Economía de Dios, La, por Witness Lee

TRATANDO CON LA CONCIENCIA

De nuevo, repito: El Señor primeramente debe atraernos por medio de Su amor. A fin de abrir nuestro corazón, El lo toca con Su amor. Luego, inmediatamente después de tratar con el corazón, la conciencia debe ser tratada. En la presencia del Señor, primero se debe tratar con el corazón y luego con la conciencia. Si somos puros y sencillos en nuestro corazón, la función de nuestra conciencia inmediatamente será muy aguda y alerta. Tal vez mientras estemos leyendo este libro, no tengamos el sentimiento de que estamos equivocados y que hemos cometido errores; pero cuando tratemos con nuestro corazón y lo hagamos puro y sencillo, la conciencia funcionará de una manera plena. Nuestra conciencia comenzará a acusarnos, haciendo que confesemos y que tratemos con ella. Esto hará que esté nuestra “conciencia sin ofensa”. Pablo dijo que él se había ejercitado para tener una “conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hch. 24:16). “Una conciencia sin ofensa” significa que está libre de cualquier clase de ofensa o acusación.

A fin de conocer la diferencia que existe entre nuestra alma y nuestro espíritu, necesitamos una conciencia aguda. Sin embargo, esto es difícil cuando razonamos con nuestro intelecto. Usted dice: “Bueno, yo estoy equivocado un diez por ciento, pero aquel hermano se equivocó conmigo cien por ciento. Así que él me debe un balance de noventa por ciento”. Esto no es otra cosa que hacer cálculos mentales en el alma. Mientras estamos razonando lógicamente en el alma, hay algo más profundo en nosotros que dice: “No importa cuánto él te debe, tú tienes que tratar con ese diez por ciento”.

La cuenta espiritual no es como la cuenta en el banco. La cuenta en el banco tiene crédito, débito y balance; pero la cuenta en el espíritu sólo tiene una columna, el débito. No importa cuánto crédito tengamos, mientras tengamos un débito, debemos tratar con ello. Supongamos que yo le robé a usted un reloj, y que usted me robó un automóvil. Entendemos claramente lo que cada uno de nosotros robó. Pero un día la conciencia funciona: “Tienes que tratar con el asunto del artículo robado”. Por supuesto, si yo solamente estuviera haciendo el balance de una cuenta en el banco, yo razonaría: “Este reloj cuesta $100 y ese carro cuesta $2000, así que ese hombre me debe $1900. No es necesario que yo trate con mi conciencia; en vez de eso, yo debería reclamar la diferencia”. Pero la cuenta espiritual no funciona de esa manera. La cuenta espiritual requiere que yo me olvide de cuánto la otra persona me debe y que yo trate con los $100. Incluso debo pedirle disculpas al hombre y decirle: “Amigo, discúlpeme. Para mí, robar es pecaminoso. Aquí está el reloj robado; se lo regreso ahora”. ¡No debo decir ni una palabra acerca de aquel automóvil! No tengo derecho a mencionarlo. Sólo el Espíritu Santo tiene el derecho de decirle algo a él. En la cuenta celestial, solamente hay una columna, no dos.

¿Ve usted el punto? Si usted está discutiendo y razonando, usted simplemente está en la mente, no en el espíritu.

Para mostrar esto con más detalle, supongamos que el Espíritu Santo está obrando en su espíritu, pidiéndole a usted que conteste el llamamiento del Señor. Sin embargo, una gran cantidad de razonamientos inundan su mente: ¿Qué de mi esposa? ¿Qué de mis hijos? ¿Qué de la educación de ellos? Todavía tengo a mi madre, y ya tiene 80 años de edad. Es mejor esperar un poquito más. Después que ella muera, será el momento apropiado para que yo conteste el llamamiento del Señor. Esto no es otra cosa que argumentos y raciocinios en el intelecto del alma. Usted es muy lógico, razonable, y correcto, pero todavía está el llamamiento del Señor en lo profundo de su espíritu.

Es muy fácil entender la diferencia que existe entre el alma y el espíritu, pero el problema es que todo nuestro ser puede todavía estar cerrado, pues nuestro corazón todavía no se ha abierto. Debemos decir esto una y otra vez: tenemos que abrir nuestro corazón. Cuando tratemos con nuestro corazón, de modo que sea puro y sencillo, entonces nuestra conciencia será muy aguda, para dar a conocer muchas acusaciones y ofensas. Entonces nuestra conciencia sólo podrá ser corregida por medio de la confesión y por medio de aplicar el rociamiento, la limpieza, de la sangre del Señor (He. 9:14).

Cuando nuestra conciencia sea purificada, serviremos al Dios vivo. Dios es un Dios vivo, sin embargo, El no es un Dios vivo para nosotros cuando nuestra conciencia está llena de ofensas. Cuando esto sucede, tenemos a Dios sólo de nombre; pero cuando nuestra conciencia ha sido limpiada por medio de la sangre, sentimos que Dios es muy viviente. Algunas veces parece como si Dios no fuera viviente y verdadero; El es como un título, DIOS, y ya. Esto sucede cuando nuestra conciencia está desgastada y llena de ofensas; necesita ser tratada por medio de la confesión y la limpieza.

Entonces tendremos una conciencia pura. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que él servía a Dios con una conciencia pura; no sólo una conciencia limpia, sino una conciencia sin mixtura ni sombra (2 Ti. 1:3). Una acusación en nuestra conciencia, la hace oscura y opaca, obstaculizando nuestra comunión con el Señor.

Una conciencia pura también es una buena conciencia (1 Ti. 1:5, 19 y 1 P. 3:16, 21). Una buena conciencia es una conciencia que ha sido limpiada y purificada. Es recta y transparente, sin ninguna sombra. Una conciencia en tal condición nos introducirá en la presencia del Señor. No hay ninguna barrera entre nosotros y El debido a que la conciencia ha sido limpiada y purificada.

(Economía de Dios, La, capítulo 8, por Witness Lee)