LA LEY DEL NUEVO TESTAMENTO DEMUESTRA
QUE LO IMPOSIBLE PARA EL HOMBRE,
ES POSIBLE PARA DIOS
Esto sucede con los mandamientos del Antiguo Testamento, pero ¿qué acerca de aquellos en el Nuevo Testamento? Los mandamientos y las leyes del Nuevo Testamento son diferentes de los del Antiguo Testamento. Los mandamientos y las leyes del Nuevo Testamento tienen como fin demostrar que Dios es capaz; esto es, tienen como finalidad demostrar que lo imposible para el hombre, es posible para Dios. El Señor le dijo a los discípulos en Mateo 19:24: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”. Es difícil que un camello pueda pasar por el ojo de una aguja. Después que los discípulos escucharon estas palabras, se preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”. Los discípulos llegaron a esta conclusión, pero el Señor Jesús les dijo: “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (v. 26).
La expresión “para los hombres esto es imposible” se refiere a la ley; y la frase “para Dios todo es posible” alude a la gracia. Le es imposible al hombre cuidar de la viña, plantar vides y producir fruto para el disfrute de los hombres; pero le es posible a Dios preparar una fiesta con un rico suministro de vino a fin de que el hombre disfrute. Debemos tener en cuenta que los mandamientos del Antiguo Testamento tienen la finalidad de mostrarnos que, para el hombre, esto es imposible, mientras que los mandamientos del Nuevo Testamento nos muestran que para Dios todo es posible y que todo depende de Dios mismo.
El Antiguo Testamento tiene que ver con la ley, y al hombre le es imposible guardar la ley por su propio esfuerzo. El Nuevo Testamento no tiene que ver meramente con la ley; más bien, el Nuevo Testamento abre el camino para que el hombre reciba la vida de Dios, la cual es Cristo mismo que entra en el hombre y le suministra de tal manera que éste cumpla con las exigencias que Dios le impone. En el Nuevo Testamento, todo cuanto Dios exige del hombre, Dios mismo se lo suministra; sin embargo, en el Antiguo Testamento, todo cuanto Dios exigía del hombre, simplemente indicaba cuán incapaz éste era. En la era del Nuevo Testamento, cada vez que contactamos a Dios y tenemos comunión con El, obtenemos el siguiente resultado: todo lo que es imposible para nosotros, se hace posible; y todas las cosas que no somos capaces de realizar, se convierten en algo que sí podemos hacer.
Hay una porción en la Biblia que narra el milagro que el Señor hizo al alimentar cinco mil personas (Mt. 14:14-21). En aquel día, además de las mujeres y los niños, había unos cinco mil varones. Los discípulos le dijeron al Señor Jesús: “La hora ya [es] avanzada; despide a las multitudes, para que vayan a las aldeas y compren para sí alimentos” (v. 15). Mas el Señor Jesús les dijo: “Dadles vosotros de comer” (v. 16). Esta fue la orden estricta que dio el Señor, pero los discípulos replicaron que ellos no sabían dónde conseguirles alimentos. Si la historia hubiese terminado allí, la orden que dio el Señor habría sido la ley, el Antiguo Testamento. Sin embargo, las palabras que pronunció el Señor aquí no pertenecen al Antiguo Testamento, sino al Nuevo Testamento; no son la ley, sino la gracia. Para ser más específicos, las palabras del Señor aquí no eran un mandamiento, sino una indicación que mostraba al hombre la manera de recibir más de la gracia abundante de Dios. Cuando nosotros mismos no tenemos qué comer, ¿cómo podemos alimentar a otros? El Señor entonces les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis?” (Mr. 6:38). Ellos replicaron: “Cinco, y dos peces”. Entonces el Señor tomó los cinco panes y los dos peces, los bendijo, y se los dio a los discípulos, los discípulos se los dieron a la multitud, y todos comieron y se saciaron. Esto prueba que detrás de toda exigencia que el Señor Jesús hace, hay un gran suministro.
Después que una persona se salva, ella tiene que confesar sus pecados, tomar medidas con respecto a sus pecados, mantener una conciencia sin ofensa y consagrarse al Señor. Nada de esto puede ser hecho por nosotros mismos. Sin embargo, ¿debiéramos detenernos aquí? Si nos detenemos aquí, todos estos asuntos serán leyes para nosotros. No debemos detenernos aquí; más bien, debemos traer toda nuestra ineptitud e incapacidad al Señor y decirle: “Oh Señor, Tú deseas que tome medidas con respecto a mis pecados y que mantenga una buena conciencia, pero yo no puedo hacerlo”. Al acercarnos al Señor de esta manera, veremos cuánto puede hacer en nosotros el poder de Dios y la abundante gracia de Cristo.
(
Los de corazón puro, capítulo 8, por Witness Lee)