Solo Cuerpo, un solo Espíritu, y un solo y nuevo hombre, Un, por Witness Lee

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EL CUERPO DE CRISTO NO PUEDE EXISTIR CUANDO VIVIMOS SEGÚN LA CARNE O SEGÚN EL HOMBRE NATURAL

Si usted ha recibido esta luz y con ella examina cuidadosamente el cristianismo actual, dirá que el Cuerpo de Cristo no se encuentra en ningún lugar. Ello se debe a la condición en que se encuentra el cristianismo actual. De joven, yo estudié en una universidad de habla inglés en Chifú que era administrada por la Junta de la Misión Presbiteriana Americana. Yo me enteré de la situación de aquella junta misionera y de la Iglesia Presbiteriana. La Iglesia Presbiteriana Americana había enviado a algunos misioneros, los cuales también enseñaban en mi universidad. Cuando estos misioneros occidentales y los pastores chinos de la Iglesia Presbiteriana se reunían, se dividían claramente en dos grupos de personas. Estos dos grupos con frecuencia disputaban entre sí, y a veces hasta se tiraban bolígrafos o Biblias. ¿Es éste el Cuerpo? ¡No! Esto no es el Cuerpo, sino la carne. Es por ello que digo que aparentemente es la iglesia, pero en realidad no lo es. Definitivamente aquello no era la iglesia.

Sin embargo, no olviden que aunque la situación entre nosotros es evidentemente más sana y mejor —pues no disputamos ni nos tiramos bolígrafos cuando nos reunimos— aún tenemos que ir más a fondo y preguntarnos si nos reunimos según Cristo en nuestro espíritu o según otra cosa. Si en lugar de comportarnos conforme a Cristo en nuestro espíritu, nos comportamos conforme a nuestra mansedumbre, nuestra elocuencia, nuestras estrategias, nuestra diplomacia o nuestra habilidad para responder con astucia, entonces, en principio, aún estamos en la carne. Simplemente se trata de una carne más civilizada, una carne más refinada.

En 1958 fui a cierto lugar de Inglaterra y me quedé allí un mes. Mientras estuve allí, los hermanos no sólo hicieron arreglos para que simplemente compartiera en ciertas conferencias, sino que también quisieron que compartiera en las reuniones del día del Señor y en otras reuniones regulares. Dos días antes de que partiera, iba a tener mi última reunión de la semana en la noche, ni siquiera sospechaba que me tocaría compartir la palabra. Sin embargo, cuando entré al salón de reuniones, el hermano responsable de ese grupo se acercó y me dijo: “Hermano Lee, quisiéramos pedirle una vez más que comparta esta noche”. Le dije: “Ni siquiera había pensado en hacerlo”. Sin embargo, como me insistió que compartiera, finalmente acepté. Aunque no tenía la intención de compartir, ni estaba preparado para hacerlo, en cuanto subí al estrado, recibí una carga. Y di un mensaje contundente, en el que dije: “El ministerio existe para las iglesias locales, no las iglesias locales para el ministerio. Por mucha experiencia que el ministerio tenga y por muy elevado, rico, espiritual o celestial que sea (quizás como el ministerio del apóstol Juan) y, por otra parte, por muy deplorable y repugnante que sean las iglesias locales (quizás como lo eran cinco de las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3), el ministerio aún seguirá existiendo para las iglesias; no las iglesias para el ministerio”. La palabra que compartí ese día dio en el clavo con respecto a la condición de aquel grupo de hermanos. Ellos estaban completamente a favor de tener reuniones para el ministerio, en vez de tener el ministerio para las reuniones.

Lo que quiero decir es que mientras estuve allí, ninguno de ellos se comportó de forma inculta; todos eran muy civilizados y refinados. Sin embargo, cada uno de ellos me pidió tener una cita para hablar conmigo en la habitación donde estaba hospedado y durante ese tiempo criticaron a otros de una manera muy refinada. Ninguno de ellos fue tosco ni brusco; al contrario, todos ellos se comportaron muy apropiadamente. Aquello era la carne refinada, no el Cuerpo. ¿Queremos ese tipo de refinamiento entre nosotros? Ciertamente que no. Eso es ser diplomáticamente refinados. Dicha situación es semejante a cuando los aviones y cañones se alistan para la guerra detrás de la escena, mientras los diplomáticos aún están dándose la mano. Les describo estas cosas para mostrarles que los cristianos de hoy no tienen la realidad del Cuerpo.

¿Qué es el Cuerpo? El Cuerpo no es simplemente un grupo de personas que han sido llamadas; el Cuerpo es la plenitud de Cristo. El Cuerpo no sólo es la expresión de Cristo, sino también la plenitud de Cristo. ¿Cómo llega a existir esta plenitud? Al recibir las riquezas de Cristo en nuestro ser a fin de disfrutarlas y asimilarlas hasta que éstas lleguen a ser lo que nosotros somos. Esto es semejante a cuando comemos pescado, pollo y pan. Después de cinco o seis horas, digerimos el alimento y éste llega a ser lo que somos. Es entonces que llegamos a ser la plenitud.

Hasta la fecha llevo ya más de diez días en Taipéi. Supongamos que en los pasados siete días no hubiera tomado alimento ni bebido agua, sino que en vez de ello me hubiera quedado acostado en mi casa. En ese caso ustedes me habrían tenido que traer cargado a la reunión, y al ponerme de pie frente a ustedes, me vería muy delgado y pálido, y todo mi cuerpo estaría temblando. ¿Qué sería esto? Ciertamente no sería la plenitud. Sin embargo, en los pasados diez días yo he estado ingiriendo las riquezas de Taiwán, es decir, he comido pescado, pollo y muchas cosas más; he comido una gran cantidad de las riquezas de Taiwán, las cuales, después de asimilarlas, se han convertido en lo que soy. Por esta razón, ahora puedo estar aquí delante de ustedes lleno de vida y energía. Esto es la plenitud. La iglesia es la plenitud de Cristo, y esto es lo que el Señor desea hoy.

(Solo Cuerpo, un solo Espíritu, y un solo y nuevo hombre, Un, capítulo 3, por Witness Lee)