Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La, por Witness Lee

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GUARDAR LA UNIDAD DEL ESPÍRITU, LA CUAL ES CRISTO MISMO COMO ESPÍRITU EN NOSOTROS

El primer asunto del andar cristiano, un andar digno del llamamiento de Dios, es que debemos ser diligentes en guardar la unidad del Espíritu. Según el texto en griego, ser diligentes incluye el significado de esforzarse y luchar. Guardar la unidad no es un asunto fácil. Esta unidad ya está en nosotros, así que no hay necesidad alguna de que la alcancemos, la ganemos o la recibamos. Lo que necesitamos hacer hoy es guardar, preservar y mantener lo que ya hemos ganado. Por causa de esto necesitamos ser diligentes y esforzarnos, luchar e incluso pelear para guardar, mantener y preservar la unidad.

Así como la corriente de electricidad es la electricidad misma, la unidad del Espíritu es el Espíritu mismo. En el momento en que creímos en el Señor Jesús, este Espíritu maravilloso e inagotable entró en nosotros en calidad de unidad. Sabemos esto en un sentido práctico porque hemos amado a los hermanos y hemos deseado tener contacto con ellos desde que creímos en el Señor Jesús y Él entró en nosotros. Antes de ser salvo, yo veía a muchos predicadores y ministros cristianos, y fui criado bajo ellos, pero los aborrecía a ellos y a todos los cristianos. Solía decir: “Mira a estos pobres cristianos. Prefiero seguir a Confucio. Los seguidores de Confucio son mucho mejores que los cristianos”. Ése era mi lema. Sin embargo, el día en que fui salvo, todo el universo cambió para mí. Los cristianos llegaron a ser tan queridos para mí. Amaba a toda persona que dijera que era un cristiano, y deseaba estar con los creyentes. A veces, cuando la gente me pregunta cómo ellos pueden saber si son salvos, respondo: “¿Ama usted ahora a los creyentes?”. Si alguien dice que él todavía aborrece a los cristianos, no creo que él sea salvo. Al principio pensaba que esto era mi propio concepto, pero luego leí 1 Juan 3:14-15, que indica que el amor por los hermanos es evidencia de que tenemos vida eterna en nuestro interior.

Por lo tanto, la unidad genuina es el propio Espíritu quien está en nosotros. Todo cristiano verdadero tiene esta unidad, que no es nada menos que el mismo Señor vivo, el maravilloso Espíritu todo-inclusivo y vivificante que está en nosotros (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45). Ahora lo que necesitamos hoy no es recibir o ganar esta unidad, sino esforzarnos, luchar y pelear por guardar, mantener y preservar la unidad.

(Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, La, capítulo 13, por Witness Lee)