MANTENER UNA CONCIENCIA SIN OFENSA
Toda persona salva debe mantener una conciencia sin ofensa, pues si no lo hace no tendrá paz interna. Si no mantiene una buena conciencia, no podrá orar adecuadamente. Además, si no mantiene una conciencia sin ofensa, su lectura de la Biblia será insípida y no tendrá poder al predicar el evangelio. Si usted no ha tomado las medidas necesarias para mantener una conciencia sin ofensa, no podrá recorrer la senda que tiene por delante. Todo aquel que ha sido salvo, tiene que pasar por esta etapa si quiere avanzar en el camino. Nuestra conciencia es como una ventana, y nuestro ser es como un cuarto; la luz que el cuarto (nuestro ser) recibe, debe pasar por la ventana (nuestra conciencia). Al principio, dentro de nosotros no hay luz, sino sólo tinieblas; pero nuestra conciencia es como una ventana que permite que la luz entre en nuestro ser.
Antes de ser salvos, nuestra conciencia era como una ventana sumamente sucia manchada de masilla, la cual no dejaba pasar la luz. Como resultado, nuestro ser se encontraba en un estado de absoluta oscuridad. Sin embargo, una vez que somos salvos, el Espíritu Santo entra en nosotros y hace que nuestro ser esté lleno de luz. Entonces, podemos percibir de inmediato que estamos mal. Cuando esto sucede, debemos arrepentirnos y confesar nuestros pecados delante de Dios; y, ante los hombres, debemos tomar medidas con respecto a los pecados que hayamos cometido. Cada vez que confesamos un pecado o tomamos medidas con respecto a algún pecado, quitamos un poco de la masilla que cubre la ventana. Lo maravilloso es que, antes de limpiar la ventana, no nos dábamos cuenta de lo sucia que estaba; así que, cuanto más la limpiamos, más sucia nos parece que está. Una vez que limpiamos la ventana aunque sea un poquito, revolvemos toda la suciedad grasosa que la cubría. Entonces, cuando la luz atraviesa esa ventana, parece que está más sucia que antes. Pero a la postre, la ventana estará limpia.
Sucede lo mismo con nuestra conciencia. Cuando recién fuimos salvos, tal vez creíamos que apenas habíamos cometido unos cuantos errores delante de Dios, pero una vez que comenzamos a confesar estos errores, de inmediato empezamos a descubrir muchos pecados más graves. Con el tiempo, cuantas más medidas tomemos con respecto a nuestros pecados, menos pecados tendremos. Esto es como limpiar una ventana: cuanto más la limpiamos, menos hollín tiene. Como resultado de este proceso, tenemos paz interna y, espontáneamente, se nos hace fácil orar a Dios. Cuando la lluvia salpica barro o arena en una ventana sucia, difícilmente podemos ver algo en el interior de la casa; sin embargo, después de limpiar la ventana, cuando un poquito de arena o barro la salpica, inmediatamente nos damos cuenta de ello. Son muchas las personas que a pesar de haber hecho algún mal, nunca perciben que están equivocadas. Esto prueba que nunca han tomado las medidas necesarias para mantener su conciencia sin ofensa.
(Los de corazón puro, capítulo 6, por Witness Lee)