SEGUIR ADELANTE AHONDANDONOS EN CRISTO
Ahora vemos claramente que el lugar santo representa, por un lado, el desierto y por otro, el alma. En los tiempos antiguos los israelitas originalmente estaban en Egipto. Puesto que fue en Egipto que ellos experimentaron la Pascua, Egipto fue su atrio. Después de la Pascua ellos fueron sacados de Egipto e introducidos en el desierto. En otras palabras, pasaron del atrio al lugar santo.
Mientras que para los israelitas el lugar santo corresponde al desierto, para los creyentes corintios y hebreos corresponde al alma humana. Por ejemplo, los creyentes que estaban en Corinto habían experimentado a Cristo como su Pascua (1 Co. 5:7), y luego, en su experiencia, habían entrado en el desierto, donde disfrutaban a Cristo como su maná y su agua viva (1 Co. 10:1-5). También ellos estaban en el desierto, tal como los israelitas en la antigüedad, pero para los corintios el desierto era el alma. Leyendo cuidadosamente 1 Corintios, vemos que ellos vivían en el alma y eran carnales. Es verdad que ellos disfrutaban a Cristo como su alimento y como su luz y que tenían muchas experiencias maravillosas de Cristo, pero disfrutaban a Cristo en sus propias almas. La carne, el velo que separa al Lugar Santísimo del lugar santo, no había sido rota. El alma de cada uno de ellos no había sido tratada, así que no estaban en el espíritu, el cual es el Lugar Santísimo. Habían disfrutado algo de Cristo pero no a Cristo mismo.
Los israelitas en el desierto también tipifican a los cristianos hebreos (He. 3:6-8). Tanto a los cristianos hebreos como a los corintios el apóstol Pablo les hizo ver que el pueblo de Israel era un ejemplo de la propia condición de ellos. El capítulo cuatro de Hebreos indica que entrar en el descanso es entrar en el Lugar Santísimo y tocar el trono de la gracia, donde Cristo nuestro Sumo Sacerdote está ahora. Los cristianos hebreos disfrutaban algo de Cristo mediante las enseñanzas. Primera Corintios trata con el asunto de los dones, mientras que Hebreos trata con el asunto de las doctrinas. Los creyentes corintios estaban en el alma disfrutando los dones y los cristianos hebreos también estaban en el alma disfrutando las doctrinas; por lo tanto, no podían entender las cosas profundas. Puesto que los corintios y los hebreos eran muy aficionados a los dones o a las doctrinas elementales, tenían que tolerar el desierto en su alma.
Es por esto que el apóstol Pablo les rogaba a los creyentes corintios que conocieran el espíritu y que fueran hombres espirituales en vez de hombres que vivían en el alma (1 Co. 2:11-15). También hizo lo mismo en Hebreos 4:12; les dijo que deberían separar o discernir al espíritu del alma. En estos dos libros el principio es el mismo. En el Nuevo Testamento sólo estos dos libros se refieren a la historia de Israel en el desierto. La razón de esto es que los corintios eran “almáticos” en sus dones y los hebreos eran almáticos en sus doctrinas. Hoy en día muchos cristianos son almáticos en sus dones y muchos otros son almáticos en sus doctrinas. Sin duda, las doctrinas ayudaron a los cristianos hebreos y los dones ayudaron a los corintios. Pero todos ellos estaban en el alma, que es el lugar santo, y no en el espíritu, el Lugar Santísimo, en donde ellos podrían tocar y experimentar a Cristo mismo. Si hemos de tener contacto con El en nuestro espíritu, debemos abandonar nuestra alma. No debemos permanecer en el alma. Si permanecemos en el alma, estamos vagando en el desierto.
Tal vez usted diga: “Bueno, ¿por qué es eso tan importante? Aún así disfruto algo de Cristo. ¿Por qué dice usted que estas doctrinas son solamente elementales? Mediante ellas yo conozco algo de Cristo y disfruto algo de El. Usted dice que estos dones han sido enfatizados demasiado. Entonces, ¿por qué yo todavía disfruto algo de Cristo mediante los dones?” Vea el cuadro representado en el desierto. Los israelitas vagaron en el desierto por más de treinta y ocho años, y día tras día durante todo ese tiempo participaron del maná. ¡Dios es tan misericordioso! El no es un Dios pequeño, sino un Dios cuya generosidad es inmensa. Aun cuando ellos estaban mal, El aún les concedía algo. Sin embargo, aunque el maná caía diariamente de los cielos, no justificaba que el pueblo de Israel vagara en el desierto. Por el contrario, eso demostraba qué infantiles y carnales eran ellos al disfrutar nada más que el maná durante treinta y ocho años. No había nada de malo en comer el maná por un breve tiempo; pero ellos debían haberlo dejado pronto para disfrutar el producto de Canaán.
La lección que esto nos da es simple: es permisible tener los dones por un breve tiempo, pero insistir en tener siempre los dones prueba que somos infantiles. Debemos avanzar, y aun proseguir. Los dones no son nuestra porción; Cristo es la porción que Dios nos ha asignado. Antes de que el apóstol Pablo tratara con el asunto de los dones en 1 Corintios, señaló que Cristo mismo es nuestra porción. No hemos sido llamados a tener comunión en los dones, sino a tener comunión en Cristo (1 Co. 1:9). Dios no hizo a los dones nuestra sabiduría, sino que hizo a Cristo nuestra sabiduría. Es mediante Cristo que nosotros somos justificados, santificados y redimidos (1 Co. 1:30). Debemos estar agradecidos con Dios por Sus dones, pero éstos sólo son una ayuda por un breve tiempo. Sin duda Israel debió haber estado agradecido con Dios por el maná diario; sin embargo, el maná sólo era una provisión temporal hasta que ellos llegaran a la tierra. Ellos no debieron haber permanecido en el desierto con el maná diario durante treinta y ocho años. Gloria sea a Dios por Su sabiduría y Su misericordia, y alabado sea Dios por Sus dones, porque cuando vagamos en el desierto, en verdad necesitamos el maná diario y los dones para que nos sirvan de ayuda. Pero esto no justifica que continuemos en ese rumbo por un largo período de tiempo. Por el contrario, tal vez compruebe que todavía somos jóvenes y hasta infantiles. Si prosiguiéramos, ya no habría necesidad de que disfrutáramos el maná; podríamos comenzar inmediatamente a disfrutar el producto de la buena tierra de Canaán. Disfrutar el producto de la buena tierra prueba que estamos en el descanso y en el espíritu. De otro modo, somos como Israel, permaneciendo en el desierto de nuestra alma. Si no estamos en el espíritu, la cruz debe tratar con nuestra carne y nuestra alma.
Los capítulos 4, 5 y 6 de Hebreos nos exhortan a seguir adelante y el capítulo 9 de 1 Corintios nos exhorta a correr la carrera. Debemos seguir adelante para entrar en el espíritu a fin de tocar a Cristo mismo y experimentar al Cristo más profundo como el maná escondido, como la ley interior y como la vara secreta que reverdeció. El escritor de 1 Corintios advirtió a los creyentes corintios que se corrigieran y limitaran con respecto a los dones. Ellos tenían que aprender a usar los dones de una manera apropiada (1 Co. 14). Si leemos 1 Corintios de una manera cuidadosa y objetiva, veremos que la intención del escritor no es animar, sino corregir a los creyentes en cuanto a la práctica de los dones. A fin de correr la carrera de una manera apropiada, debemos conocer las cosas profundas de Cristo en el espíritu.
Ahora todos nosotros debemos verificar dónde estamos. ¿Estamos en el altar o el lavacro? ¡Quizá estamos fuera de la puerta principal! ¿Hemos experimentado estas dos cosas en el atrio y hemos avanzado a la mesa del pan de la presencia, a la luz y al olor fragante? ¿O hemos pasado ya el lugar santo y estamos ahora en el Lugar Santísimo? Si es así, estamos en el espíritu, tocando y experimentando a Cristo mismo de la manera más profunda. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que sepamos dónde estamos.
(
EconomÃa de Dios, La, capítulo 19, por Witness Lee)