Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Un, por Witness Lee

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LOS DOS “LLEGAR A SER” DEL SEÑOR JESÚS

En 1 Corintios 15:45 se nos dice que el postrer Adán, quien es el Señor Jesús, la Palabra encarnada, luego de pasar por la muerte y resurrección fue hecho el Espíritu vivificante en resurrección. Sabemos que el tema principal de 1 Corintios 15 es la resurrección. Debido a que algunos en la iglesia en Corinto no creían en la resurrección, el apóstol Pablo los corrigió y les reveló la verdad acerca de la resurrección. En esta revelación Pablo señaló en particular que algo importante sucedió en la resurrección: el postrer Adán, quien llegó a ser carne y murió en la cruz por nosotros, llegó a ser el Espíritu vivificante. En el contexto de 1 Corintios 15:45 vemos que Pablo utilizó una ilustración donde se refirió al asunto de la resurrección. Él dijo que cuando un grano de trigo es sembrado en la tierra, aunque aparentemente muere, en realidad la vida que está contenida en su interior no muere. La forma exterior del grano muere y la cáscara se descompone, pero la vida que hay adentro crece. Este crecimiento es su resurrección. Una vez es resucitado, adquiere otra forma, por la cual muchos granos son producidos. Ésta es la historia de la resurrección.

“El secreto de la siega, / Muerto el grano vida da” (Himnos, #200). Nadie puede cuestionar esto. El postrer Adán, el Jesús encarnado, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, y luego Él murió en la cruz y fue sepultado. La gente pensó que Él había llegado a su fin. No sabían que cuando ellos mataron y sepultaron al Señor Jesús, así como un agricultor que siembra un grano en el suelo, ellos le proveyeron con la mejor oportunidad para ser resucitado. En esta resurrección Él tomó otra forma y llegó a ser un Espíritu vivificante.

Es lamentable que el cristianismo actual ni ve este asunto ni le presta atención a la segunda mitad de 1 Corintios 15:45. Éste no es un versículo insignificante en la Biblia; es tan importante como Juan 1:14. La Palabra se hizo carne, y el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante. Las expresiones se hizo y fue hecho en estos dos versículos es la misma palabra en el griego. Además, este verbo traducido “se hizo” en el griego denota una acción con una meta. Esto significa que no es un movimiento ligero; es una acción importante con una meta. Por ende, el Señor Jesús realizó dos acciones importantes: primero, Él se hizo carne, y segundo, Él fue hecho Espíritu vivificante.

Él se hizo carne para ser el Cordero con miras a la redención de los pecados. Si Él no tuviese carne ni sangre, Él no podría efectuar la redención por nuestros pecados. Por ende, Juan el Bautista dijo: “He aquí el Cordero de Dios” (Jn. 1:29). Esto nos muestra claramente que el Señor llegó a ser un hombre con sangre, carne, piel y huesos; por lo tanto, Él podía morir por nosotros los seres humanos, quienes también tenemos sangre, carne, piel y huesos. La sangre que Él derramó era sangre humana genuina; a los ojos de Dios Él es el Cordero. Por ende, Colosenses 1:15 dice que Él es el Primogénito de toda la creación de Dios. Nuestro Señor es el primero de toda cosa creada. Si Él no fuese creado, Él no tendría carne y sangre; si Él no hubiese llegado a ser un verdadero hombre, un hombre genuino, Él no habría tenido sangre y, por consiguiente, no hubiese podido redimirnos.

El Señor Jesús se encarnó con sangre y carne. Hebreos 2 nos dice que Él mismo participó de sangre y carne, que eran cosas creadas. Para el tiempo de los apóstoles, había un grupo de personas llamados los docetas, quienes decían que el Señor Jesús no era un hombre verdadero y que Su cuerpo no era un cuerpo verdadero, sino un fantasma. El nombre doceta fue derivado de la palabra griega que significa “parecer, aparentar ser”. Juan escribió 1 Juan 4 a fin de refutar esta herejía. Juan dijo: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa [...] no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo” (vs. 2-3). Hoy en día hay algunos que se llaman a sí mismos fundamentalistas, pero dicen que el Señor Jesús no es una criatura. Si usted dice que el Señor Jesús no es una criatura, usted no confiesa que el Señor Jesús ha venido en la carne. ¿No es usted entonces un doceta? El Señor Jesús llegó a ser un hombre, una criatura; esto no significa que al llegar a ser una criatura Él dejó de ser el Creador. El hecho es que Él era Dios quien llegó a ser hombre y aun así Él seguía siendo Dios. Él es Dios, por ende, Él es el Creador; Él se hizo hombre, por ende, Él es una criatura.

A principios de la década de los sesenta, cuando estuve en Taipéi, había un supuesto colaborador entre nosotros quien no creía que el Señor Jesús aún es un hombre en los cielos actualmente. Muchos cristianos en la actualidad tampoco creen esto. Ellos creen que el Señor Jesús fue un hombre únicamente cuando estuvo en la carne, y que Él fue un hombre hasta que murió en la cruz, pero que después de Su sepultura Él dejó de ser un hombre. Por ende, en Su resurrección Él no tenía la naturaleza humana y ya no era un hombre. El hecho es que hoy el Señor Jesús todavía es un hombre. En 1 Timoteo 2:5 el apóstol Pablo se refirió a Él como “Cristo Jesús hombre”. Hoy Él es el hombre, el Mediador entre Dios y los hombres. No sólo eso, sino que luego de ser resucitado de los muertos, Él estuvo en medio de Sus discípulos, apareciéndose a ellos en Su cuerpo resucitado para que ellos le pudieran ver y palpar. Esto indica que Su cuerpo resucitado era una verdadera entidad y no un fantasma. Él le dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira Mis manos; y acerca tu mano, y métela en Mi costado” (Jn. 20:27). Por lo tanto, podemos decir que después de Su resurrección, el Señor Jesús aún era un hombre con carne y huesos.

El primer paso que dio el Señor Jesús fue llegar a ser carne. Como Creador, Él llegó a ser una criatura; éste era Dios que se hizo hombre. Por ser tal hombre, Él era el Cordero de Dios, quien podía derramar sangre humana pura y genuina por la redención del linaje humano. Luego, Él dio un segundo paso, es decir, Él murió y fue resucitado, y en Su resurrección Él llegó a ser el Espíritu vivificante. En el primer paso, como Dios, Él llegó a ser un hombre: el postrer Adán; en el segundo paso, el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante. Los maestros de la teología tradicional dicen que los tres del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— están separados y son independientes unos de otros. Con base en esto, no se atreven a decir que el Señor Jesús llegó a ser el Espíritu vivificante en resurrección, y que este Espíritu es el Espíritu Santo, pues si ellos dicen que este Espíritu es el Espíritu Santo, entonces el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no están separados.

En realidad, ellos no necesitan tener temor o predicar de esa forma. Ellos no deberían dividir al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de forma tan precisa. Apocalipsis habla del Espíritu de Dios como los siete Espíritus, quienes son los siete ojos del Cordero (5:6). Los teólogos tradicionales no pueden explicar esto. Ellos dicen que el Hijo y el Espíritu Santo están separados, pero la Biblia dice que el Espíritu Santo es los ojos del Hijo; en otras palabras, el Tercero del Dios Triuno es los ojos del Segundo. No sólo eso, sino que en la tarde del día de la resurrección, el Señor Jesús vino a Sus discípulos. Él sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). Esto nos muestra que el Espíritu Santo es el aliento santo. El Espíritu Santo recibido por los discípulos era el aliento que el Señor Jesús sopló. Algunos podrían decir que esto sólo fue una señal y no una realidad, que el Señor Jesús realmente no sopló en ellos a fin de que recibieran el Espíritu Santo, es decir, que esto era meramente una demostración. Incluso si usted pudiera considerar este asunto de soplar en los discípulos como una demostración, no hay manera de demostrar que los siete Espíritus de Dios sean los ojos del Señor Jesús como el Cordero, según se establece en Apocalipsis.

(Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Un, capítulo 2, por Witness Lee)