Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, La, por Witness Lee

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EL INCREMENTO DE LA IGLESIA DEPENDE DE QUE SEA PROPAGADA LA VERDAD

El lento crecimiento numérico entre las iglesias se debe al hecho de que no sabemos presentar la verdad ni ministrar a Cristo. No sabemos cómo presentar a Cristo a las personas de una manera clara como verdad, ni tampoco sabemos cómo suministrarlo a ellas como Espíritu vivificante. Es por eso que después de todos estos años ha sido tan difícil lograr que la gente permanezca en la iglesia. Espero que de ahora en adelante todos dediquemos tiempo para aprender las verdades y ministrar a Cristo a otros a fin de que la iglesia se multiplique y sea propagada.

Por ejemplo, ustedes, como estudiantes de universidad, tal vez tengan treinta o cuarenta compañeros de clase. Ustedes podrían escoger a por lo menos dos o tres de estos amigos para compartirles acerca de la verdad. A los estudiantes universitarios les gusta mucho escuchar sobre la verdad. Si ustedes no les predican la verdad, sino que únicamente conversan con ellos sobre toda clase de temas todos los días, después de cuatro años cuando se gradúen, no habrán conducido a nadie al Señor. Así que, ahora deben hacer un cambio y redimir el tiempo. Aparte del tiempo que dedican para realizar las tareas, en vez de perder el tiempo deben siempre aprovechar cada oportunidad que tengan para presentar la verdad a sus compañeros. Cuanto más claro la presenten, más ellos la disfrutarán. También lo respetarán a usted debido a que conoce de la Biblia y también conoce a Cristo. Quizás algunos de ellos asistieron a la misa de la Iglesia Católica por veinte años o asistieron a los servicios dominicales de las denominaciones por más de diez años, y jamás llegaron a escuchar las cosas que usted les comparte. Así que, mientras usted les hable de Cristo de una manera clara, racional y lógica, ellos recibirán sus palabras con toda seriedad.

Tenemos que explicarle a la gente las verdades en cuanto a la redención y la salvación de una manera completa y exhaustiva. La redención y la salvación abarcan dos aspectos. La redención resuelve el problema de nuestros pecados, nos redime y nos trae devuelta a Dios, y resuelve el problema relacionado con nuestra posición. Esto incluye el perdón, la limpieza, la justificación, la reconciliación y el hecho de ser aceptados por Dios. La salvación, por su parte, está relacionada con el propósito de Dios, e incluye la regeneración, la santificación, la renovación, la transformación y el ser conformados a la imagen divina, todo lo cual es efectuado por Dios. Además, incluye el hecho de que la gloria se manifieste desde nuestro interior, a fin de que seamos plenamente glorificados. Cuanto más claramente hablemos de esto, más la gente lo disfrutará, y a la postre, esto las convencerá y ellas apreciarán y respetarán nuestras palabras.

Si los jóvenes les hablan a sus compañeros de clase de esta manera, desarrollarán cierta credibilidad entre ellos y se ganarán su respeto y confianza. Si trazamos rectamente la verdad y les revelamos la luz de la Palabra, ellos espontáneamente expresarán su respeto, y el Espíritu Santo también obrará en ellos. Cuando les hablemos a las personas, el Espíritu Santo las tocará, de modo que se sientan redargüidas y se arrepientan, confiesen sus faltas y oren para ser salvas. Así, conducir a las personas a la salvación no será algo difícil. Si no sabemos exponer las verdades, quizás les digamos: “Nuestra iglesia es muy buena; cuando cantamos todos gritan de gozo ‘¡Aleluya!’, y cuando las personas comparten, todos dicen ‘¡Amén!’”. Sin embargo, si alguien nos pregunta por qué hacemos esto, me temo que no sabríamos qué decir porque ni siquiera lo entendemos nosotros mismos. Así, estas personas encontrarán imposible creer.

Debemos practicar este asunto con sabiduría. No diga demasiado en una sola ocasión. Por ejemplo, en cuatro años de universidad usted tendrá algunos compañeros de clase que asistirán a las mismas clases suyas y estudiarán con usted. Así que, usted puede planear cómo se dirigirá a cada una de ellas. Poco a poco ellos notarán que su conocimiento de la Biblia es bastante avanzado y que su conocimiento de la verdad es muy claro. A estas alturas, cada vez que tenga oportunidad, debe abrir la Biblia y hablarles. Usted puede decirles que Dios creó al hombre a Su imagen, que como resultado de esto todos poseemos la imagen de Dios, y que no somos personas ordinarias, sino personas muy nobles, pues fuimos creados a la imagen de Dios. Ellos ciertamente se sorprenderán al escuchar estas palabras y querrán oír más. Entonces usted puede hablarles poco a poco cada vez que se encuentre con ellos. Si hacen esto, sus compañeros serán salvos uno a uno por medio de usted.

Debemos hacer esto no solamente en las escuelas, sino también en nuestros vecindarios. Con el tiempo, todos nuestros vecinos comprenderán que somos personas que conocen la Biblia, que entienden la verdad con claridad y que experimentan a Cristo. Ellos percibirán que somos personas de buen comportamiento y de un carácter elevado, y sentirán respeto por lo que les decimos. Una vez que abramos nuestras bocas, ellos valorarán mucho lo que les hablamos. Con el tiempo, sin duda algunos serán salvos. También debemos hablarles de la misma manera a nuestros padres y familiares. Una vez que nos ganemos su respeto y confianza, no nos será muy difícil conducirlos a la salvación. Ésta es la manera correcta de ministrar la verdad a las personas y de conducirlas al Señor.

Espero que cada año todos podamos conducir a una persona al Señor. No debemos pensar que esta manera de obtener incremento es demasiado lenta; de hecho, es muy rápida. Consideremos el caso de Taipei. Actualmente hay cinco mil santos en la iglesia en Taipei, y la población de la ciudad es de dos millones. En el año tenemos trescientos sesenta y cinco días, o cincuenta y dos semanas. Sería muy fácil si cada santo guiara a una persona a la salvación cada año. De este modo, nos doblaríamos en número cada año. Entonces, en menos de diez años evangelizaríamos toda la ciudad de Taipei.

Ya mencionamos que la iglesia es el huerto de Dios. Puesto que es un huerto, ciertamente tiene que producir fruto. Supongamos que hubiera un árbol frutal que sólo produce un solo fruto al año, bien sea banano o mango. Si viéramos esto, ¿nos sentiríamos contentos o tristes? El incremento es tan lento entre nosotros debido a que no sabemos exponer la verdad. Si ni siquiera podemos explicar con claridad lo que significan los nombres Jesús y Cristo, ¿cómo podremos conmover a las personas? Si dependemos solamente de las reuniones en las que se predica el evangelio, desperdiciaremos nuestra energía, y al final, la gente no querrá venir. No podemos seguir dependiendo de las campañas evangelizadoras ni de reuniones del evangelio; en vez de ello, todos debemos aprender a exponer la verdad. Todos debemos presentar la verdad a nuestros compañeros de clase, a nuestros vecinos y a nuestros parientes. No debemos decir mucho en una sola ocasión, sino hablarles un poco a la vez, quizás dos veces por semana. En una ocasión usted puede decirles que el hombre fue creado a la imagen de Dios, y a la siguiente ocasión pude decirles que el hombre cayó, y entonces puede hablarles de la redención que Cristo efectuó y de la impartición de Dios.

Por ejemplo, al principio podemos decirle a la gente: “Ustedes son personas muy buenas, pero ¿alguna vez se han enojado? Si a menudo murmuramos o envidamos a los demás, eso demuestra que somos pecadores caídos. Sin embargo, Dios se encarnó y llegó a ser un hombre que poseía tanto divinidad como humanidad. Él es un Dios de amor, luz, santidad y justicia. Si creemos en Él y le recibimos, podremos manifestar en nuestro vivir las virtudes humanas de amor, luz, santidad y justicia. Por consiguiente, tenemos que creer en Él y recibirle”. Si les hablamos a las personas de esta manera dos veces a la semana, estoy seguro de que al cabo de algún tiempo conducirán a una persona a la salvación.

Sin embargo, la clave es que guiemos a las personas a orar e invocar el nombre del Señor Jesús. Debemos decirles: “Hoy en día el Señor es el Espíritu verdadero y viviente, y Él está en su boca. Si usted está dispuesto a arrepentirse, abra su boca y le invoca, ore a Él y crea en Él, de inmediato Él entrará en usted y lo llevará a experimentar todas Sus riquezas”. Con el tiempo, usted no solamente conducirá a una sola persona a la salvación, sino quizás cuatro o cinco. Esta clase de incremento sería formidable.

En resumen, la razón por la cual no podemos guiar a las personas al Señor es que no sabemos cómo exponer la verdad ni ministrar a Cristo. Por este motivo, nuestra labor ha sido en vano. Ahora espero que todos nos despertemos, tomemos la resolución de aprender la verdad y experimentemos a Cristo. Solamente la verdad puede convencer y ganar a las personas. Tenemos que aprender, comenzando con los asuntos más básicos y luego avanzar para entender las verdades fundamentales y estudiar las verdades más profundas. Si hacemos esto, estoy seguro de que en cinco años llegaremos a ser un grupo de santos maravillosos que no solamente sabe exponer la verdad, sino que también puede ministrar a Cristo a las personas mediante el Espíritu, orar con ellas y abrir sus ojos para que también ganen a Cristo y reciban a Jesús como su Salvador. De este modo, la iglesia obtendrá incremento numérico.

(Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, La, capítulo 5, por Witness Lee)