EL POSTRER ADÁN LLEGÓ
A SER EL ESPÍRITU VIVIFICANTE
En 1 Corintios 15:45 se nos dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. El Señor Jesús era Dios, la Palabra quien era Dios desde el principio. Esta Palabra llegó a ser carne para ser el postrer Adán. Él se encarnó y tuvo sangre y carne a fin de ser nuestro Señor redentor. Si Él no se hubiera encarnado, de modo que no tuviera sangre ni carne, Él no hubiese podido morir por nosotros y, más aún, no hubiese podido derramar Su sangre por nosotros. ¡Alabado sea el Señor, Él tenía carne y sangre a fin de poder morir por nosotros y derramar sangre humana verdadera para redimirnos del pecado! ¡Alabado sea el Señor, esto es lo que el postrer Adán logró por nosotros! Luego, Él reposó y la gente lo sepultó en un sepulcro nuevo que había sido labrado en la peña. Después que Dios terminó la obra de creación, Él reposó. Ahora el Señor reposó de nuevo después de efectuar la obra de redención en la cruz.
Poco después de Su muerte en la cruz, el Señor resucitó. En el momento en que Él fue levantado de los muertos, Él era como un grano que murió en la tierra y creció hasta alcanzar una forma diferente. Esta forma es una forma de vida, es decir, una forma vivificante. En 1 Corintios 15, que es un capítulo acerca de la resurrección, se nos habla de un grano que se siembra en la tierra y crece hasta alcanzar otra forma. Luego habla del postrer Adán como tal grano que resucitó de los muertos para llegar a ser un “retoño tierno”, que es el Espíritu vivificante. Después que un grano es sembrado en la tierra, él muere y luego crece hasta ser un retoño tierno. Este retoño tierno suministra vida a fin de que el trigo pueda alcanzar la plena madurez y lleve fruto a ciento por uno.
El Señor dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). Nosotros somos el “mucho fruto”, es decir, los muchos granos. Él llegó a ser el Espíritu vivificante para impartir vida a nosotros, los muchos granos. Cuando nosotros, los muchos granos, somos unidos conjuntamente, llegamos a ser un solo pan, un Cuerpo, que es la iglesia. Por consiguiente, el resultado de Su muerte y resurrección como el único grano es la iglesia. La iglesia es producida por Cristo al Él llegar a ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante es representado por el retoño tierno. En cuanto el retoño tierno crece, comienza a impartir vida. Como resultado de esto, muchos granos son producidos para llegar a ser el Cuerpo de Cristo, la iglesia. Si vemos esta luz, entonces comprenderemos que la teología que se enseña en el cristianismo acerca de la Trinidad es muy superficial. Los maestros cristianos hablan acerca del Señor y el Espíritu Santo como si los dos no estuvieran relacionados. Sin embargo, si vemos la luz revelada en 1 Corintios 15, nos daremos cuenta de que Cristo y el Espíritu están relacionados y que Ellos son dos pero también uno. Cuando Cristo fue el postrer Adán, Él anduvo, permaneció y vivió con los discípulos. Después de pasar por la muerte y la resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante es “el Espíritu” que se menciona en el Nuevo Testamento. Antes de la muerte y la resurrección de Cristo, aún no había el Espíritu, según se menciona en Juan 7:39. No obstante, después de Su muerte y resurrección, había el Espíritu. Hoy, el hecho de que podamos ser regenerados y así llegar a ser los muchos granos para ser el Cuerpo de Cristo es un resultado de la impartición de vida efectuada por el Espíritu vivificante.
(Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Un, capítulo 3, por Witness Lee)