Economía de Dios, La, por Witness Lee

EL CORAZON COMO ORGANO PARA AMAR

Segunda Corintios 3:16 dice: “Pero cuando se conviertan (los corazones) al Señor, el velo se quitará”. Lo primero que debe convertirse al Señor es el corazón. Esto es verdadero arrepentimiento. Cuando estábamos caídos, nuestro corazón estaba apartado del Señor. Sin embargo, cuando nos arrepentimos, nuestro corazón fue convertido al Señor. Este asunto de convertir el corazón hacia el Señor no se efectúa de una vez por todas. Nuestro corazón debe tornarse al Señor todo el tiempo, todos los días. Cada mañana debemos tornar nuestro corazón de nuevo al Señor. Después de levantarnos, debemos acudir al Señor y decirle: “Señor, aquí estoy. Por Tu gracia y Tu misericordia quiero tornar mi corazón de nuevo a Ti este día”.

Cuando nuestro corazón se convierte al Señor, el velo es quitado. Mucha gente dice: “¿Por qué no tengo ninguna guía? ¿Por qué no conozco la voluntad del Señor?” Pero el problema es: ¿en dónde está el corazón de ellos y hacia dónde está orientado? El corazón de ellos debe convertirse al Señor y sintonizarse con El. Cuando yo era joven casi todos los días oraba 2 Corintios 3:16: “Señor, haz que torne mi corazón a ti”. ¡Esto funciona! Tan sólo pruébelo. Antes de leer la Palabra en la mañana, en primer lugar, torne su corazón al Señor. El velo será quitado y habrá luz. El velo que está entre usted y el Señor será quitado al tornar su corazón al Señor, y usted verá la luz.

Una vez que el corazón se ha convertido al Señor, lo siguiente que debe hacer es ejercitar la fe. Romanos 10:9-10 dice: “Si ... creyeres en tu corazón” y “con el corazón se cree”. Creer no es algo que se haga con el espíritu, la mente ni la voluntad, sino con el corazón: “Porque con el corazón se cree”. Debemos aprender a usar nuestro corazón para creer, a fin de cooperar con el Espíritu que mora en nuestro interior. Después de que nuestro corazón se torne al Señor, inmediatamente debemos ejercitar la fe en nuestro corazón. Debemos ejercitar nuestro corazón para creer todo lo que el Señor dice en la Palabra. Por medio de ejercitar nuestro corazón debemos creer todo lo que sintamos profundamente. Debemos ceer en el Señor en medio de nuestro ambiente. En todas las situaciones dentro de nuestro contorno de circunstancias, debemos siempre ejercitar nuestro corazón para creer al Señor. Ejercitar la fe en el Señor evitará toda duda en nuestro corazón. Debemos aun orar que el Señor proteja de las dudas nuestro corazón.

En tercer lugar, el corazón debe ser purificado de mala conciencia (He. 10:22). El corazón en sí no es lo que ha de ser purificado, sino la mala conciencia. Nuestra conciencia siempre necesita la purificación de la sangre redentora del Señor Jesús. Cuanto más tornemos al Señor nuestro corazón y cuanto más creamos en el Señor por medio de ejercitar nuestro corazón, más sentiremos en nuestra conciencia que estamos equivocados en muchos asuntos. Cuando nuestro corazón no se ha tornado al Señor, no sentimos que nuestra conciencia esté mal. Cuando nuestro corazón se aparta del Señor tenemos un solo sentir: que nosotros estamos bien en todo; todos los demás están equivocados, pero nosotros estamos correctos. Cuando tornamos al Señor nuestro corazón sólo podemos vernos a nosotros mismos; no podemos ver a los demás. Cuanto más creamos en El, más sentiremos lo mal que estamos en tantas cosas. Estamos mal con nuestra esposa, con nuestro esposo, con nuestros hijos, con nuestros padres, con nuestros compañeros de clase. ¿Qué son estas acusaciones en nuestro corazón? Son las acusaciones de nuestra conciencia. En este punto, conforme a la acusación interna de nuestra conciencia, nosotros espontáneamente confesaremos todo. Cuanto más confesemos, más será aplicada la sangre del Señor Jesús a nuestra conciencia. Esta será purificada, limpiada y quedará sin ofensa: una conciencia pura. Que nuestro corazón esté purificado de toda mala conciencia significa que nuestra conciencia ha sido purgada hasta tal grado que ya no hay condenación en nuestro corazón. Nuestro corazón tiene paz y está lleno de gozo en el Señor.

Además, conforme a Ezequiel 36:26, el corazón debe ser renovado. En Ezequiel 36:25 el Señor dice: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré”. Pero esto no es todo. Limpiarnos de nuestras inmundicias, de nuestros pecados y hasta de nuestros ídolos es solamente el lado negativo. Necesitamos algo positivo. Por lo tanto, el versículo siguiente dice: “Os daré corazón nuevo”. Un corazón nuevo es el corazón viejo renovado.

Por lo tanto, hay cuatro pasos en cuanto al tratar con el corazón. Estos no ocurren de una vez por todas cuando creemos en el Señor Jesús y le recibimos como nuestro Salvador. Estos cuatro pasos deben refrescar todos los días el corazón de los que buscamos al Señor. Debemos tornar nuestro corazón al Señor, debemos ejercitar nuestro corazón para creerle a El, debemos tener un corazón purificado de mala conciencia, y debemos renovarlo una y otra vez. La renovación de nuestro corazón no es un asunto que ocurra de una vez por todas. Creo que si el apóstol Pablo estuviera aquí hoy día, necesitaría que su corazón fuera renovado. Debemos poner estos pasos en práctica inmediatamente. Al levantarnos en la mañana debemos orar: “Señor, hazme tornar mi corazón a Ti”. Luego debemos ejercitar nuestro corazón para creer al Señor: “Señor, te creo y creo Tu Palabra. Creo en el hecho de que Tú tratas conmigo y de que tratas con todo el ambiente que me rodea”. En este punto sentiremos cuán equivocados hemos estado, cuántos errores hemos cometido y cuánta inmundicia tenemos. Por lo tanto, debemos confesar para que seamos limpiados y purificados de mala conciencia. Entonces nuestro corazón será renovado otra vez.

Estos cuatro pasos harán que nuestro corazón funcione adecuadamente. La función del corazón es amar al Señor, porque es el órgano de amar de nuestro ser. Esto lo prueba Marcos 12:30: “Amarás al Señor con todo tu corazón”. El corazón fue creado con el propósito de amar al Señor. Si no tuviéramos corazón no podríamos amar. ¿Acaso podríamos ver si no tuviéramos ojos? ¿Podríamos oír si no tuviéramos oídos? ¿Podríamos pensar si no tuviéramos mente? ¡No! Tampoco podríamos amar si no tuviéramos corazón. Muchos cristianos no saben cuál es la función del corazón. Ellos saben cuál es la función de los ojos, la de los oídos, la de la mente, pero simplemente no saben cuál es la función del corazón.

El amor es un asunto que corresponde al corazón. No podemos amar a la gente con la nariz; tampoco podemos amar a la gente con las manos. El corazón es el único órgano para amar. Nadie puede decir que no ama cosa alguna. Todo el mundo ama algo: ya sea al Señor mismo o a alguna otra cosa. Cuanto más tornemos nuestro corazón al Señor, más ejercitaremos nuestro corazón para creer al Señor, y más nuestro corazón será limpiado de mala conciencia y renovado. Entonces tendrá una mayor capacidad de amar al Señor. Esta es la función de un corazón renovado. Cada mañana debemos renovar nuestro corazón para que podamos amar al Señor cada vez más.

Todas las experiencias espirituales comienzan con un amor en el corazón. Si no amamos al Señor es imposible recibir algún tipo de experiencia espiritual. De hecho, la primera experiencia de nuestra vida cristiana, la salvación, tiene que ver con el hecho de que el corazón ame al Señor Jesús. A ninguna persona que verdaderamente se arrepiente le falta en su corazón amor hacia el Señor. Es posible que no tengan palabras para expresarlo, pero interiormente tienen la dulce sensación de amor. No tienen el conocimiento, pero, su experiencia inicial de salvación es una reacción o un reflejo de amor en el corazón hacia el Señor.

Debemos aprender a tornar continuamente nuestro corazón y a ejercitarlo, para tener un corazón purificado de mala conciencia y nuevamente renovado con el fin de poder amar al Señor cada vez más. Que la iglesia perdiera su primero y fresco amor hacia el Señor fue la causa de que ella cayera y se degradara. Cuando nuestro corazón no sea fresco en cuanto a amar al Señor, habremos caído. Debemos volver nuestro corazón hacia el Señor una y otra vez, y renovarlo continuamente para que tengamos un nuevo y fresco amor para con el Señor.

(Economía de Dios, La, capítulo 7, por Witness Lee)