TODAS LAS EXPERIENCIAS QUE TENEMOS DE CRISTO
TIENEN LUGAR EN EL ESPÍRITU
El ungüento santo para la unción como un tipo del Espíritu es un tema excelente. No piensen que exagero; en los pasados cincuenta años, el Señor nos ha ayudado a avanzar en nuestro conocimiento de la verdad. Quisiera darles un ejemplo de la importancia del Espíritu. Hasta el año 1938 o 1939, siempre que el hermano Watchman Nee hablaba sobre Romanos 6, él recalcaba mucho la importancia de cómo “considerarse”, según la luz que habíamos recibido en ese entonces. Esto incluía el hecho de “considerarnos” muertos o de “considerarnos” vivos. Él tradujo al chino un himno escrito por A. B. Simpson, fundador de la Alianza Cristiana y Misionera. Este himno dice: “Considerémonos, [...] considerémonos, muertos al pecado [...] Considerémonos como vivos en Él” (Hymns, #692).
En el verano de 1935, el hermano Nee vino a Chifú, mi ciudad natal, y compartió un mensaje en el cual dio un ejemplo. Dijo que tres personas iban caminando por encima de un muro. La primera se llamaba Hechos, la segunda, Fe, y la tercera, Experiencia. Siempre que Fe avanzaba, avanzaba sin mirar a los lados ni atrás, sino que manteniendo la mirada fija en Hechos, entonces Experiencia no tenía ningún problema, sino que simplemente seguía a Fe. Pero cada vez que Fe titubeaba y miraba atrás a Experiencia, todos se caían del muro. Después de esto, dijo que debíamos tener una fe basada en los hechos. El Señor Jesús ya murió en la cruz y crucificó nuestra carne. Éstos son hechos consumados, son buenas nuevas de gran gozo. Hoy la fe debe brotar en el interior de ustedes, a causa de la palabra de Dios. La fe no mira a los lados ni hacia atrás, sino que siempre tiene la mirada puesta en los hechos. Cuando miremos las cosas por medio de la fe, tendremos después la experiencia; y dicha experiencia será la experiencia de la muerte.
El compartir del hermano Nee era poderoso, y todos nos sentíamos muy conmovidos cuando lo escuchábamos. Sin embargo, cuando tratábamos de ponerlo en práctica, simplemente no podíamos considerarnos muertos al pecado. Antes de que intentáramos considerarnos muertos, nuestra carne parecía estar durmiendo; pero cuando tratábamos de poner esto en práctica, nuestra carne se despertaba y se hacía más viviente. Entre 1935 y 1938 el hermano Nee compartió con frecuencia sobre este tema, y desde 1935 nosotros intentamos aprender cómo considerarnos muertos, pero año tras año fuimos incapaces de hacerlo. Esto continuó hasta 1939 cuando el hermano Nee regresó de Europa e inesperadamente dio un mensaje en una reunión en Shanghái. Ese mensaje fue tan diferente de lo que había compartido antes que me causó gran asombro, pero, al mismo tiempo, fue de mucha ayuda para mí.
Él dijo que el hecho de haber muerto juntamente con Cristo, lo cual vemos en Romanos 6, únicamente se puede experimentar estando en el Espíritu que se menciona en Romanos 8. Usted nunca podrá experimentar el hecho de haber muerto juntamente con Cristo, del cual se habla en Romanos 6, a menos que esté en el Espíritu que se menciona en Romanos 8. En otras palabras, esto no depende de que si cree ni de su esfuerzo por considerarse muerto, sino únicamente de que usted esté en el Espíritu. Sin Romanos 8 usted jamás podría tener la experiencia descrita en Romanos 6. Romanos 6 solamente puede ser un hecho para usted; jamás será su experiencia a menos que usted viva en el Espíritu, según Romanos 8. En ese entonces me preguntaba si lo que el hermano Nee compartía ahora era diferente de lo que había dicho antes. Parecía diferente, pero en realidad no era diferente; más bien, era una palabra basada en la experiencia.
Ciertamente debemos considerarnos muertos; Pablo también hizo esto. Sin embargo, no debemos simplemente aceptar este hecho en nuestra mente sin vivir en el Espíritu. Por ejemplo, su esposa tal vez lo provoque y usted esté a punto de enojarse. En ese momento usted sentirá que tiene que considerarse muerto; usted debe considerar que el “yo” que se enoja ya fue crucificado y, por tanto, debe considerarlo muerto. Sin embargo, debo decirle que antes de que usted se haya considerado muerto, el diablo vendrá a burlarse de usted, diciendo: “Tú jamás podrás considerarte muerto”. Entonces usted desistirá y dejará salir su mal genio. Todos hemos experimentado esto.
Por consiguiente, lo crucial no es considerarnos muertos, sino vivir en el espíritu y andar conforme al espíritu, para que el justo requisito de la ley se cumpla en nosotros, quienes no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu (Ro. 8:4). La mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz (v. 6). Cuando el hermano Nee dio este mensaje, recibí mucha ayuda, y cambió mi conocimiento acerca del Espíritu. Desde ese día en adelante, yo comprendí que, hablando con propiedad, cualquier predicación que no contenga al Espíritu es ineficaz. La razón de ello es que la palabra predicada es como una receta médica, la cual debe ser preparada por el farmacéutico para que pueda ser de utilidad. Si usted no recibe la medicina, aunque tenga la receta médica del doctor más famoso, ella no le servirá de nada. La palabra es como la receta, y el Espíritu como la medicina. Lo que produce resultados no es la receta, sino la medicina. Lo que lo salva a usted no es la predicación, sino el Espíritu. Por lo tanto, todos necesitamos este Espíritu.
Sin embargo, en ese entonces yo no había visto los diferentes aspectos del Espíritu, es decir, que este Espíritu hoy no es solamente el Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Aquel que sufrió la muerte de crucifixión. Este Espíritu también es el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Aquel que se levantó de entre los muertos. Este Espíritu también es el Espíritu de Jesucristo, esto es, el Espíritu todo-inclusivo. El Espíritu que se mueve en nosotros es la unción mencionada en 1 Juan 2, el cual es tipificado por el aceite santo para la unción de Éxodo 30.
Por la gracia del Señor, puedo jactarme ante ustedes de que las palabras que les hablo no provienen en absoluto de un estudio intelectual que yo haya hecho. Puedo testificarles que cada uno de estos puntos los aprendí a través de experiencias personales muy dolorosas. La conclusión de esto es que necesitamos al Espíritu. Si usted no está en el Espíritu, cada palabra de predicación será vacía e ineficaz, pero si está en el Espíritu, la realidad estará presente. Usted verá que esto es una cuestión del único Cuerpo y del único Espíritu.
(
Solo Cuerpo, un solo Espíritu, y un solo y nuevo hombre, Un, capítulo 1, por Witness Lee)