Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La, por Witness Lee

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ES NECESARIO QUE CRISTO HAGA SU HOGAR EN NUESTRO CORAZÓN

El apóstol Pablo, en todos sus escritos, nos dio unos pocos ejemplos de las oraciones que hacía. Sin embargo, en el corto libro de Efesios tenemos dos oraciones. Antes que Pablo hablara acerca de la visión de la iglesia —lo que es la iglesia y cómo Dios planeó producir la iglesia— él oró por nosotros, pues comprendía que necesitamos un espíritu de revelación, una apertura interior, para poder ver las cosas eternas (1:15-23). Ésta es la primera oración en este libro. Luego, después de revelar la visión de la iglesia, comprendió que no es solamente un asunto a entender, algo propio de la mentalidad. Él comprendió que lo que necesitamos es la verdadera experiencia de lo que hemos visto en la visión. Por lo tanto, oró una segunda ocasión, en la última mitad del capítulo 3. El punto principal de esta oración consiste en que nuestro hombre interior necesita ser fortalecido para que Cristo haga Su hogar, no en nuestro espíritu, sino en nuestro corazón. Es muy necesario hacer hincapié en esto. Actualmente, incluso entre nosotros, hay una gran carencia en cuanto a conocer en nuestra experiencia cómo ser fortalecidos en nuestro hombre interior por el poderoso Espíritu de Dios para que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón.

Necesitamos la salvación de nuestra alma

Hemos sido regenerados en nuestro espíritu, y Cristo ha entrado en nuestro espíritu para morar allí. No hay argumento alguno acerca de si Cristo está en nuestro espíritu o no. Necesitamos no sólo creer, sino también comprender claramente que Cristo está morando en nuestro espíritu. Sin embargo, esto equivale únicamente a la regeneración de nuestro espíritu. Existen tres pasos para la aplicación de la salvación que Dios efectúa. El primer paso es la regeneración, el cual se cumple en nuestro espíritu. Después de esto, aún tenemos el problema de nuestra alma. El Nuevo Testamento revela claramente que es posible que seamos regenerados plenamente en nuestro espíritu, pero que aún seamos anímicos, naturales y tengamos un alma entenebrecida. Ser anímico equivale a ser terrenales e incluso a guardar cierta relación con los demonios, a ser semejante a los demonios. Por lo tanto, el Nuevo Testamento nos dice que luego de ser regenerados en nuestro espíritu, aún necesitamos la salvación del alma. Nuestra alma necesita ser salva; necesita ser librada. Hebreos 10:39 habla acerca de ganar el alma, y 1 Pedro 1:9 menciona la salvación de nuestras almas. Jacobo 1 nos dice claramente que hemos sido engendrados por la palabra de la verdad, pero que aún necesitamos la palabra implantada y viviente de Dios, la cual puede salvar nuestras almas (vs. 18, 21). Por lo tanto, después de ser regenerados en el espíritu, necesitamos ser transformados en nuestra alma.

Necesitamos arrepentirnos al tener un cambio en la manera de pensar y al confesar

Como hemos visto, la palabra arrepentirse en el griego significa un cambio en la manera de pensar. La mente es la parte principal del alma. Cuando ejercitamos nuestra mente para acudir al Señor, nuestra conciencia le sigue, y confesamos conforme a lo que la conciencia percibe. Tal como la mente es la parte principal del alma, la conciencia es la parte principal del espíritu. Por lo tanto, arrepentirse y confesar equivale a ejercitar nuestra mente y nuestra conciencia. Cuando abrimos nuestra mente y abrimos nuestra conciencia, el Señor tiene una puerta abierta para llenarnos.

Hemos dicho estas cosas anteriormente, pero tenemos que repetirlas otra vez. Son asuntos que se hallan no meramente en nuestra mentalidad humana, sino en los lugares celestiales. Me preocupa que es fácil recibir otras enseñanzas, pero aun si repetimos varias veces lo mencionado anteriormente, todavía podríamos olvidarlo. En realidad, lo que ocurre no es que sencillamente nos olvidamos; más bien, el enemigo arrebata estas cosas. En muchas ocasiones cuando intentamos señalar estos asuntos a la gente, sus pensamientos se distraen en el momento crucial. Luego, cuando su atención regresa, es demasiado tarde y no reciben impresión alguna de estos asuntos. Es por esto que el Nuevo Testamento indica que no sólo los incrédulos, sino también los creyentes espirituales que buscan más del Señor necesitan arrepentirse siempre. En las epístolas de Apocalipsis 2 y 3, el Señor ordena a la mayoría de las siete iglesias que se arrepientan (2:5, 16, 21; 3:3, 19). La primera palabra de predicación hallada en el Nuevo Testamento es un mandato de arrepentirse (Mt. 3:2; 4:17). En 1 Juan 1:9 también se nos dice que confesemos nuestros pecados, lo cual implica arrepentirse.

Arrepentirnos equivale a volver nuestra mente al Señor, y confesar es ejercitar nuestra conciencia. Arrepentirnos y confesar equivalen a abrir nuestra mente y conciencia al Señor. Cuando nuestra mente y conciencia están abiertas al Señor, la puerta está abierta a Él, y Él tiene la vía libre para llenarnos. Luego el Señor viene, no desde el exterior sino desde adentro, para extenderse en nosotros a fin de saturar todas las partes de nuestra alma. Romanos 12:2 dice: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Nuestra mente es renovada al ser saturada del Espíritu de Cristo. Cuando nos abrimos al Señor, Él viene para llenarnos, extendiéndose en nuestro interior desde nuestro espíritu a todas las partes del alma. Jeremías 31:33 llama estas partes las “partes internas”. Todas nuestras partes internas serán saturadas del Espíritu de Cristo. Luego nuestra mente será renovada y nuestra voluntad y parte emotiva también serán renovadas. Todas las partes de nuestra alma serán renovadas y saturadas de Cristo. En otras palabras, todas las partes del alma serán ocupadas, poseídas, por Cristo. Luego Cristo se establecerá en todas las partes de nuestra alma. El corazón está compuesto por todas las partes del alma más la conciencia del espíritu. Por lo tanto, Cristo está haciendo Su hogar en nuestro corazón (Ef. 3:17).

(Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La, capítulo 6, por Witness Lee)