Economía de Dios, La, por Witness Lee

TRATANDO CON LA VOLUNTAD

Supongamos que nuestra mente renovada entiende lo que percibimos por medio de la intuición. Luego, la cuestión es nuestra disposición para obedecer lo que entendemos. Es posible que entendamos, pero tal vez digamos: “¡No!” Obedecer con la voluntad es otro problema. En realidad, si no tenemos una voluntad obediente es difícil entender lo que hay en la intuición. El Señor es muy sabio; El nunca hace nada de una manera despilfarradora. Si El sabe que no estamos dispuestos a obedecer, no es necesario que recibamos el entendimiento. Simplemente nos dejará en tinieblas. ¿Por qué habría El de permitir que entendiéramos si no vamos a obedecer? El entendimiento debe estar respaldado por una voluntad obediente, dispuesta a obedecer al Señor (Jn. 7:17). Cuando estemos dispuestos a obedecer podremos entender.

Por ejemplo, algunos han venido a mí con preguntas, pero sin deseo de escuchar y entender. Me he dado cuenta de que sería una pérdida de tiempo hablar con ellos. Algunas veces he preguntado: “¿De verdad hablan en serio? ¿Obedecerían si les contesto su pregunta?” Generalmente la respuesta de ellos ha sido: “Bueno, tal vez, pero quizás no quiera yo hacerlo. Sólo quiero considerar y averiguar qué es qué”. La voluntad debe ser totalmente sumisa, y no sólo debe ser sumisa, sino que debe estar en armonía con la voluntad de Dios (Lc. 22:42, Stg. 4:7, Fil. 2:13).

Cuando Dios nos creó nos dio libre albedrío. El nunca nos obliga a hacer nada, sino que siempre nos da la posibilidad de escoger. Aunque El es grande y sabio, aún así nunca nos obligará. Si El tuviera que hacer uso de la fuerza significaría que es verdaderamente pequeño. Satanás no sólo obliga a la gente, sino que hasta los seduce. Pero Dios nunca haría eso. Dios, en efecto, dice: “Si quieres, hazlo; si no quieres, no lo hagas. Si me amas, simplemente hazlo. Si no me amas, olvídalo. Sigue tu camino”. Por lo tanto, es necesario ejercer nuestra voluntad; de otro modo, es difícil que Dios haga algo. Para ejercer nuestra voluntad debemos hacer que nuestra voluntad sea sumisa y que esté dispuesta a obedecer siempre. No solamente debemos someternos a la voluntad de Dios, sino también hacer que nuestra voluntad esté en armonía con la de El.

Cuando nuestra voluntad sea tratada hasta ese grado, será transformada; será saturada de Cristo como nuestra vida por medio de que el Espíritu Santo se extienda. Otros podrán sentir el sabor y la propia imagen de Cristo en nuestra voluntad. Cada decisión que tomemos será una expresión de Cristo. Esto no es una suposición ni solamente una doctrina. A veces, cuando nos encontramos con algunos queridos hermanos en el Señor, sentimos el sabor de Cristo en todo lo que ellos dicen, en todo lo que ellos escogen, en todo lo que ellos deciden. Esto simplemente prueba que ellos han sido saturados con Cristo por medio de ser transformados en su voluntad y en su mente.

(Economía de Dios, La, capítulo 9, por Witness Lee)