Economía de Dios, La, por Witness Lee

EL ALMA COMO ORGANO REFLECTOR

A continuación vamos a tratar con el alma. Lo primero que debemos aprender en cuanto a tratar con el alma es que debemos negarla. Dos pasajes, Mateo 16:24-26 y Lucas 9:23-25, nos dicen claramente que debemos negar el alma, la cual es el yo. En el capítulo anterior vimos que el alma, nuestro propio yo, está compuesta de tres partes: la mente, la voluntad y la emoción. Por lo tanto, debemos aprender a negar nuestra mente natural, nuestra voluntad natural y nuestra emoción natural.

En segundo lugar, el alma debe ser purificada (1 P. 1:22), lo cual se logra principalmente por recibir la Palabra. La Palabra de Dios puede purificar el alma de muchas cosas carnales, mundanas y naturales. Nuestra alma es nuestro yo, nuestro propio ser, el cual ha sido muy dañado y ocupado por cosas carnales, mundanas y naturales. Por lo tanto, primero debemos negar nuestra alma; entonces, cuanto más neguemos nuestra alma, más será ésta purificada por la Palabra de Dios.

En tercer lugar, nuestra alma debe ser transformada (2 Co. 3:18 y Ro. 12:2). Segunda Corintios 3:18 dice que debemos ser transformados, pero no indica en qué parte debemos ser transformados. Sin embargo, Romanos 12:2 muestra que somos transformados por la renovación de la mente. Por consiguiente, la transformación debe ser efectuada en nuestra alma, puesto que la mente es la parte gobernante del alma. Después que nuestro espíritu ha sido regenerado, nuestra alma debe ser transformada.

¿Cuál es el propósito de que el alma tenga que ser negada, luego purificada, y de ahí transformada en la imagen de Cristo? Ya hemos anotado que el corazón sirve para amar al Señor y que el espíritu sirve para recibir al Señor y tener contacto con El. Ahora, ¿para qué es el alma? Es para reflejar al Señor. En la mayoría de las versiones la palabra “reflejar” no es traducida en 2 Corintios 3:18, pero el significado se encuentra en el idioma original. “Reflejar” es la función de un espejo, el cual capta y refleja a cara descubierta. El alma, mediante ser purificada y transformada, llega a ser el órgano mismo que, como espejo, refleja y expresa a Cristo. Por lo tanto, amamos al Señor con nuestro corazón, lo recibimos y tenemos contacto con El con nuestro espíritu, y lo reflejamos y lo expresamos con nuestra alma transformada. Debemos poner todo esto en práctica en nuestra vida diaria. Entonces en nuestras vidas comprobaremos que lo aquí explicado es totalmente práctico y en verdad produce resultados.

(Economía de Dios, La, capítulo 7, por Witness Lee)