CRISTO ES EL ALIMENTO, LA BEBIDA Y EL AIRE
PARA LOS CREYENTES
Sin embargo, este punto ha sido descuidado por muchos cristianos en la actualidad. Muchos queridos cristianos le prestan atención al hecho de que nuestro Señor Jesús es nuestro Redentor y nuestro Salvador. Lamentablemente, ellos ignoran el hecho de que este Señor Jesús, quien es nuestro Redentor y Salvador, hoy también es el Espíritu vivificante que ha entrado a nuestro espíritu para ser nuestra vida. Debido a tal negligencia, en particular siento la carga de ayudar a las personas a que vean, con base en la Biblia, que el Señor Jesús no sólo es nuestro Redentor y Salvador, sino que también es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu, vive con nosotros momento a momento y nos suministra sin cesar.
Puesto que este Redentor, este Salvador, está en nuestro espíritu para ser nuestra vida, deberíamos contactarlo y disfrutarlo a fin de recibir Su suministro. La Biblia usa muchas figuras para decirnos cómo debemos contactar y disfrutar al Señor. En primer lugar, la Biblia dice que este Salvador nuestro es el alimento para nosotros; como pan del cual nos podemos alimentar, Él puede ser recibido en nuestro interior para nuestro suministro. Esto es semejante a ingerir alimentos. Comida tras comida recibimos el suministro de vida en nuestro estómago para suministrar la necesidad de todo nuestro cuerpo.
Algunas veces, por no entender lo que hablamos, algunos podrían decir: “Ustedes denigran al Señor Jesús por tal enseñanza. ¿Cómo es posible que el Señor Jesús, quien es el gran Salvador, llegue a ser un pequeño pedazo de pan para que le ingiramos en nuestro estómago? Sus palabras son blasfemias”. En realidad, ellos no entienden que esto no es algo dicho por nosotros, sino que son las palabras del Señor Jesús en la Biblia. En Juan 6:35 el Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida”. Puesto que Él es el pan de vida, Él debe comerse; Él es comestible.
Todos sabemos que, por ser gentiles, los cananeos eran menospreciados por los judíos. Para los judíos, los cananeos eran como perros. Un día, mientras el Señor Jesús proclamaba a Dios en la tierra a fin de efectuar la salvación de Dios, una mujer cananea se acercó a Él en busca de ayuda. El Señor dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (Mt. 15:26). Los hijos son los judíos, quienes son el pueblo escogido de Dios. El pan de los hijos sin duda alguna se refiere al propio Señor. El Señor vino como el pan de vida para que el pueblo escogido de Dios lo disfrutara.
El Señor dijo que no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Esta palabra indica que no sólo los judíos consideraban a los cananeos como perros, sino que incluso el Señor Jesús, hablando en sentido figurativo, comparó a esta mujer cananea con un perro. El Señor parecía decir: “Tú, que eres un perrillo cananeo, estás intentando darme un mordisco, pero Yo soy el pan designado para los hijos, no para ti”. No obstante, esta mujer cananea respondió de forma muy maravillosa. Ella dijo: “Sí, Señor; también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (v. 27). Esto es muy significativo. ¿Cómo puede el pan llegar a ser las migajas que están debajo de la mesa? Debido a que los hijos traviesos son indómitos y desordenados, cuando ellos ingieren su comida, el alimento que comen cae bajo la mesa en vez de entrar a su estómago. Por lo tanto, lo que la mujer cananea quería decir es: “Señor, ni soy una escogida de Dios ni soy hija de Dios. Considérame entonces como un perrillo. Los perrillos también tienen su porción; lo que está sobre la mesa es la porción de los hijos, mientras que lo que está debajo de la mesa es la porción de los perrillos. Si los hijos comen el pan que está sobre la mesa, entonces yo, como perrillo que soy, ¿acaso no puedo comer las migajas que están debajo de la mesa?”. Cuando el Señor oyó esto, Él fue conmovido. Esta respuesta tocó Su corazón. Por consiguiente, Él inmediatamente hizo algo por ella y estuvo lleno de gracia para con ella.
Esto es lo que he estado hablando todos estos años. Algunas personas que no han visto esta luz en la Biblia nos han criticado, diciendo: “Ustedes comparan al Señor Jesús con un pequeño pedazo de pan. ¡Tal enseñanza es una blasfemia para el Señor Jesús!”. En realidad, el Señor Jesús no sólo es grande, sino también pequeño. Él es la Persona maravillosa más grande y la más pequeña. En el cristianismo hay un himno famoso que dice: “¡Grande eres Tú! ¡Grande eres Tú!”. Aunque éste es un muy buen himno, es necesario escribir otro himno que diga: “¡Oh cuán pequeño eres, Señor!”. Si el Señor no fuese pequeño, Él no podría ser ingerido y entrar en nosotros. Todo lo que se puede comer tiene que ser pequeño. El Señor es pequeño a fin de entrar en el hombre para ser la vida del hombre y su suministro de vida.
Al oír esta palabra, quienes buscan criticar podrían decir: “Saben, según lo que ellos dicen, el Señor Jesús es mucho más pequeño que ellos, y ellos son más grandes que el Señor Jesús”. Hoy en día no estamos aquí para discutir, sino para sencillamente permitir que todos los hombres vean que cuando la Biblia habla del Señor Jesús como nuestro suministro interior, usa toda clase de palabras y parábolas. La Biblia dice que Él es el árbol de la vida para ser el alimento que el hombre puede comer; dice que Él también es el agua viva a fin de ser el agua que el hombre puede beber. El Señor Jesús mismo le dijo a la mujer samaritana: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; mas el que a beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás” (Jn. 4:13-14). Si quienes critican oyen esta palabra, considerarán que esto es completamente despectivo, pues según su consideración, esto hace que el Señor Jesús carezca de todo valor. Esto se debe a que ellos no saben cuánto le agrada el Señor Jesús ser el alimento espiritual para los creyentes y suministrarles interiormente. Es por esta razón que el Señor Jesús habló usando tantas figuras.
El Señor Jesús se apareció en medio de Sus discípulos en la noche del día de Su resurrección y sopló en ellos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo” (20:22). La palabra Espíritu en el griego es pnéuma, que significa aliento. Por lo tanto, “recibid el Espíritu Santo” también podría traducirse como “recibid el Aliento Santo”. Esto significa que el aliento que el Señor sopló es el Espíritu. Esto indica que en el Evangelio de Juan el Señor Jesús es nuestro pan, nuestro alimento, nuestra agua viva y también nuestro aire espiritual.
Según nuestro cuerpo físico, tenemos tres grandes necesidades a fin de vivir: alimento, agua y aire. Si no ingiere alimento, una persona morirá en ocho días; si no bebe agua, morirá en tres días. Sin embargo, si no respira aire, estará acabado en sólo cinco minutos. Por consiguiente, si alguien desea morir rápidamente, la mejor manera es que deje de respirar. No obstante, es difícil dejar de respirar porque Dios creó al hombre de tal forma que le es difícil dejar de respirar. Respirar o no respirar no es algo que depende de usted. Usted tiene que respirar incluso si no quiere hacerlo. Por consiguiente, en el sentido físico, el hombre tiene que respirar, y por supuesto también necesita beber y comer para existir.
Del mismo modo, por causa de nuestra vida espiritual necesitamos que el Señor Jesús sea nuestro alimento, nuestra agua viva y aún más nuestro aire. Todas estas cosas son figuras retóricas, utilizando cosas físicas y visibles para describir la realidad que es espiritual e invisible. El Señor Jesús es nuestra vida, nuestro alimento, nuestra bebida y nuestro aire espirituales; no podemos separarnos de Él ni por un momento. Si le abandonamos por tan sólo cinco minutos, moriremos. Por causa de esto, en el Evangelio de Juan el Señor Jesús nos dijo repetidas veces: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (15:4).
En 1968 fui invitado para hablar en Indiana, y mi tema era acerca de que nosotros permanezcamos en el Señor y que el Señor permanezca en nosotros. Mientras yo hablaba, una hermana se levantó para interrumpirme, diciendo: “Por favor, dígame, ¿cómo podemos permanecer en el Señor, y cómo puede el Señor permanecer en nosotros?”. Yo respondí: “En el sentido físico, nosotros vivimos en el aire, y el aire también vive en nosotros. Es por esto que estamos vivos. Del mismo modo, hoy en día el Señor es el Espíritu, el pnéuma, es decir, el aliento. Él permanece en nosotros y nosotros también permanecemos en Él. Es de este modo que tenemos aliento y vida, y así vivimos”.
(
Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Un, capítulo 7, por Witness Lee)