Solo Cuerpo, un solo Espíritu, y un solo y nuevo hombre, Un, por Witness Lee

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SER LIBERADOS DE LOS RITUALES RELIGIOSOS Y PRESTAR ATENCIÓN ÚNICAMENTE A LA UNIDAD DE LA FE

Además de esto, existe otro problema, a saber, la supuesta piedad religiosa. Les daré el siguiente ejemplo para explicarles lo que es la piedad religiosa. Hay quienes no están contentos con la condición actual de nuestras reuniones porque gritamos, oramos en voz alta y liberamos nuestros espíritus. Desde su juventud a ellos les enseñaron que debían entrar muy cuidadosamente al “santuario”. Ellos debían caminar lo más lento y silenciosamente posible. Cuando era joven, me reuní con la Asamblea de los Hermanos, y me enseñaron lo mismo. Cada vez que nos reuníamos, guardábamos tanto silencio que hasta se podía oír la caída de un alfiler. Pero esta clase de silencio es el silencio de una tumba. Solamente un cementerio es así de silencioso y ordenado. Sin embargo, si uno va a un jardín infantil, verá a muchos niños pequeños brincando y saltando y haciendo mucho ruido. Yo prefiero tener un jardín infantil muy ruidoso y activo que un cementerio silencioso donde todo se ve muy ordenado. Otros critican nuestras reuniones porque les parece que no tienen ni un comienzo ni un final. La mayoría de los servicios de adoración los domingos por la mañana tienen un mismo formato; empiezan cantando un himno y al final dan la bendición. Pero cuando vienen a nuestras reuniones, tal vez escuchen a una hermanita en un rincón diciendo: “¡Oh Señor, Aleluya, Amén!”, y la reunión empieza. No tenemos predicadores ni pastores; algunas veces todos hablan en nuestras reuniones, y no hay una bendición al final. Sin embargo, quisiera decirles que no es necesario que prestemos atención a estos asuntos. Si usted presta atención a tales cosas, de inmediato estará lejos de la unidad de la fe.

Nunca podré olvidar el verano de 1932, cuando invitaron al hermano Nee a que compartiera a la clase graduanda de un seminario del condado de Huang, en la provincia de Shantung, y yo pedí un permiso especial en mi trabajo para poder acompañarlo. Ésa era la primera vez que estaba en una reunión del movimiento pentecostal. Cuando entré, vi a algunos rodando por el suelo, a otros saltando, a otros riéndose y a otros diciendo: “¡He visto una visión, una gran luz!”. Ellos llamaban a estas cosas “rodar santo”, “salto santo” y “risa santa”. Había varios centenares de personas en el salón, pero todas actuaban a su propia manera por un buen tiempo. El hermano Nee no pudo compartir el mensaje hasta que ellos terminaron. Después el pastor les pidió a todos que se detuvieran, y finalmente tuvo que hacer sonar una campana. Aun así, nadie le prestó atención, sino que cada quien siguió actuando a su propia manera. Era la primera vez que veía una situación semejante, y no podía tolerarlo ni soportarlo. Después que el pastor estuvo tocando la campana por un buen rato, todos finalmente se detuvieron, y el hermano Nee compartió el mensaje.

Después de que el hermano Nee acabó de hablar y descendió del estrado, yo lo acompañé a dar un paseo por los edificios de aquel seminario. Le dije: “Hermano Nee, no puedo tolerar esas reuniones donde todos ruedan por el piso, se ríen y saltan”. Yo pensé que el hermano Nee pensaría igual que yo. Sin embargo, él no dijo si aprobaba o desaprobaba aquello. Simplemente dijo en un tono suave y moderado: “El Nuevo Testamento no nos dice claramente cuál es la manera correcta en que los creyentes deben reunirse”. Al escuchar esto, pensé que el hermano Nee aprobaba la manera en que ellos se reunían. Más tarde me di cuenta de que él no necesariamente aprobaba su situación. Sin embargo, debido a que en aquel tiempo él tenía una clara visión y había recibido mucha luz, cuando escuchó mis palabras, él sabía que yo aún seguía apegado a los rituales religiosos. Así que, fue muy sabio y, en lugar de reprenderme, dijo únicamente en un tono apacible que el Nuevo Testamento no nos dice claramente cómo debemos reunirnos. Su intención era liberarme de los rituales religiosos.

Si verdaderamente conocemos y experimentamos al Hijo de Dios y verdaderamente llegamos a ser Su Cuerpo, Su plenitud, no nos interesarán las diferentes formas de reunión. Es por ello que desde el comienzo no prestamos atención en lo más mínimo a normas, especialmente desde que empezamos a llevar el testimonio en los Estados Unidos. En 1960 antes de ir a los Estados Unidos, yo compartí muchos mensajes en Taipéi, con la esperanza de que todos ustedes pudieran ser rescatados de los rituales. Les compartí por aproximadamente un año, pero parecía que cuanto más les hablaba, más muertos estaban; cuanto más les hablaba, menos se movían. Por esta razón, cuando el Señor me llevó a los Estados Unidos, debido a las lecciones que aprendí en el Lejano Oriente, desde el comienzo no establecí ninguna forma entre ellos. Ésta ha sido una gran liberación del Señor. Espero que hoy en día nuestra práctica de invocar el nombre del Señor, orar-leer, orar-cantar, y demás prácticas, no se conviertan en formas. Incluso es posible que la reunión que tendremos mañana sea muy silenciosa, pero al mismo tiempo llena del Espíritu y de vida. Así que no debemos tener rituales.

Lo más importante que deseo comunicarles es lo siguiente: ustedes deben entender Efesios 4:13, que dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”. Este versículo no nos habla de la unidad de ninguna doctrina, sino de la unidad de la fe. Ya sea que gritemos o susurremos, ya sea que seamos ruidosos o silenciosos, estas cosas no tienen importancia porque no son asuntos relacionados con la fe. Nuestra fe es el Señor Jesús mismo, incluyendo Su Persona y Su obra. Mientras continuemos creciendo en Cristo hasta el día que lleguemos a ser plenamente maduros, debemos desechar todas estas diferencias, que son como juguetes. Sólo debemos prestar atención a nuestra fe, que es la Persona y obra de Cristo.

Les comparto estas cosas para que ninguno se moleste a causa de algunas prácticas. Debemos ver muy claramente que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, y que este Cuerpo es la plenitud de Cristo, y que esta plenitud debe crecer de forma gradual. A medida que contactemos más a Cristo, más le recibamos, y más le disfrutemos y experimentemos, Él se forjará más en todo nuestro ser como nuestro elemento constitutivo y se manifestará por medio de todo nuestro ser. Ésta es la verdadera iglesia, la iglesia en la práctica. La plenitud de Cristo es Su Cuerpo; por lo tanto, podemos afirmar que ella es sencillamente Cristo. El Señor en Sí mismo es la Cabeza, y el Señor en todos nosotros es este único Cuerpo.

(Solo Cuerpo, un solo Espíritu, y un solo y nuevo hombre, Un, capítulo 4, por Witness Lee)