PERMANECER MUTUAMENTE CON EL SEÑOR
ES POR COMPLETO UN ASUNTO EN EL ESPÍRITU
¿Qué significa permanecer en el Señor? Nuestro Señor era Dios, quien se hizo hombre para ser el postrer Adán. Puesto que Adán pecó, otro Adán era necesario para efectuar la redención. El primer Adán pecó, pero el postrer Adán vino para redimir. Sólo el postrer Adán podía redimirnos porque todos somos descendientes de Adán. El primer Adán pecó, lo que hizo que todos nosotros, los pequeños Adanes, cayéramos en pecado. Por consiguiente, el postrer Adán vino para redimirnos. Sin embargo, hay algunos que no desean recibir a Jesús, pero todo aquel que esté dispuesto a recibirlo será redimido. Damos gracias y alabamos al Señor que aquí hoy todos estamos dispuestos y le hemos recibido; por consiguiente, hemos sido salvos. Como nuestro postrer Adán, Él nos ha redimido.
En ese sentido el cristianismo tiene la razón. Sin embargo, el cristianismo no está dispuesto a ir adelante y ver que este postrer Adán ahora ha llegado a ser el Espíritu vivificante. Él no sólo es el postrer Adán; más aún, Él ha llegado a ser el Espíritu vivificante. El postrer Adán tenía como meta la redención, mientras que el Espíritu vivificante tiene como meta impartir vida. Su redención en la cruz es objetiva para nosotros, pero Su impartición de vida debe ser subjetiva para nosotros. Por consiguiente, como Espíritu vivificante Él ha entrado en nosotros. En 2 Timoteo 4:22 se nos dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Hoy en día el Señor está en nuestro espíritu. Romanos 8:9 dice: “Si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros”. Luego continúa diciendo: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. Nosotros tenemos a Cristo; por consiguiente, le pertenecemos a Cristo y estamos unidos a Cristo. Luego, el versículo 10 dice: “Pero si Cristo está en vosotros”. Estos pocos versículos mencionan el Espíritu de Dios, luego el Espíritu de Cristo y luego a Cristo. Nunca piensen que éstos tres son tres entidades diferentes. Más bien, estos tres se refieren a la misma Persona. El Espíritu de Dios es el Espíritu de Cristo, y el Espíritu de Cristo es Cristo. Después de leer todo el contexto, veremos que hoy en día nuestro Dios, nuestro Salvador Cristo, es el Espíritu consumado.
(Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Un, capítulo 3, por Witness Lee)