LA MORALIDAD EN CONTRASTE CON
EL ESPÍRITU MEZCLADO
En 1933 yo empecé a dar resolución a mi pasado. Hice restitución a personas contra quienes había cometido alguna ofensa. Después que terminé de hacer dicha restitución, me propuse no volver a cometer ninguna falta. Intenté cumplir esto por aproximadamente dos años y medio. ¡Cuán difícil fue no equivocarme! Recuerdo que durante un retiro tuve que compartir un cuarto con un hermano. Aunque me esforzaba mucho, me encontraba haciendo cosas, una tras otra, que lo ofendían. Derramaba un poco de agua en su cama y luego me disculpaba. Luego decía algo que no era muy preciso, y tenía que confesárselo. Después sentía que mis disculpas no habían sido sinceras. Me sentía continuamente bajo condenación.
Sin embargo, ahora mi objetivo ya no es evitar cometer errores. Cada día, temprano por la mañana, mi primera oración es: “Señor, concédeme la misericordia de poder vivir Tu vida. Deseo ser uno contigo en espíritu. Que pueda tener todo mi ser inmerso en el espíritu mezclado”. El resultado de esto es que muchas veces he tenido que confesarle al Señor, diciendo: “No hice esto conforme al espíritu... Lo que les dije a los ancianos no fue conforme al espíritu”. Aunque aparentemente no hice nada equivocado, con todo, no lo hice conforme al espíritu.
Estamos acostumbrados a vivir conforme a nuestra vida natural. Estamos bajo la influencia de la moralidad. Si mentimos, nos sentimos condenados; pero si hacemos o decimos algo sin Cristo, no tenemos ninguna sensación de condenación. Tal vez no hagamos nada malo, pero a los ojos de Dios carecemos de Cristo en lo que hacemos o decimos.
(Mensajes de vida, tomo 2 (#42-75), capítulo 9, por Witness Lee)