LA CONDICION EN LA QUE SE ENCUENTRAN
LOS QUE SON ILUMINADOS
Las personas sobre quienes la luz resplandece pueden encontrarse en una diversidad de condiciones cuando son iluminadas por Dios. Algunas personas, después de haber sido salvas, no tienen un corazón que va en pos del Señor, y como resultado, cuando están contentas, asisten a las reuniones de la iglesia y oran; pero si se sienten deprimidas, dejan de reunirse y dejan de orar. Sin embargo, con frecuencia sucede que cuando estas personas andan por la calle o están ocupadas estudiando algo, repentinamente surge en ellas un sentimiento que las conduce a acudir a Dios en oración. Después de haber orado, inmediatamente sienten que son pecaminosas, y cuanto más confiesan, más perciben cuán llenas de pecados están. Es así como el Señor las aviva, al grado de causar asombro en los demás. Una vez que son iluminadas por dentro y el Señor las despierta, inmediatamente dan su primer paso: se arrepienten, confiesan sus pecados, son lavadas y comienzan a leer la Biblia. Cuanto más leen la Biblia, más son inundadas por la luz. Como resultado, aman predicar el evangelio. Al principio no tenían un corazón para ir en pos de Dios, pero Dios las escogió e iluminó.
Hay otra clase de personas cuya condición interna es puesta en evidencia como resultado de escuchar un mensaje. Entonces, realizan una confesión exhaustiva de sus pecados y son renovadas completamente. Quizás haya otras personas que sean atraídas al escuchar los testimonios de otros, y como resultado, acuden a Dios suplicando que las ilumine; es entonces que Dios las ilumina y las conduce a realizar una confesión exhaustiva de sus pecados. Otros, después de tener comunión con otros creyentes, sienten que deben ir a Dios para que El los ilumine. Como resultado, también son iluminados y hacen una confesión exhaustiva de sus pecados. Existen además aquellos que perciben su condición pecaminosa al estar participando de una reunión de oración, ya sea en un grupo pequeño o uno grande. Al percibir esto, ellos hacen una confesión exhaustiva de sus pecados y también son iluminados por Dios. Otra clase de personas, al escuchar alguna exhortación, comprenden que para crecer en la vida divina, un cristiano tiene que hacer una confesión exhaustiva de sus pecados. Como resultado, oran: “Oh Dios, oro para que me ilumines y perdones todos mis pecados”. Oran de esta manera por uno o dos días, y al tercer día, Dios verdaderamente las ilumina. Y por último, hay cierta clase de personas que cuando oran, Dios les va mostrando gradualmente cuán pecaminosas son.
Las resoluciones que tomamos son una expresión de nuestra búsqueda ante Dios. Así que, todos debemos acercarnos a El y decirle: “Oh Dios, necesito que me ilumines. Te pido que me ilumines y me muestres mis pecados. Sé que hay un principio: si no soy iluminado y mis pecados no son traídos a la luz, no hay manera de que pueda crecer en la vida divina”. Dios está dispuesto a contestar esta clase de oración y la contestará inmediatamente.
Otras personas son iluminadas cuando le piden algo a Dios. Dios no les concede la petición, pero les muestra cuán mal están. Esto pasa sobre todo con los niños. Quizás un niño se acerque a su padre y, extendiendo las manos, le pide con mucho mimo: “Papi, dame un dulce”. El padre le contesta: “Mira tus manos, están muy sucias. Ve a lavártelas”. Así que el niño va, se lava las manos y regresa al padre por su dulce. Entonces, el padre trae un espejo para que el niño vea que tiene la cara sucia. Después de lavarse la cara, el niño regresa por su dulce, pero el padre le muestra que su cuello y su ropa están sucias. Así que, después de lavar su cuello y cambiarse de ropa, el niño está limpio. Lo mismo sucede con muchos cuando se acercan en oración a Dios. Ellos le piden a Dios esto y lo otro, pero Dios no les contesta, sino que les muestra cuán sucias están. No es sino hasta que esto sucede que ellos entienden lo que significa seguir a Dios, abandonar el mundo y rechazar el pecado. Sólo entonces comienzan a avanzar en su vida espiritual.
Si una persona no ha tenido la experiencia de haber sido iluminada por Dios, a lo más, entenderá algunas doctrinas, pero no habrá dado ni un solo paso en la senda espiritual. Esta persona no sentirá ningún aborrecimiento por el pecado ni por lo que es inmundo. Ella permanecerá en tal condición hasta que Dios le ilumine y le muestre su condición pecaminosa, y así ella comience a confesar sus pecados. Tal percepción de su propia condición pecaminosa estará presente durante varios años y no solamente por unos cuantos días. Además, lo que siente hacia su propia corrupción, maldad y malas acciones hará que se acerque a Dios continuamente para ser iluminada y lavada por El.
(
Los de corazón puro, capítulo 4, por Witness Lee)