V. LO QUE EXPERIMENTAN LOS VENCEDORES
¿Quiénes son los vencedores que Dios busca? Los vencedores son aquellos que ponen su yo en el lugar de la muerte para que otros puedan obtener vida. Son como los sacerdotes que transportaron el arca al otro lado del Jordán, quienes permanecen en el lugar de la muerte para que el pueblo de Dios pase. ¿Qué significa la muerte? ¿Qué significa permanecer en la muerte? Este es un tema crucial, pues está relacionado con el avance del pueblo de Dios. Esto es lo único en lo que Dios se interesa hoy día. Por esta razón, también debe ser nuestro único interés.
Las verdades de la Biblia no están dispuestas en pedazos inconexos, pues detrás de cada verdad, hay algo vivo. La letra de la verdad es muerte; carece de vida. Para que la verdad cobre vida, necesitamos un espíritu viviente. Muchas verdades de la Biblia se leen, se predican y son creídas por los hombres, pero tales verdades se deben experimentar y transformar en vida de modo que se vuelvan poderosas para nosotros. Mucha gente piensa que las personas más inteligentes perciben más verdades bíblicas que los que no lo son, o que entienden mejor las cosas de Dios. Esto es totalmente erróneo, ya que las verdades espirituales no están limitadas por nuestra sabiduría natural. Mucha gente piensa que puede ayudar a otros al adquirir algo por de su propia fuerza y sabiduría y al transmitirlo a otros. De hecho, esto no traerá vida a nadie.
En Juan 1 dice que el Señor es la luz de la vida. Muchas personas piensan que basta con entender esta verdad y predicarla. Piensan que la verdad es la verdad y que no necesita tener nada que ver con la persona que la expresa. Pero ése no es el caso ante Dios. Su método consiste en forjar la verdad en un hombre primero, para que tal verdad se vuelva parte de su constitución, antes que pueda predicarla. El hombre debe ser disciplinado, abierto de par en par y lleno de la verdad de una manera profunda a fin de transmitir dicha verdad. Si la verdad nunca ha llegado a ser parte inherente de uno, no producirá ningún efecto en el hombre.
Permítanme usar algunos ejemplos.
La fe
Examinemos por ejemplo la fe. ¿Qué es la fe? El asunto no es que uno estudie lo que es la fe el sábado y el domingo predique lo que aprendió. Puede ser que usted entienda la letra, pero no ha visto en realidad lo que es la fe. Esto es como hablarle a un grupo completamente agreste acerca de la luz eléctrica. Es posible que lleguen a entender el término, pero jamás han visto la luz misma. Quizás actúen como si comprendieran, pero, en realidad no saben de qué se les está hablando.
Por consiguiente, Dios primero tiene que disciplinarnos por medio de las circunstancias; tiene que enseñarnos en la práctica lo que es la fe y permitir que la fe de Dios se forje en nuestro ser a fin de que podamos transmitir a otros lo que se haya forjado en nosotros. Sólo entonces podremos ayudar a otros. Solamente cuando la muerte opere en nosotros, podrá la vida actuar en otros.
La oración
Examinemos la oración. No podemos enseñarles a otros a orar sólo preparando o estudiando doctrinas sobre el tema. Dios nos hace pasar por muchas circunstancias a fin de que recibamos la lección de la oración. Solamente después de muchas experiencias podremos comunicarles a otros de que manera pueden orar. En todo debemos primero dejar que Dios nos imparta la experiencia.
La verdadera oración requiere más fuerza que la que uno ejerce en la predicación. Muchas veces pensamos que basta con que demos un buen mensaje. Pero nos daremos cuenta de que sólo después de una oración profunda, nuestro mensaje brotará.
Lo que acabamos de describir es el principio que Dios estableció; primero debemos pasar por sufrimientos y pagar el precio para tener la experiencia, pues sólo entonce podemos comunicar la verdad en cuestión a otros. Estos son los vencedores que Dios desea.
La consagración
Tomemos la consagración como ejemplo. ¿Qué es la consagración incondicional? La Biblia habla de esto, y también los hombres discuten el asunto. Pero muchos solamente tienen la letra sin la realidad. Es como una persona que lee un diccionario; puede leer las palabras en el diccionario, pero sin relacionarlas con lo que definen. Lo mismo sucede con la iglesia de Dios. Cuando Dios ponga nuestra familia, nuestra obra, nuestras posesiones, nuestra carrera y nuestros seres queridos frente a Cristo, entenderemos lo qué es vivir para el Señor. ¿Qué escogeremos? ¿Escogeremos a Cristo o algo más? ¿Argüirá con Dios? Ninguna verdad se puede obtener sin pagar un precio. Me temo que mucha gente aprende la verdad en teoría sin tener ninguna experiencia de ella.
Necesitamos la verdad
para llegar a ser obreros
¿Cuánto de la verdad nunca se ha forjado en uno? ¿Cuánto de lo que sabemos jamás ha sido una realidad en nosotros? Podemos deducir, entonces, que los hombres hoy día no saben lo que es la obediencia, ni la oración ni la fe. No hay atajos para llegar a conocer la verdad de Dios. La semilla determina qué planta ha de crecer. Cómo sea un obrero cristiano determina como serán aquellos en los que él labora. Si uno no es una persona seria, los frutos que produzca, tampoco serán serios. Si uno es sobrio, sus frutos tendrán la misma virtud. La clase de persona que uno sea determina la clase de fruto que producirá. He visto a hombres predicar la doctrina de “morir con Cristo”, “vivir con Cristo”, y “ascender con Cristo”, pero ellos mismos no tienen ninguna vivencia de las cosas espirituales que presentan.
Una vez le pregunté a la señorita Barber cómo puede uno comunicar lo necesaria que es la vida, y generar sed de vida en los oyentes. Ella me contestó: “Por una parte, eso depende de Dios, pero por otra, hay cosas de las que los obreros son responsables. Dejemos a un lado lo que le corresponde a Dios. El que labora, por su parte, puede crear o dejar de crear hambre espiritual en los demás dependiendo de lo que él es, no de lo que dice. Cuando una persona que ha avanzado bastante se pone junto a uno que no ha progresado mucho, éste espontáneamente se dará cuenta de lo atrasado que está. Cuando el que es obediente se pone junto con el desobediente, éste reconocerá inevitablemente su propia desobediencia. De la misma manera, cuando uno que es santo se pone al lado de uno que es impío, automáticamente éste se dará cuenta de su impiedad. Si uno no es esta clase de persona, no producirá hambre en otros”.
La naturaleza que heredamos de muchas generaciones es muy propensa a imitar; si la ponemos frente a la santidad, espontáneamente se inclinará a la santidad. Si la ponemos frente a la obediencia, aprenderá automáticamente a obedecer. Nosotros debemos tomar la iniciativa para crecer delante de Dios. Hoy Dios atrae las personas a la orilla del mar por medio de la vida de los vencedores que experimentan la cruz y soportan los sufrimientos. Los sacerdotes entraron al agua primero; ellos permanecieron en las aguas de la muerte. Los vencedores son los pioneros; abren el camino en medio de la oscuridad, y toman la iniciativa de entrar en la muerte. Solamente haciendo esto pueden ayudar a otros a ir adelante de la misma manera.
La mayoría de los creyentes del pasado avanzaba a tropezones, pero a los creyentes de hoy se les dice de qué manera han tropezado otros. Lo único que deben hacer ahora es obedecer y permitir que la verdad que ya se ha proclamado constituya su ser. Estos son los que llevan el arca en sus hombros, cuyos pies están en la tierra, y permanecen firmes en el terreno de la muerte. Solamente llevando a Cristo de esta manera en nuestros hombros podemos ser los vencedores. Si Dios no puede obtener tal grupo de vencedores entre nosotros, tendrá que buscar a alguien más.
Cada vez que la cruz nos es aplicada, o cada vez que Dios nos corrige, ¿estamos dispuestos a recibir la disciplina? Esta es la pregunta crucial para nosotros.
(28 de enero, por la tarde)
(
Vencedores que Dios busca, Los, capítulo 3, por Watchman Nee)