Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La, por Witness Lee

Más extractos de este título...

LA FILIACIÓN DIVINA POR MEDIO DEL CRECIMIENTO Y LA TRANSFORMACIÓN

El primer aspecto se halla en Efesios 1:5, que dice que Dios nos predestinó, nos designó de antemano, para filiación. La filiación incluye el nacimiento, el crecimiento y la primogenitura. El nacimiento más el crecimiento y la primogenitura equivalen a la filiación. Éstos no son asuntos insignificantes; todos ellos incluyen muchas cosas.

El ejemplo de Jacob, quien disfrutó la primogenitura en su madurez

Jacob tuvo el nacimiento adecuado, mas no tuvo la primogenitura inicialmente. Finalmente, él ganó la primogenitura, pero no la disfrutó sino hasta que tenía más crecimiento en vida, hasta que fue transformado de un suplantador, uno que se asía del calcañar, a un príncipe de Dios. Esta transformación proviene del crecimiento en vida. La transformación de Jacob duró más de veinte años. De joven, él era un verdadero suplantador, un ladrón. Él le robó a su hermano y le robó a su tío Labán. No obstante, cuando fue a Egipto, la mano de Jacob que suplantaba llegó a ser la mano de Israel que bendecía (Gn. 47:7, 10; 48:15, 20; 49:28). En lugar de suplantar, bendecía. Él aun bendijo a Faraón, la persona más elevada de la tierra. En aquel tiempo todo Egipto estaba bajo la mano de Jacob. Él pudo haber tomado cualquier cosa que deseara, pero no lo hizo. Más bien, él extendió su mano para bendecir. Él vino a Egipto, no para arrancar, suplantar o hurtar, sino para dar y bendecir. Era un hombre verdaderamente maduro delante de Dios, así que disfrutó la primogenitura y la plena filiación.

La plena filiación requiere nuestro crecimiento y transformación en vida

La filiación tiene que ver con la vida. Fuimos predestinados para filiación a fin de tener a Dios como nuestra vida, crecer en esta vida y tener la primogenitura completa en esta vida. El último paso de nuestra plena filiación será la redención, la transfiguración, de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). En el Nuevo Testamento, la filiación simplemente significa que, como vida, Dios se mezcla con el hombre tripartito. Primeramente, Dios viene a nuestro espíritu humano para regenerarnos. Esto es el nacimiento divino en nuestro espíritu. Nacer del Espíritu en nuestro espíritu equivale a nacer de Dios (Jn. 3:6; 1:12-13). El nacimiento divino es el comienzo de la vida en nuestro interior. Luego, desde el tiempo de nuestro nacimiento divino, si abrimos nuestro corazón —nuestra mente, parte emotiva, voluntad y conciencia— el Señor tendrá más oportunidad para llenarnos y extenderse desde nuestro interior. En esto consiste nuestro crecimiento y nuestra transformación. La transformación del alma es el verdadero crecimiento en vida. También es la verdadera salvación de nuestras almas (Jac. 1:21) y se relaciona con nuestra recompensa. Si tenemos el crecimiento en vida, tenemos la transformación, y al regreso del Señor, Él nos dará la recompensa, la cual es la primogenitura.

Hebreos 12 nos advierte que miremos bien para no perder nuestra primogenitura (vs. 15-17). Tenemos la primogenitura, pero es posible perderla. Al regreso del Señor, si disfrutaremos o no de la primogenitura depende de nuestro crecimiento y transformación. Si hoy día vivimos en nuestra alma, en nuestro yo y por nuestra vista, no tenemos fe. Por otro lado, si nos olvidamos de nuestro yo, negamos nuestra alma y vivimos en el espíritu, tenemos una fe viviente, y el Señor tendrá la oportunidad de llenarnos desde nuestro interior y extenderse para saturar nuestra alma. En esto consiste transformar nuestra alma, lo cual también equivale a salvar y elevar el alma que hemos negado. Cuando el Señor transforma nuestra alma, Él la eleva. Cuando conocemos a una persona espiritual que ha sido transformada en su alma, nos percatamos de que su mente, su parte emotiva y su voluntad han sido elevadas. Además, debido a este crecimiento y transformación, el Señor nos concederá la primogenitura como recompensa al momento de Su regreso.

(Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La, capítulo 4, por Witness Lee)