Economía de Dios, La, por Witness Lee

SEPARANDO ALMA Y ESPIRITU

Por esta razón debemos separar nuestra alma y nuestro espíritu (He. 4:12). Si no somos capaces de separar alma y espíritu, simplemente no podemos tener contacto con el Señor. Veamos el cuadro. Si el sumo sacerdote fuera incapaz de localizar el Lugar Santísimo, sus esfuerzos por tener contacto con Dios sólo habrían terminado en fracaso. Primero, él tenía que entrar en el atrio, desde el atrio tenía que entrar en el lugar santo, y finalmente, desde el lugar santo tenía que entrar en el Lugar Santísimo. Ahí él podría encontrar a Dios y ver la gloria Shekiná de la presencia de Dios.

Debemos aprender a discernir nuestro espíritu de nuestra alma. El alma oculta y cubre al espíritu tal como los huesos ocultan la médula. Es fácil ver los huesos pero no es fácil ver la médula que está escondida en ellos. Si queremos la médula debemos romper los huesos. A veces la médula tiene que ser raspada de los huesos. ¡Cuánto se pega nuestro espíritu a nuestra alma! Nuestro espíritu está escondido y oculto en ella. El alma es fácilmente reconocida pero el espíritu es difícil de conocer. Sabemos un poco acerca del Espíritu Santo, pero no conocemos el espíritu humano. ¿Por qué? Porque el espíritu humano está oculto en el alma. Es por esto que nuestra alma necesita ser quebrantada, y tal como las coyunturas son la parte más fuerte de los huesos, así también nuestra alma es muy fuerte. Tenemos un espíritu, pero nuestra alma lo cubre. La Palabra de Dios, como una aguda espada, debe penetrar nuestra alma a fin de quebrantarla y separarla de nuestro espíritu.

“Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (He. 4:9, 11). ¿Qué significa este reposo? Para averiguar su significado debemos ver otro tipo en el Antiguo Testamento. Después de que los israelitas fueron liberados y salvados de la tierra de Egipto, fueron llevados al desierto con la intención de que entraran luego en la tierra de Canaán. La tierra de Canaán era su tierra de descanso, y tipificaba el Cristo todo-inclusivo. Cristo es la buena tierra de Canaán y El es nuestro Reposo. Si hemos de entrar en el reposo debemos entrar en Cristo. Pero, ¿dónde está Cristo ahora? Respondemos que está en nuestro espíritu. Los israelitas, quienes habían sido libertados de Egipto, en vez de entrar en Canaán, vagaron en el desierto durante muchos años. ¿Qué representa esto? Significa que muchos cristianos, después de ser salvos, simplemente permanecen vagando en el alma. El libro de Hebreos fue escrito debido a que muchos cristianos hebreos habían sido salvos, pero permanecieron vagando en su alma. No prosiguieron hasta salir del desierto y entrar en la buena tierra, es decir, en Cristo, quien habitaba en el espíritu de ellos. No debemos seguir vagando en nuestra alma, sino proseguir hasta entrar en nuestro espíritu, donde Cristo es nuestro reposo.

Demos una ilustración adicional en el siguiente diagrama:

En los tiempos antiguos todo el pueblo de Israel tenía acceso al atrio, pero sólo los sacerdotes podían entrar en el lugar santo. Además, en el Lugar Santísimo solamente uno, el Sumo Sacerdote, podía entrar, y eso sólo una vez al año. Más aún, de todos los israelitas que fueron salvados y sacados de Egipto hacia el desierto, muy pocos prosiguieron hasta entrar en la buena tierra de Canaán.

Aunque es posible que hayamos sido salvos durante muchos años, debemos preguntarnos si actualmente somos cristianos que viven en el cuerpo, en el alma o en el espíritu. ¿Estamos ahora en Egipto, en el desierto o en la buena tierra de Canaán? Pregúntele al Señor y busque usted mismo para que esté claro en dónde se encuentra usted. Hablando con franqueza, muchos cristianos están todo el día vagando en el alma, es decir, en el desierto. Por las mañanas tienen caras sonrientes, pero por las tardes están tristes y ponen mala cara. El día de ayer parecía que estaban en los cielos pero hoy están deprimidos. Están vagando en el alma, en el desierto, sin descanso, circulando en la misma ruta día tras día. Es posible que hayan estado siguiendo al Señor durante veinte años, pero todavía están andando en círculos, tal como el pueblo de Israel que durante treinta y ocho años vagó sin mejoría ni progreso. ¿Por qué? Porque están en el alma. Cuando estamos en el alma, estamos en el desierto.

A esto se debe que el escritor de Hebreos haya enfatizado la necesidad de hacer una separación entre el alma y el espíritu. La Palabra de Dios debe penetrarnos para que sepamos cómo proseguir desde nuestra alma hasta entrar en la buena tierra y en el Lugar Santísimo de nuestro espíritu humano. Un creyente que vive en su alma es uno que vaga en el desierto del alma, en donde no hay descanso.

El Sumo Sacerdote tenía que pasar a través del velo a fin de entrar en el Lugar Santísimo; así que el velo, el cual tipifica la carne (He. 10:20), debía ser rasgado. Además, el pueblo de Israel tuvo que cruzar el río Jordán a fin de entrar en la buena tierra. En las aguas del Jordán sepultaron doce piedras, que representan a las doce tribus de Israel, y otras doce piedras, que representan a los israelitas resucitados, fueron introducidas en la buena tierra. La vieja generación de Israel fue sepultada en las aguas de muerte del río Jordán. Todo esto significa que el hombre natural, la vida del alma o la vieja naturaleza deben ser quebrantadas como el velo y sepultadas como el viejo hombre. Entonces podemos entrar en el Lugar Santísimo y en la buena tierra para disfrutar a Cristo como nuestro reposo.

(Economía de Dios, La, capítulo 3, por Witness Lee)