Economía de Dios, La, por Witness Lee

EL ATRIO

En el atrio se encuentran dos cosas: el altar y el lavacro. Todos los que estudian la Biblia concuerdan en que el altar tipifica la cruz de Cristo y que el lavacro tipifica la obra del Espíritu Santo. ¿Hemos nosotros experimentado el altar y el lavacro? En la cruz, Cristo fue ofrecido como nuestra ofrenda por el pecado. El murió por nuestros pecados, y hasta fue hecho pecado en la cruz por causa nuestra; así que El es nuestra Pascua. La Pascua significa que El, el mismo Cordero de Dios, llevó nuestros pecados y murió en la cruz. Primera Corintios 5:7 claramente establece que Cristo es nuestra Pascua. El día que creímos que El murió por nuestros pecados fue el día de nuestra Pascua. Fue ese día cuando nosotros disfrutamos a Cristo como nuestro Cordero pascual.

Después de que experimentamos el altar de la cruz, el Espíritu Santo comienza a obrar inmediatamente, como es representado por el lavacro. El lavacro es un lugar para que la gente se lave y se purifique. Después de haber recibido a Cristo como nuestra Pascua, el Espíritu Santo comienza Su obra limpiadora por dentro y por fuera. Cuando el pueblo de Israel entraba en el tabernáculo, tenía que pasar el altar en el cual estaba la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones; pero ellos también tenían que lavarse los pies y las manos en el lavacro para quitarse toda la suciedad terrenal. Desde que somos salvos, el Espíritu Santo nos limpia de toda la suciedad terrenal de nuestro andar diario. Si hemos tenido estas experiencias, significa que hemos sido salvos y que ya no estamos fuera del atrio. Una vez que estamos dentro del atrio, estamos en el límite y dominio de Dios. En otras palabras, estamos en el reino de Dios, porque hemos sido regenerados, redimidos, perdonados y ahora estamos limpios por la obra del Espíritu Santo. A menos que hayamos experimentado tanto el altar como el lavacro, no podemos ser jamás un verdadero hijo de Dios. Aunque tal vez hayamos entrado externamente en el cristianismo, si no experimentamos estas dos cosas todavía estamos fuera del reino de Dios.

(Economía de Dios, La, capítulo 19, por Witness Lee)