EL MINISTERIO DE LAS PERSONAS DOTADAS
TIENE POR FINALIDAD LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO
Después de esto, Pablo habla en Efesios 4 acerca de la función de las personas dotadas. Por una parte, todos somos uno en el Espíritu, en el Dios Triuno, en la fe que salva y en todos los asuntos hallados en los versículos del 4 al 6. No obstante, por otra parte, los ministerios de las personas dotadas parecen ser diferentes. Existen el ministerio de los apóstoles, el ministerio de los profetas, el ministerio de los evangelistas y el ministerio de los pastores y maestros. Hay al menos estas cuatro categorías de ministerios. No obstante, el propósito de todos los ministerios sigue siendo uno solo. Todos los diferentes ministerios tienen por finalidad la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo. Consideremos la situación actual. ¿Acaso se preocupan los evangelistas por el Cuerpo? Muchos evangelistas se olvidan del Cuerpo y descuidan el Cuerpo; su única meta es el evangelismo. Es por esto que hay tantas divisiones hoy. Un evangelista prevaleciente con su predicación prevaleciente podría formar una división espontáneamente. De manera similar, un gran maestro podría vivir y obrar sólo por causa de su enseñanza, y no con miras al Cuerpo, y finalmente una división podría surgir de su enseñanza. En lugar de tener por finalidad la edificación del Cuerpo, muchas veces estos ministerios crean divisiones.
Debemos aplicar todas estas cosas a nosotros mismos. Si muchos de nosotros salimos a obrar por el Señor, algunos podrían ser más evangélicos, pero otros podrían preocuparse más por la enseñanza. Podría ser que los evangelistas formen algo con miras a su evangelismo, y los maestros formen algo con miras a su enseñanza, y que ambos descuiden de la edificación del Cuerpo. Debemos recibir la visión de que todos los distintos ministerios tienen un solo propósito. Si alguien predica el evangelio, no debería retener para sí mismo el resultado, el fruto, de su predicación. Tiene que retirar su mano del resultado de su predicación y permitir que el fruto de su predicación sea para la edificación de la iglesia. Igualmente, no importa cuánto ayudemos a las personas por medio de nuestra enseñanza, no debemos retener para nosotros mismos el resultado de nuestra enseñanza. Tenemos que permitir que los frutos de nuestra enseñanza sean para la iglesia local. Esto no es algo insignificante.
Es una vergüenza decir que aun entre nosotros existe una tendencia secreta de parte de ciertas personas dotadas de retener para sí mismos el resultado de su obra. Esto no tiene por finalidad la edificación; más bien, equivale a derribar. A fin de practicar la vida de iglesia, tenemos que estar claros en cuanto a esto. De la misma forma, los santos no deberían tener como meta algún ministerio en particular. Deberían tener la iglesia como su meta. Alguien podría decir: “He recibido mucha ayuda de este maestro. Estoy de parte de él”. Sin embargo, si usted prefiere a este maestro, él no debería recibirle a usted de esa manera. Algunos en Corinto dijeron: “Yo soy de Pablo”, pero Pablo respondió diciendo que él era de ellos (1 Co. 3:4, 21-22). No deberíamos estar de parte de alguna persona en particular o de su ministerio. Más bien, estamos de parte de la iglesia donde vivimos. Debemos olvidarnos de cualquier ministro que haga algo con miras a su propio ministerio.
Sin embargo, no deberíamos culpar a las personas dotadas. Debemos culparnos a nosotros mismos, la congregación. Es muy fácil que las personas lleguen a ser seguidoras de un ídolo. Decir: “Yo soy de Pablo; lo aprecio”, o “yo soy de Apolos”, o “yo soy de Pedro” es algo carnal (1:12; 3:4). No deberíamos decir que estamos de parte de alguien. Deberíamos decir: “Yo estoy de parte de la iglesia en mi localidad”. Si los santos están claros en cuanto a esto, nadie podrá crear una división. Si alguien intenta crear una división, quedará solo. Nadie le seguirá; más bien, todos iremos en pos de la iglesia local. Podríamos ser amables con ese hermano y decir: “Hermano, apreciamos su ministerio. ¡Alabado sea el Señor! No obstante, no estamos de parte de su ministerio. Estamos de parte de la iglesia local. Además, creemos que usted también sabe que su ministerio tiene por finalidad la iglesia”.
Cuando las personas dijeron: “Yo soy de Pablo”, Pablo no estaba contento. Sin embargo, actualmente a las personas les gusta oír este tipo de afirmación. Si alguien nos dijera: “Estoy de parte de su ministerio”, podríamos estar muy contentos, pero si alguien dijera: “No estoy de parte de su ministerio; estoy de parte de la iglesia local”, podríamos estar decepcionados. Conducirnos así es algo vergonzoso. No obstante, tenemos que culparnos a nosotros mismos porque nos es muy fácil seguir un ministerio. Todos debemos compartir la responsabilidad de haber obrado mal. Es correcto recibir un ministerio, pero no estamos en favor del ministerio y no seguimos ese ministerio. Estamos de parte de la iglesia local. De ahora en adelante, dondequiera que estemos, tenemos que darnos únicamente a la iglesia local. Entonces ninguna persona dotada podrá crear división alguna entre nosotros.
La razón por la cual apenas hay alguna práctica verdadera de la vida de iglesia actualmente es que sencillamente las personas no están claras en cuanto a estos puntos. Por una parte, algunos siempre guardan algo que no es la unidad del Espíritu. Por otra parte, otros siguen ciertos ministerios muy fácilmente. Como resultado de ello, no hay vida de iglesia. Estos dos asuntos por sí solos son suficientes para anular y destruir la vida de iglesia. En primer lugar, no debe existir nada en nuestro interior que causa división. Tenemos que guardar una sola cosa: la unidad del Espíritu. En segundo lugar, apreciamos todos los ministerios útiles, pero no podemos estar de parte de ninguno de estos ministerios. Tenemos que estar de parte de la iglesia.
(
Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La, capítulo 6, por Witness Lee)