CONFESIONES ESPECIFICAS
Una vez concluido el período comprendido entre los años 1931 y 1935, toda vez que acudía a Dios pidiéndole alguna cosa, esta oración duraba apenas dos minutos. Por ejemplo, si oraba: “Oh Dios, por favor resuelve este problema”, me tomaba solamente treinta segundos hacer esta oración. Sin embargo, antes de estos treinta segundos, me tomaba de veinte a treinta minutos confesar mis pecados. Cuando veía cuán pecaminoso era, antes de pedirle al Señor que resolviera mi problema, tenía que confesar mis pecados. Después de confesar por veinte o treinta minutos, todos mis pecados habían sido completamente confesados. Como resultado, tenía paz en mi conciencia y no había ninguna barrera entre mi espíritu y Dios. Para entonces, casi estaba cara a cara con Dios, diciéndole, confiada y cómodamente: “Oh Dios, estoy limpio por la sangre preciosa de Tu Hijo. Oh Dios, tengo un problema, y te pido que lo resuelvas por mí”. Entonces, Dios contestaba inmediatamente esta clase de oración.
Cuando oramos, con frecuencia no vemos con claridad y no conocemos la voluntad de Dios. Sin embargo, la clave para conocer la voluntad de Dios es confesar completamente todos nuestros pecados. Después de hacer esto, veremos con claridad. Cualquiera que se haya hecho insensible a Dios mismo, será también insensible al pecado. Deberíamos orar una oración muy simple; ya sea que andemos en la calle o estemos en casa, debemos decir: “Oh Dios, ilumíname y pon al descubierto todos mis pecados”. Entonces, un día la luz nos alcanzará y nos daremos cuenta de cuán mal estamos. Cuando esto suceda, nadie nos dirá que estamos mal en nuestra conducta externa, sino que nosotros mismos lo sentiremos interiormente. Entonces, iremos a Dios y le confesaremos nuestros errores. Si reconocemos que hemos ofendido a nuestros padres, iremos a Dios y diremos: “Oh Dios, en el pasado ofendí a mis padres, por favor perdóname”. Cuando confesamos nuestros errores, tenemos que hacerlo de manera específica.
Si una esposa ha cometido muchos errores y ha ofendido a su esposo, ella tiene que confesar a Dios estos errores de manera específica, haciendo una descripción detallada de aquello en lo cual ella erró con respecto a su esposo o a sus niños. Lo mismo sucede con el esposo. El tiene que hacer, de manera específica, una confesión exhaustiva de aquello en lo cual perjudicó a su esposa o a la empresa donde trabaja. Además, debemos confesar una por una todas nuestras intenciones y pensamientos internos. Hay una hermana procedente del hemisferio occidental que siempre exhortaba a la gente a confesar sus pecados. Un día, ella oyó a alguien que oraba: “Oh Dios, tengo muchos pecados, por favor perdóname”. Al oír esto, esta hermana le dijo: “No le arroje ese bulto tan grande al Señor Jesús. Tiene que abrirlo y presentar su contenido minuciosamente, uno por uno”. Este bulto incluye todo; no digamos simplemente: “Oh Señor, soy un gran pecador”. Debemos contar, uno por uno, cada artículo que forma parte del bulto, diciendo por ejemplo: “Oh Señor, perjudiqué a mi hermano en cierto asunto. Oh Señor, me porté mal con mi esposo en tal ocasión, y cierto día fui injusta con mis hijos”. De esta manera, veremos que nuestros pecados son muchos y estaremos bajo la luz. En la actualidad, las personas viven en tinieblas sin tener ninguna sensación respecto al pecado; aunque confiesen sus pecados todos los días, aún así, siguen insensibles a su pecado.
(Los de corazón puro, capítulo 4, por Witness Lee)