación, (2) la resurrección, que trae un nuevo comienzo, y (3) la ascensión, la cual le da la posición de victoria.
La iglesia expresa la victoria que Cristo obtuvo en la tierra por Su muerte, Su resurrección y Su ascensión. La cruz debe estar erigida en el centro de nuestra vida. Dios nos da la responsabilidad de permitir que la cruz corte aquella parte de la vieja creación de la cual estamos conscientes, pero no desea que nos preocupemos por la parte de la antigua creación que desconocemos.
(25 de enero, por la tarde)
(
Vencedores que Dios busca, Los, capítulo 3, por Watchman Nee)