LA MÁXIMA CONSUMACIÓN
DE LA IMPARTICIÓN DIVINA
Hoy en día disfrutamos al Señor como el Espíritu en nuestro espíritu. Viene el día cuando el Señor regresará a transfigurar nuestro cuerpo. Esto será la redención de nuestro cuerpo. En aquel entonces Él brotará de nosotros como gloria, y nosotros también entraremos en la gloria (Fil. 3:20-21). Entonces estaremos con Él en el reino milenario, disfrutando de Su gozo, presencia, gloria y autoridad por mil años (Mt. 25:21, 23; Ap. 20:4, 6). Después de los mil años en los que estaremos en un éxtasis de gozo, en una condición que estará llena de gloria, llegaremos con el Señor a la máxima manifestación: la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es la máxima expresión de la mezcla de Dios y el hombre: de Dios que vive en el hombre y el hombre que expresa la gloria de Dios en su vivir.
Éste es el misterio central hallado en la Biblia. Este misterio central consiste en que el Dios Triuno se forja en el hombre tripartito de modo que Dios y el hombre se mezclan y llegan a ser una sola entidad: Dios en el hombre y el hombre en Dios. Éste es un misterio que no puede describirse con palabras humanas. Nosotros absolutamente creemos que en aquel día cuando estemos en la Nueva Jerusalén, todos estaremos “locos” y fuera de nosotros mismos, pues todos estaremos exultando sin cesar.
Aunque el reino milenario y la Nueva Jerusalén aún no hayan venido, hoy en la vida de iglesia podemos tener un sabor anticipado en miniatura. Cuando invocamos al Señor, le hablamos y le disfrutamos, sentimos que estamos fuera de nosotros mismos y que el Dios Triuno nos llena interior y exteriormente.
(Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, La, capítulo 4, por Witness Lee)