Economía de Dios, La, por Witness Lee

EL ARCA EN EL LUGAR SANTISIMO

¿Y acaso es esto todo? Esto es santo, pero no es lo más santo. Es bueno, pero no es lo mejor. Por lo tanto, de nuevo debemos seguir adelante a fin de entrar en el Lugar Santísimo. El primer velo debe ser cruzado, pero el segundo velo debe ser rasgado. Este velo es la carne (He. 10:20), la cual debe ser quebrantada antes de que podamos entrar en el Lugar Santísimo.

Solamente hay una cosa en el Lugar Santísimo: el arca. Todos los que estudian la Biblia están de acuerdo en que el arca tipifica a Cristo. Aunque podemos disfrutar a Cristo como nuestro alimento, como nuestra luz y como nuestro olor fragante para con Dios, con todo y eso, Cristo mismo está en el Lugar Santísimo. Cristo como alimento, como luz y como olor fragante son las tres cosas que están en el lugar santo, pero ahora es necesario tocar a Cristo mismo. No debemos solamente tocar a Cristo como alguna cosa, sino que debemos tocar a Cristo mismo. Esto es más profundo. Debemos tener contacto con Cristo mismo. Ya hemos experimentado a Cristo como nuestra Pascua y hemos experimentado el lavamiento del Espíritu Santo; luego hemos experimentado a Cristo como vida, como luz y como olor fragante; ahora debemos tener contacto con Cristo mismo. Muy pocos cristianos han entrado en el Lugar Santísimo a fin de tocar el arca, la cual es Cristo mismo.

Ahora tengamos en cuenta el contenido del arca. Es muy significativo ver el maná en el arca; no es el maná que está al descubierto, sino el maná escondido; no el maná exhibido, sino el maná que está en el lugar secreto. Sin duda, el maná escondido corresponde al pan de la presencia. Sin embargo, la diferencia es ésta: el pan de la presencia es exhibido, pero el maná del arca está escondido. El pan de la presencia se exhibe sobre la mesa, pero el maná del arca está escondido en una vasija de oro. Y no sólo el maná está escondido en la vasija de oro, sino que esta vasija está escondida en el arca. ¡Este maná está doblemente escondido! En el desierto el pueblo de Israel disfrutaba el maná, pero el maná que ellos disfrutaban era el maná público; era el maná que había caído a la tierra, no el maná escondido en los cielos. El maná escondido es Cristo mismo.

Necesitamos experimentar a este Cristo tan profundo, un Cristo que está en el lugar secreto, un Cristo en los lugares celestiales. Este es el Cristo que se menciona en Hebreos 7, según el orden de Melquisedec, no según el orden de Aarón. Aarón está en el atrio, ofreciendo sacrificios en el altar; Melquisedec está en el trono de la gracia en los lugares celestiales. Tal vez experimentemos a Cristo como nuestro alimento, pero este disfrute está solamente en el lugar santo, y todo lo que experimentemos es inmediatamente conocido por mucha gente. Algunas veces la noticia de nuestra “gloriosa” experiencia se extiende por toda la nación. Esto no es otra cosa que la experiencia del pan de la presencia que está al descubierto. Debemos proseguir más profundamente en el lugar secreto del Todopoderoso a fin de tocar al mismo Cristo celestial.

En el arca también se encuentra la ley, la ley que regula e ilumina. La ley corresponde al candelero del lugar santo. La ley es el testimonio de Dios, y, tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo, el candelero también es el testimonio de Dios. Aunque la ley corresponde al candelero, el principio sigue siendo el mismo: el candelero brilla abiertamente, pero la ley es una luz escondida, interior y profunda. Muchas veces los hermanos y las hermanas sólo tienen la luz del candelero. ¡Cómo brilla la luz de ellos! En cierto sentido eso es bueno, pero en otro sentido todavía son superficiales; todo está exhibido en la superficie. Necesitan que Cristo llegue a ser su ley interior. Aquellos que tienen a Cristo como su ley viviente escondida dentro de ellos no muestran mucho exteriormente, pero interiormente conocen a Cristo de una manera más profunda.

En tercer lugar, en el arca se encuentra la vara que reverdeció. La vara, junto con sus retoños, tipifica al Cristo resucitado. Esto corresponde con el olor del incienso, y ambos, la vara que retoñó y el olor del incienso, representan al Cristo resucitado; pero una vez más, la diferencia consiste en que el incienso está abiertamente expresado, mientras que la vara reverdecida es experimentada de una manera escondida y profunda.

Hemos visto tres cosas en el Lugar Santo: Cristo como alimento, Cristo como vida y Cristo como olor fragante. Pero las tres cosas que están en el arca en el Lugar Santísimo son más profundas. El pan de la presencia exhibe algo, el candelero brilla y el incienso seesparce: todos ellos son desplegados exteriormente. Sin embargo, las tres cosas que se encuentran en el arca están profunda e interiormente escondidas.

(Economía de Dios, La, capítulo 19, por Witness Lee)