EL HOMBRE DEBE COOPERAR CON DIOS
Y PERMITIR QUE DIOS OPERE EN EL
Dios desea forjar Su vida en cada parte de nuestra alma, es decir, en nuestra mente, voluntad y parte emotiva. ¿Cómo logra Dios hacer esto? El requisito básico de la obra de Dios consiste en que el hombre debe cooperar con El; el hombre debe permitir que Dios opere en él. Esto no significa que Dios no hace nada, sino que muchas personas simplemente no cooperan con El. Algunos niños, cuando están enfermos, no quieren tomar su medicamento. Cuando sus madres los llevan al médico, a pesar de que éste y las madres esperan que los niños tomen el medicamento, ellos sencillamente se niegan a tomarlo. De manera similar, no es que Dios no desee forjarse en nuestro ser, sino que somos nosotros los que permanecemos reacios y renuentes.
Entonces, ¿qué puede hacer Dios? Los médicos y las madres saben que hay tres métodos para ayudar a un niño a tomar su medicamento. Primero, pueden valerse de “una treta”; pueden endulzar el medicamento para que el niño piense que es un caramelo y, de esta manera, hacer que lo ingiera. Segundo, pueden contentar al niño, ya que cuando esté alegre y satisfecho, estará dispuesto a tomar el medicamento. Todos los médicos y enfermeras se valen de este método para “engañar” a sus pacientes; sin embargo, lo único que ellos desean es ayudar a sus pacientes para que cooperen. Tercero, si el niño se niega a tomar el medicamento, los médicos y enfermeras pueden ponerle una inyección. Este método es el más drástico. Le atan los pies y las manos para vencer toda resistencia y, entonces, le inyectan el medicamento. Para poder llenar lo más profundo de nuestro ser, Dios usa métodos similares a estos. Posiblemente algunas personas pregunten: “¿Usa Dios este tipo de tretas?”. En realidad no es que Dios use tretas para engañarnos. El es como los médicos o las enfermeras que aparentemente “engañan” a sus pacientes con el fin de hacerles tomar el medicamento, pero en realidad lo único que intentan obtener es la cooperación de sus pacientes. Dios hace lo mismo; El desea que el hombre coopere con El.
Una pareja de incrédulos fue a estudiar a los Estados Unidos. La esposa, que era la hija de un pastor, tenía dinero y una posición social elevada; no obstante, ella no tenía a Dios, y sufría y sentía un gran vacío en su ser interior. Un día, Dios le dio a esta pareja un hijo muy bueno. Ellos amaban mucho a este hijo y reconocían que Dios se los había dado. La pareja dijo: “Si Dios no nos hubiera dado este hijo, no habríamos podido tenerlo por nosotros mismos”. No obstante, ellos recibieron el don pero no al Dios que les dio el don. Ellos amaron al niño, pero no amaron a Dios. Dos años más tarde, el niño se ahogó en un río. La pareja se sintió muy triste, y parecía que había perdido los cielos y la tierra. Fue en ese momento que un creyente vino a ellos y les dijo: “En el pasado, ustedes sólo quisieron al hijo que Dios les dio, pero no a Dios mismo. Ustedes tuvieron un hijo, pero él no pudo consolarlos”. Al escuchar esto, la pareja se arrodilló delante de Dios y confesó sus pecados, diciendo: “Oh Dios, perdónanos; en el pasado habíamos oído el evangelio, pero no quisimos recibirte a Ti”. Fue así como recibieron al Señor, y Dios pudo entrar en ellos. Con frecuencia Dios permite que nos sucedan cosas similares a éstas, para mostrarnos que le necesitamos.
En Shangai había una hermana que era enfermera. Ella se casó a los cuarenta años de edad y llegó a tener un hijo, al cual ella y su esposo amaban mucho más que a Dios mismo. La condición en la que se encontraba esta hermana era como aquella parte nudosa de la madera que no se puede quebrar fácilmente. Un día, su hijo murió. Muchos hermanos y hermanas fueron a ayudarla. Cuando estaban a punto de poner al niño en el ataúd, la madre lloraba y decía que quería que la pusieran con su hijo dentro del ataúd. Al contemplar tal situación, los hermanos y hermanas se sintieron acongojados sin saber qué hacer. Pero, pocos días después, esta hermana fue a visitar a un hermano y le dijo: “Doy gracias a Dios de todo corazón. El ha hecho lo correcto conmigo”. Después de decir esto, prorrumpió en llanto. Si estas cosas no hubieran sucedido, Dios no habría podido entrar en la mente, voluntad y parte emotiva de ella. Sin embargo, ahora Dios llenaba todo su ser.
(
Los de corazón puro, capítulo 1, por Witness Lee)